Hubo un tiempo en el que la Guardia Civil cortaba el tráfico cuando las naves espaciales Mercury cruzaban el cielo de Canarias y en el que las comunicaciones de un astronauta podían perderse si un agricultor fumigaba sus tomates. Son memorias del inicio de la carrera espacial a las que ahora la NASA rindió homenaje.

El administrador adjunto de la agencia estadounidense, Badri Younes, participó ayer en el Centro Espacial de Maspalomas (Gran Canaria) en un reconocimiento a aquellos que contribuyeron desde España de forma decisiva a sus éxitos de los años sesenta, con motivo del 50 aniversario del "Apolo VII", la primera nave tripulada del programa que llevaría en 1969 al hombre a la Luna.

Para entonces, la NASA tenía ya una importante presencia en España, con estaciones de seguimiento en Robledo de Chavela y Fresnedillas, en Madrid, y en el sur de Gran Canaria, pero todo empezó ocho años antes, junto al faro de Maspalomas, con un radar, un equipo de control y una antena parabólica de comunicaciones.

Antes de contar con la gran estación espacial que Maspalomas alberga desde el programa Apolo, desde allí se controló un vuelo no tripulado del programa Mercury-Atlas en 1961, seis Mercury hasta 1963 (entre ellos el de John Glenn, el primer estadounidense en orbitar alrededor de la Tierra) y diez Gemini (1965-66).

Para Andrés Rodríguez, la memoria viva de aquellos primeros tiempos de la colaboración de la NASA con España, esa historia comenzó un poco antes y en un lugar muy diferente: en la cola de una oficina de Las Palmas de Gran Canaria tramitando los papeles para emigrar a Venezuela.

"Un conocido me dijo: ¿Chacho, y a ti no te interesaría más trabajar con los americanos de la NASA, que están buscando técnicos? Yo le respondí que si pagaban bien...", relata casi 60 años después este mecánico reconvertido a especialista en plantas eléctricas por el servicio militar. De esta manera, Rodríguez se convirtió en uno de sus tres únicos empleados españoles del programa espacial en las Islas (con el tiempo llegaron a ser más de 60).

Los americanos eligieron Gran Canaria por su posición en el Atlántico, que lo convertía prácticamente en el primer punto con el que se podían comunicar sus naves tras despegar desde Florida. Pero en los años 60 allí no había corriente eléctrica, así que el responsable de los equipos de generación que garantizaban que todo funcionara bien y sin cortes no era un técnico de mantenimiento más. Era clave. Y era Andrés.

A este canario se debe que la Estación Espacial de Maspalomas siguiera con un mantenimiento adecuado cuando EEUU perdió interés por la carrera espacial y la NASA abandonó Gran Canaria. Sin embargo, a sus 83 años, no presume de ello.

Su memoria se remonta a unos años atrás, a los pioneros del proyecto Mercury y, sobre todo, a Glenn, el héroe que restauró el orgullo de EEUU en una carrera que entonces perdía por goleada contra la URSS.

A Andrés Rodríguez no se le olvidan sus palabras: "Canary station. This is Friendship 7. All controls are OK", recita de memoria. "La fiesta que hicieron ese día los americanos con John Glenn fue terrible. Se celebró más que cuando Armstrong pisó la Luna".

En aquel momento se transmitía al espacio en una frecuencia muy sensible a las interferencias. A cualquier tipo de ellas, ya fueran las causadas por las bujías del motor de un coche que pasara junto a sus instalaciones o a que se empleara maquinaria agrícola cerca, y entonces la estación de Maspalomas estaba rodeada de tomateras.

En aquellos primeros vuelos Mercury la Guardia Civil cortaba el tráfico en la carretera de acceso a Maspalomas -que comenzaba a ser frecuentada por turistas europeos- en los minutos en los que se calculaba que la cápsula espacial pasaba sobre ellos y que la NASA tuvo que pactar con los tomateros en qué momentos podían fumigar y en cuáles no.