El brillo ha sido una constante en la historia de la Virgen de Guadalupe de La Gomera, no solo por su descubrimiento, sino además por la luz de la fe que se mantiene viva en miles de corazones y por el colorido que desprende tras la reciente recuperación de su policromía.

En el siglo XVI, los tripulantes de un barco que hacía su travesía hacia América, al pasar cerca de La Gomera, vieron en tierra muchas luces brillantes que salían de una cueva. Así que bajaron del navío y localizaron en dicha oquedad en la roca una pequeña imagen de la Virgen María con su hijo en brazos.

Los marineros trasladaron la imagen al barco, pero cuando se dispusieron a navegar no solo no pudieron sino que una bandada de gaviotas enloquecidas se abalanzó sobre el barco. Las crónicas destacan que una de esas aves intentó atrapar la imagen con sus garras y picos.

Todo ello dio a entender a los marineros que la Virgen deseaba regresar a su cueva, siendo llevada a dicho lugar para luego dirigirse al puerto cercano de San Sebastián de La Gomera, informando a las autoridades de lo sucedido.

Al final, todos fueron al lugar, llamado Puntallana, y allí se le construyó una ermita a la Virgen para que siguiera brillando para los gomeros y visitantes a la Isla.

Los trabajos de limpieza y consolidación de la policromía de la imagen de la "Gomerita" de Puntallana finalizaron este año, según informó en el pasado mes de septiembre la presidenta de la cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe. Ello aporta otro brillo más como es el del arte para los amantes de la imaginería.

De este modo, la talla de la patrona de La Gomera retornó a su morada de Puntallana, donde fue admirada y objeto de sentidas promesas.

La escultura, de color moreno, es de unos 25 centímetros de altura, flamenca del siglo XVI, creyéndose que es de procedencia sevillana, aunque algunos expertos atribuyen su origen en la ciudad de Malinas (actual Bélgica).

La Virgen Madre se presenta con el cuerpo ligeramente arqueado (típico de las imágenes góticas), mientras el Niño Jesús la abraza levemente, estando este de perfil. La imagen fue restaurada por el escultor orotavense Ezequiel de León, conocido por su restauración de la imagen de la patrona de Canarias, la Virgen de Candelaria en Tenerife. Durante esta restauración se descubrió su primitivo manto oculto por los repintes posteriores que le fueron practicados a la talla.

En su mano izquierda, la Virgen lleva un ramillete de flores doradas. Son un total de seis flores en cuyo centro cada una de ellas lleva una perla. Al parecer, se trata de un ramito de salado, planta que ocupa un importante papel en las celebraciones que se le dedican a la Virgen. Debido a la poca estatura de la imagen, y con el fin de realzarla, fue colocada sobre varios escabeles pintados de diversos colores: marrón, azul, rojo y verde, llevando este último el escudo de la Isla.

Cabe destacar que la pequeña talla consigue también mayor realce gracias a la corona. Tanto la de la Virgen como la del Niño están realizadas en plata y culminadas con unas pequeñas cruces. La Virgen, además, cuenta con el añadido de una aureola en forma de sol, con doce estrellas, en cada uno de sus extremos. Pese a no ser una imagen de vestir, generalmente aparece vestida con un manto que le cubre la espalda, mientras el resto del cuerpo frontal permanece visible.

La Virgen fue coronada canónicamente el 12 de octubre de 1973, día de La Hispanidad, habiendo sido coronada el mismo día, pero 68 años antes, la Virgen de Guadalupe de Cáceres. El rito de la coronación lo realizó el obispo de Tenerife Luis Franco Cascón, y actuaron como padrinos el gobernador civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife y su esposa.

Dicha coronación se realizó coincidiendo con la Bajada Lustral del año 1973, siendo un acto multitudinario en donde, según la prensa de la época, se congregaron en San Sebastián "más de la mitad de los habitantes de La Gomera", sin contar a los visitantes de distinta procedencia que acudieron a la Isla por ese motivo.

En 1964, la imagen de Guadalupe realizó una peregrinación extraordinaria con motivo de la construcción del Seminario Diocesano Nivariense, recorriendo toda la Isla, y el pueblo cantándole coplas salidas del corazón que se convertían por la fe en sentidas oraciones.

Peregrinaciones similares ocurrieron en las demás islas de la Diócesis de Tenerife con sus respectivas patronas.

Cada cinco años, en octubre, tiene lugar la Bajada de la Virgen a la Villa de San Sebastián. Al contrario que sucede en las otras bajadas de Canarias, esta es la única que se realiza siempre por mar.

La adornada nave principal, donde va ubicado el trono de la Virgencita Marinera, es custodiada por numerosas embarcaciones también engalanadas.

Nada más tocar el muelle, la ansiosa población espera a ritmo de tambores y chácaras el desembarque de las andas de baldaquino que portan a hombros los orgullosos romeros. Una vez en la rada de San Sebastián, los marinos desembarcan a hombros la imagen.

Es un honor para aquellos afortunados que consiguen trasladarla desde el barco engalanado hasta la orilla de la playa, momento en el que el estruendo de voladores y aplausos se une a los sones de dichos instrumentos musicales.

Organizada la procesión, comienza el baile hasta que el cortejo solemne hace su llegada a las Casas Consistoriales, donde se produce la recepción oficial de la Patrona de los gomeros.

El regidor municipal le entrega su bastón de mando a la Alcaldesa Honoraria y Perpetua de la Villa. Luego, la multitudinaria procesión continúa hasta la parroquia matriz de la Asunción, donde la Reina del Silbo es entronizada efímeramente para recibir la veneración de su emocionado pueblo.

Una vez la red viaria lo permitió, a partir de 1968 empezó a tener lugar la visita de la sagrada imagen a todos los pueblos y municipios de La Gomera, al igual que ocurre cada cuatro años, en la Bajada de la Virgen de los Reyes de la vecina isla de El Hierro.

El último brillo de la Virgen de Guadalupe sería el de la cara del gomero agradecido que al verla hace de la copla un sentido rezo en su corazón: "Virgen de Guadalupe,/ morenita agraciada,/ todo tu pueblo te aclama,/ Gomera de Puntallana".