Apenas entrar puede entenderse que tiene pleno sentido el lema que guía a un colectivo de personas tan heterogéneas cuando se unen por y para estudiar inglés. Ese lema es "Smile to life". O sea, "Sonríe a la vida". Lo irradia Reyes, la profesora que imparte la materia a unos cuarenta alumnos en el Centro Isidro Rodríguez Castro. Desde el otro lado, mucha atención, la salida a la pizarra del más aplicado, Oswaldo, o la distribución en el espacio. Desde los que llevan más tiempo, delante, a los que menos, detrás. Este último es el caso de Teresa, que, aplicada, enseña al visitante su último trabajo sobre The Beatles. Como cualquier otra aula de enseñanza de idiomas, toda la conversación, salvo excepciones, se desarrolla en inglés. Idéntico a un colegio o una academia. Salvo por un pequeño detalle. Los alumnos tienen una media de edad de casi 70 años. Van desde los 85 (recién cumplidos por Fernando) a los 63.

EL DÍA compartió con el segundo turno de la mañana (unas veinte personas), con foto final de grupo incluida, este rato de aprendizaje. Los ya presentados más Marcelino, otro veterano, Miguel, José, Mary, Hortensia, Cande, María Jesús, Julia, Maribel, Rosa, Rosi...

Coinciden ante la pregunta global en que "estudiar un idioma mueve la mente", o como asegura el simpático Fernando, "la única neurona que nos queda". Añade este último que le motiva también muchísimo "tener unos compañeros estupendos".

Para Teresa, que tiene 72 años y antes de jubilarse trabajó de administrativa en una empresa privada, "poder expresarse en otro idioma siempre es un valor añadido para una persona. Y si viajas un poco por ahí fuera hay que saber defenderse". Ella hace ya cuatro años que llega desde la zona de La Salle, en Santa Cruz, donde reside, todos los lunes y jueves, de 10:00 a 11:00 horas, cuando toca la asignatura de Reyes.

Una Reyes, la profesora, que se mueve como una más. Se siente querida por sus alumnos y corresponde con cariño pero también con exigencia. Porque si no le ponen empeño, sería realidad el viejo refrán del ínclito Fernando en inglés, cómo no, sobre loros viejos e idiomas: "Old parrot doesn''t learn languages". Viejos sí, pero no tontos.

Desde primera hora -las actividades comienzan a las nueve de la mañana, de lunes a viernes- hay grupos en la planta baja, donde comparten espacio la cafetería y las mesas de juego. Unos con las cartas y el dominó, otros leyendo el periódico, usando el ordenador o, simplemente, de tertulia. La media de edad de sus 3.900 usuarios -de toda la isla, aunque está ubicado en Santa Cruz y se le conoce como de Los Gladiolos por el barrio donde se encuentra- es alta. Algo lógico al tratarse de un centro de día, el Isidro Rodríguez Castro, referente abierto en 2003, que este periódico visitó la mañana de ayer.

La directora, María Rosa Alonso Abreu, departía con los mayores mientras Loli González -a punto de cumplir 77, premio derechos humanos, voluntaria "de lo que haga falta", poetisa, autora de tres libros, responsable cultural y de relaciones institucionales- intentaba hablar con ella para concretar algo sobre el viaje a La Gomera del próximo día 23. Está incluido en un programa cultural de noviembre que en su segunda quincena ofrece charlas, actuaciones de grupos folclóricos, gimnasia en La Granja, presentaciones de libros o el Día del Mayor en Las Mercedes.

Ayer había una actividad frenética que resumía Rosi Alonso: "En la primera planta, la gimnasia, con Juan Carlos de monitor -sala llena de mujeres-, el teatro y el inglés. En la tercera, la informática. La segunda queda reservada a Centro de Estancia Diurna de Personas con Discapacidad". Aparte hay talleres de casi todo: folclore, literatura y poesía, pintura, memoria, inteligencia emocional, croché, bailes latinos y de salón, biodanza...