Lleva días siendo uno de los asuntos estrellas y, por supuesto, tampoco ha pasado inadvertido en Canarias. Diversos cargos públicos de Podemos en las Islas consultados ayer por EL DÍA muestran la disparidad de criterios existentes sobre el polémico chalé con piscina de Pablo Iglesias e Irene Montero. Muchos prefieren comentar su opinión, pero sin que salga su nombre (algo no habitual), aunque también los hay que defienden de frente y sin dudas al líder y a la portavoz en el Congreso. Eso sí, son más los que admiten que existe incoherencia o que muchos votantes lo pueden percibir así.

Entre las sensaciones y conclusiones, también sobresale la crítica al "claro" linchamiento personal, partidista y mediático a la pareja, así como el temor electoral, que si bien algunos no notan, otros sí palpan en la calle y hasta lo elevan al grado de "pánico" para las locales de 2019 y las Generales cuando lleguen.

Uno de los diputados regionales más nítidos en la defensa de Iglesias y Montero es Manuel Marrero. El exprofesor tiene claro que se trata de un linchamiento por parte "del sistema" porque Podemos no solo molesta, sino que se le teme porque así lo corroboran las encuestas. A su juicio, daba igual la casa que se comprara la pareja porque, "fuera la que fuera, les iban a criticar". En su opinión, lo del chalé se convertirá en un nuevo cliché en contra de la formación "como lo de Irán, Venezuela, la beca de Errejón...". Frente a otros, cree que esto no tiene por qué pasarles factura.

Otro representante que apunta a una campaña y acoso de "la derecha mediática y política" es Julio Concepción, consejero en el Cabildo tinerfeño. Siempre claro y directo, Concepción considera que la compra no les inhabilita, en ningún caso, para dirigir ni representar el partido porque, "a diferencia de otros, no han robado", lo pagarán de su bolsillo y siguen defendiendo las mismas políticas. "Me puedo sentir más representado por alguien con piscina que por uno con casa de obrero, pero con opiniones conservadoras", remarca. Eso sí, reconoce que se ha producido una "incoherencia, pero como la que cometo yo u otros que proponemos mociones a favor del desarrollo sostenible, pero nos movemos en vehículos a gasoil". De lo que no está seguro es de si tendrá efectos en las urnas.

El portavoz en esa institución, Fernando Sabaté, se limita a defender la libertad de cada cual para hacer con su dinero lo que crea oportuno, si bien reconoce que esa compra no le ha gustado.

El diputado en el Congreso por la Provincia tinerfeña, Alberto Rodríguez, también defiende a Iglesias y critica el revuelo. Siente "orgullo y preocupación. Orgullo por pertenecer a un espacio político que lleva desde 2015 peleando día a día para mejorar la vida de millones de personas, que cumple con trabajo serio y riguroso el programa y que vuelve a hacer historia preguntando a la gente sobre la continuidad de sus dirigentes. Si otros hicieran eso, quizás M. Rajoy ya no sería presidente. Y preocupación por la impunidad con que actúan estructuras mafiosas. Atacan, difaman, persiguen y acosan por pensar diferente. Es muy peligroso y pone en riesgo la convivencia y la democracia. Siempre condenamos cualquier expresión de violencia y nos aterra lo que ocurre, nos recuerda a otras épocas y latitudes que nos gustaría que jamás se repitieran".

Frente a esta visión, los críticos, incluso indignados con la compra, reiteran algo que también se da a escala estatal: prefieren no hablar por el bien de la pareja y la formación. Eso sí, creen que ha sido un error garrafal, casi impensable, que destroza el discurso, con consecuencias electorales porque ya lo aprecian en sus entornos y que resultará casi imposible maquillarlo o driblarlo hasta las elecciones. Se quejan, sobre todo, de la cuantía de la compra y la hipoteca, del momento y de la imagen que dan.

Por supuesto, son conscientes del "linchamiento" y el uso partidista, pero creen que era más que previsible y, por tanto, evitable. Es más, alguno hasta dice que, por ser cargo público, ha dejado a un lado reformas "necesarias" en su casa para que no se piense que disfruta de algún privilegio, aunque también avisan de lo malo que es una presión así en pleno embarazo.

Desde formaciones afines, como IUC, el coordinador en Canarias, Ramón Trujillo, indicó que, "con todo el cariño a Iglesias y Montero, hay que ser coherentes con lo que uno predica y hace". A su juicio, la compra ha sido un error y, también, implicar a la organización o fuerzas cercanas en su validación.

Mayor rechazo a la consulta a las bases

Más allá de la coherencia o no de una compra así con el discurso previo, lo que los cargos consultados no ven tan claro es la consulta organizada para que las bases convaliden o no la polémica decisión. Aunque la pregunta se limita a cuestionar si Iglesias y Montero deben seguir en sus puestos, y no hay ninguna referencia al chalé ni a otras cuestiones, diversos representantes públicos, que prefieren el anonimato, consideran que es un gran error mezclar este plano privado con la organización y blanquear lo que creen una evidente incoherencia. Además, están convencidos de que la continuidad de ambos ganará con claridad porque en esas consultas suelen participar los más movilizados y afines, aunque eso no significa, para nada, que la interpretación entre muchos votantes y la sociedad en general sea la misma. También sostienen que es un signo más de mesianismo y de mal asesoramiento a Iglesias. Hasta Marrero, que tiene claro el linchamiento, asegura que convocar la consulta "es un exceso" que podían haberse ahorrado, si bien subraya que ningún otro político de otras formaciones se jugaría así su futuro. Según anuncia, sí participará y los apoyará, lo mismo que hará Concepción, quien, en contraste, concibe como un gran acierto que se pregunte a las bases, "pues, en Podemos, todo depende de lo que decidan sus inscritos". Alberto Rodríguez cree que es un motivo para estar más orgullosos del partido, mientras que otras fuentes dicen que participarán para mostrar su rechazo a lo ocurrido y votar en contra de la permanencia de Iglesias, aunque son pesimistas y dan por hecho el triunfo de sus defensores.