Las ciudades no se pueden expandir si no cuentan con recursos básicos. Uno de ellos, la escuela. A principios de los años 60, Inversiones Levantinas compró un millón de metros cuadrados -de la costa a las medianías- en Santa María del Mar para construir 550 viviendas. El gobierno del franquismo veía en esta zona "la ciudad satélite" que necesitaría la capital. Manuel Chinea y su mujer, ambos maestros por aquel entonces, aceptaron -a instancias de los promotores valencianos- la tarea de poner en marcha un colegio que diera respuesta a las demandas de escolarización de esa nueva población y en 1966 se creó, por orden ministerial, el colegio Virgen del Mar.

El centro ha cambiado en este medio siglo, pero sigue defendiendo los valores "humanistas" que lo llevaron a abrir sus puertas y que han hecho que la Consejería de Educación haya distinguido este año a uno de sus fundadores con la medalla Viera y Clavijo.

Chinea recuerda cómo surgió Santa María del Mar. "En 1960 aparecieron por aquí los directivos del Valencia Club de Fútbol, era la época en la que el Club Deportivo Tenerife estaba por primera vez en Primera División, y este grupo de inversores valencianos compró un millón de metros cuadrados. Hicieron un proyecto de la ciudad satélite de Santa María del Mar. Construyeron unas 50 viviendas. Una vez construidas tenían que atender la población escolar. Acudieron a nosotros, a mi mujer y a mí; ella ejercía en las Dominicas y yo en el Estado, porque había hecho oposiciones. Insistieron mucho y al final claudiqué. Se acondicionaron los bajos de dos locales comerciales y en 1965, cuando ya estaban las viviendas entregadas, se inauguró ese centro".

El Virgen del Mar es un centro concertado en el que hoy estudian alrededor de 1.200 alumnos y que oferta desde el primer ciclo de Educación Infantil -un solo grupo- a segundo de Bachillerato. Durante sus primeros cuatro años de vida fue el único centro de la zona: el colegio público se abrió cuatro años después, en 1970. El tiempo de vida del colegio ha exigido esfuerzos personales y patrimoniales de Chinea y su mujer, que han tenido que pedir préstamos para seguir avanzando y reconvirtiendo el colegio, que pasó de atender una demanda concreta a captar a alumnado de otros municipios.

Manuel Chinea contribuyó desde el principio a la puesta en marcha del centro, pero no fue hasta 1968 cuando pidió una excedencia voluntaria -tenía plaza de funcionario- para dedicarse en exclusiva a impulsar el colegio al que terminó dedicando más de media vida.

A punto de cumplir los 80 años, Chinea ya hace tiempo que dejó la dirección, pero sigue muy pendiente del centro. Él y su mujer fueron "un matrimonio pedagógico" y esa pasión creó escuela en su propia familia. Dos de sus cuatro hijos trabajan en el centro, uno como director.

Insiste en que la medalla que le ha concedido la Consejería es un premio "para todo el equipo docente, los que han estado y los que están". "Esto no es mérito mío: nadie es un talismán; lo que funciona es el trabajo colaborativo, pensar en común soluciones", insiste el docente. Además, destaca que ha tenido "la suerte" de "compartir la tarea" con su mujer. Para él, el mejor regalo es que su candidatura haya sido impulsada por el claustro del colegio.

Uno de los procesos más importantes que ha llevado a cabo el centro es "su transformación en un centro bilingüe" hace diez años. Hoy, más del 70% de la enseñanza se imparte en inglés. Los resultados "están ahí": el colegio es un centro examinador de Cambridge. Esto se traduce en que "el 80% de los alumnos de Secundaria cuenta con el B2" y "muchos estudiantes de Bachillerato tienen el C1".

La enseñanza del inglés es clave para este docente, que no entiende cómo el Archipiélago ha permitido que transcurra tanto tiempo sin solventar esta carencia. "El aprendizaje de idiomas es la asignatura pendiente de nuestra comunidad, no valen los paños calientes". Una prueba de ello es que cuando el centro decidió dar este salto se encontró con complicaciones para encontrar profesorado con el nivel de inglés requerido para dar clases. "A algunos los hemos tenido que traer del extranjero"

Además de dotar a sus alumnos de las competencias lingüísticas necesarias para el mundo actual -también aprenden alemán-, Chinea valora especialmente la formación como personas, de ahí que desde hace también cerca de un decenio implantara "la educación emocional" en sus aulas. "Hay que escuchar al alumno, ayudarle con sus problemas". La solidaridad, la promoción de la justicia social y el respeto a los demás son "los valores" que defiende la dirección del centro.

Al mismo tiempo, el centro se ha preocupado por incorporar las nuevas tecnologías y modelos didácticos novedosos, como el aprendizaje basado en proyectos, el aula invertida o la robótica. El equipo docente siempre está innovando. Tienen un convenio con la Sociedad Newton de Matemáticas y acaban de inaugurar una estación meteorológica en la azotea del edificio.

Todo suma, pero Chinea tiene claro qué es lo que siempre ha tenido más en cuenta a la hora de contratar al profesorado: "la vocación". La suya se nota enseguida. No solo habla con pasión de la profesión -"creo que es una de las mejores que existe"-, sino que, además, recuerda y enumera sin problemas los últimos premios que han ganado los alumnos.

En el Virgen del Mar se forma hoy la tercera generación: "tenemos a los nietos de los primeros alumnos", cuenta con orgullo. Desde sus inicios hasta ahora, Chinea no ha dejado de disfrutar con "la música" que se escucha en un colegio, es decir, el sonido de tantos niños juntos. "Nuestra mayor satisfacción, la de mi mujer y la mía, es ir por la calle y que un alumno te dé un abrazo cuando menos te lo esperas".