Si Santa Cruz de Tenerife no tiene acreditado por un notario el récord Guinness que se batió en el mayor concierto gratuito y multitunario ofrecido por Juan Luis Guerra al exterior en Europa solo es por el espíritu nostálgico y de respeto que prefirió defender el alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, por cuanto significó Celia Cruz para la historia del Carnaval chicharrero. Pero las fotografías y los datos oficiales facilitados por la Policía local hicieron chico las 250.000 personas que se congregaron en 1987 en la plaza de España. ¡400.000 carnavaleros! desbordaron el cuadrilátero durante todo el día de ayer. Anoche, la capital se quedó chica. Hasta dos horas, según algunos conductores, se tardó para acceder a la ciudad, en especial por el acceso preferido ayer, la entrada por la refinería (TF4), donde incluso se formó una larga hilera de vehículos estacionales con el riesgo que eso supone, según confirmaron fuentes policiales.

Fue una noche mágica. Inolvidable. De esas experiencias que no quieres que pasen los minutos, que falta tiempo para grabar porque sabes que un día, dentro de décadas, lo contarás como un acontecimiento. Santa Cruz celebró el segundo Carnaval de Día. Sábado de Piñata. A las doce de la mañana comenzó la primera del medio centenar de actuaciones en la plaza de la Candelaria, en un ambiente atípico. Frente a otras ediciones, la zona estaba vacía. Cuando subieron Los Cariocas al escenario, comenzaron a reunirse centenares de carnavaleros atraídos por la batucada. La actuación de Cristina Ramos, de La Voz, pasó en un segundo plano.

Los carnavaleros retrasaron ayer su salida con un claro objetivo: bailar con Billo''s Caracas Boys en la plaza de La Candelaria, a las tres y media de la tarde, y luego con el trío cubano Orishas y el dominicano Juan Luis Guerra en la avenida Francisco La Roche.

Entre bullas, los de Amable Frómeta, que actuaron en La Candelaria para poder salir por Televisión Canaria, tocaron en corazón con temas de toda la vida, y el Pasodoble Islas Canarias. Había magia. La plaza de La Candelaria estaba a tope; la calle del Castillo era un río y Villalba Hervás la utilizaban de atajo para cocineros, piratas, guardias civiles con minifalda, limpiadoras con aspiradoras de plástico, lecheras, gitanas con garrafas a la cabeza, pitufos, enanos, sirenas... Mientras los disfraces más ingeniosos se podían disfrutar en los aledaños de la plaza del Príncipe, donde se coló hasta Crispín Grijander, el Chicote de cartón que sacaron a pasear quienes simulaban las campanadas de fin de año de Antena 3, o unos deshollinadores, como los de Mary Poppins...

A las cinco menos cuarto, una batucada bajó por la calle del Castillo. Los nostálgicos comenzaban a revivir el ambiente del año de Roma (1987): más temprano que hace 32 años, pero más tarde que en los carnavales de día que se comenzaron en 2008. Con tiempo suficiente para degustar la música cubana a las puertas de la Cuadra del Palmero, mientras Bloko habían dejado "aparcado" sus tambores junto al Guimerá y centenares de personas acudían a Diablos Locos en busca de una tapa de paella, todo un clásico ya.

A partir de las cinco, la avenida Francisco La Roche estaba ya tomada por miles de personas; era la antesala de lo que estaba por llegar, mientras el público disfrutada con Rennzzo El Selector a la espera del segundo plato fuerte de la tarde: el trío cubano Orishas, que demostraron su agradecimiento con Tenerife: "En el año 2000 vinimos a Tenerife por primera vez y gracias a esta experiencia logramos la proyección internacional de la que disfrutamos en la actualidad". Y "deshojaron" sus temas, a ritmo de rap, para degustar poesía: "Tiene una forma seductora de dormir y tu cuerpo rima frente a mí", cantaron, aunque pasara inadvertido para algunas parejas de adolescentes que, junto a la torre de control, daban sus primeros sorbos en los últimos días de Carnaval. Orishas también dejó un recado, para quien lo quiera coger: "Aquí hay que venir a cantar con el corazón, no borracho". Y se dedicaron a lo de ellos, cantar: "Yo nunca perderé mi identidad. Mi tesoro está en lo que está debajo de mi piel". Y se despidieron felicitando a Tenerife por tener un Carnaval "hermoso, lindo, espectacular, que respeta sus raíces".

De nuevo, Rennzzo El Selector. Siete de la tarde. Los accesos estaban colapsados. Relevo de parejitas junto a la torre, pero poco más. Imposible salir de la zona frente al escenario de Francisco La Roche. En el escenario, tres grandes pantallas, la central y dos laterales; otras dos a modo de "repetidores" para facilitar seguir el concierto. Poco antes de las ocho, el público ha llegaba al Cabildo. Y gente en la plaza Candelaria. Y gente en El Príncipe. Y en Villaba Hernández. Y Emilio Calzadilla. Y La Marina... Ráfagas, vídeo de recordatorios de éxitos, y salió Juan Luis Guerra que se presentó con una profecía de lo que estaba por llegar: Me sube la bilirrubina. Luego, Bachata Rosa, Ojalá que llueva café. Woman, Rosalía... Una antología de Juan Luis Guerra en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife que enfervorizaba a la masa abanando las manos como quien aviva el fuego cuando le pedía que hiciera de coro. Cuando anunció su despedida, una atronadora ovación. Primer bis, Visa. Luego otro bis. "marejada" de bachatas (Muchachita Linda, La Hormiguita, Mi Bendición y.... Burbujas), para cerrar con Avispas. Fue una declaración de amor que duró una hora y cuarenta minutos. "Aquí está la Isla en peso", dijo Jose; y "parte del extranjero", añadió Domingo. Pocas veces un colapso como el de ayer alegró tanto al alcalde; era el certificado del poder de convocatoria; sinónimo de que el concierto había sido un éxito. "Estoy feliz. Hemos hecho historia", sentenció, sorprendido porque él calculaba 300.000 asistentes y la Comisaría de Policía le confirmó 400.000, tantas como visas para un sueño inolvidable. Orgullo de Carnaval.