Aún no está claro quién lo pasa peor el primer día de colegio. Si el aspirante a alumno de tres años que se enfrenta a una escenografía nueva, o los padres que se vuelven a casa o se incorporan a sus puestos de trabajo con un único pensamiento anclado en sus cabezas. "¿Cómo lo estará pasando ahora mi hijo/a?". El primer día de cole es una jornada de traumas compartidos: emociones que siempre se terminan desbordando en dos direcciones bajo la atenta mirada del mediador. El profesor (el interlocutor elegido para montar este reportaje es un maestro llamado Efrén) es el árbitro de una partida compleja que no tiene una duración fija.

Brazos, sujeciones al cuello, vuelta sobre sus pasos... Cualquier técnica vale para que el novicio no cruce el portal del colegio acompañado por su madre o padre. "Ellos ya han oído hablar de lo que les espera", dice el profesor, "pero la realidad es algo más dura... Las reacciones son muy diversas. Unos se muestran seguros y no tienen ningún problema a la hora de interactuar con todos los estímulos que se van a encontrar en el aula, pero otros son algo más reacios y les cuesta alejarse de sus padres", explica el educador consultado por EL DÍA sobre ese primer contacto con el cole.

Las primeras lágrimas no son una exclusiva de los pequeños que se estrenan en el segundo ciclo de infantil. Los nudos en la garganta y los ojos enrojecidos tienen una edad adulta. "Una niña puede estar tres o cuatro minutos llorando y, enseguida, buscar un elemento de distracción que es capaz de tranquilizarla, pero los padres se marchan con una sensación de culpabilidad que no es fácil de explicar. De hecho, su hijo/a ya está jugando tranquilamente con sus compañeros y ellos no paran de pensar si habrán hecho lo correcto".

A pesar de los consejos iniciales que se transmiten a los padres antes del verano -hay una reunión en el mes de junio-, el primer día no deja de generarse un estado de "shock" que va a ir desapareciendo conforme vayan avanzando los días.

"Se les pide que vigilen los ritmos de sueño, que haya mejoras en los controles de esfínteres, que los niños sean más autónomos -que desayunen solos, se vistan y sean capaces de tener controladas sus mochilas y otras pertenencias- y que, sobre todo, no les creen más presión a la hora de incorporarse a un medio que en muchos casos es nuevo para ellos", enumera el especialista sin obviar que "el paso previo por una guardería ayuda a que muchos de los mecanismos que hay que asimilar en las primeras semanas del curso ya están automatizados".

Diciembre, como norma general, es el mes en el que ya se ha completado más o menos la adaptación del alumno a su primer colegio, pero antes hay que iniciar otra miniadaptación que llegará en un par de se-manas. "Cuando el turno de clases sea doble, es decir, por la mañana y la tarde, hay que realizar un segundo trabajo con ellos porque el horario se les hace más pesado y es necesario reorganizar las actividades para que mantengan cierto interés en lo que están haciendo", dice sobre su estreno en el cole.