José Pedro Sabina se considera un hombre del Renacimiento. Calificación que, según el punto de vista de este artista afincado en La Gomera, viene a resumir las mil facetas a las que se ha dedicado a lo largo de la vida, las pasiones que siempre ha dejado fluir y las aficiones que no duda en cultivar. Ahora ha llegado el momento de hacer una parada y reflexión, y para ello nada mejor que organizar una exposición de su obra escultórica que viene a resumir su trabajo durante las tres últimas décadas. O las tres primeras, según se vea. Pero, en definitiva, el tiempo exacto que ha transcurrido desde que organizó la muestra con la que inauguró este viaje, cuyo único destino es la creación.

Sabina se sitúa, por lo tanto, en el espacio y el tiempo exacto para reflexionar sobre su vida y obra. En este tiempo ha participado en 26 exposiciones individuales y tallado 736 esculturas, de las cuales ha logrado vender más de 600. Lo que da una idea muy aproximada del éxito y calidad de su trabajo. De este tiempo, la mitad ha transcurrido en La Gomera, lugar de nacimiento de sus abuelos y a donde decidió recalar para encontrar sus raíces y perseguir y encontrar a su particular musa.

La exposición, que se encuentra ya disponible en la Sala de Exposiciones del Cabildo de La Gomera y que se prolongará hasta el 16 de mayo, no es un mero recorrido vital, sino más bien una especie de compendio.

El presidente del Cabildo insular, Casimiro Curbelo, destaca la importancia de acercar el arte a la ciudadanía y de que las instituciones abran sus puertas para acoger este tipo de expresiones culturales "de las que los gomeros nos sentimos muy orgullosos". Curbelo recuerda que Canarias y, en concreto, La Gomera, cuenta con grandes artistas de reconocido prestigio como es el caso de Sabina, considerado como unos de los mejores escultores del país, por lo que agradeció que siga manteniendo vivas las raíces gomeras y apueste por la Isla para seguir exhibiendo sus obras.

La nueva exposición está dedicada a las Cariátides, esas figuras que a modo de columnas sostienen el Partenón griego y que, bajo su punto de vista, son una metáfora de la mujer actual; una mera pieza condenada a sostener a la familia y a la sociedad.

Dada la magnitud de su obra, ha optado por exhibir una amplia colección de fotografías de gran tamaño en las que se pueden contemplar su piezas y evolución. Pero, básicamente, su inspiración ha sido y sigue siendo única: la mujer y, más concretamente, el cuerpo femenino. Y es que más allá de un discurso estrictamente artístico y estético, Sabina se autodefine como un feminista convencido.

El lema utilizado en el último y multitudinario 8 de marzo, "si nosotras paramos se para el mundo", es secundado por este artista en su totalidad. "Creo que cualquier persona que haya tenido una madre, una hermana o una hija se vuelve feminista. Tal vez me acusen de subirme ahora de forma oportunista a este carro, pero lo cierto es que me subí hace ya muchos años. Desde que me volví un acérrimo defensor de la mujer", indica. "Y más aún cuando ves como algunas son víctimas del maltrato".

Sabina nació en el barrio santacrucero de Salamanca, en una casa que vendió hace poco, lo que más que una operación inmobiliaria considera un símbolo de ruptura con el exterior y de compromiso sin vuelta atrás con La Gomera. En su momento se convirtió en aparejador y como tal se trasladó a Lanzarote, donde conoció al tallista Domingo Abreu. Anteriormente había intentado canalizar su incipiente vocación artística a través de Bellas Artes, pero se dio cuenta de que por esta vía no iba a tener más salida que la docencia.

En la Isla conejera pasó más tiempo en el taller de Abreu que a pie de obra. Y allí fue donde se enamoró de la madera y de sus múltiples posibilidades. De aquella época no solo le queda lo aprendido, sino que aún guarda unos trozos de este noble material que consiguió en una iglesia de Teguise de más de quinientos años y que a veces utiliza de forma muy dosificada para elaborar sus piezas de auténtica pata negra.

El arte se convirtió en su gran pasión, pero para poder sobrevivir y mantener a su familia seguía dedicándose a la construcción. Por ejemplo, participó en el diseño de la urbanización turística Anfi, en el Sur de Gran Canaria. Poco a poco consiguió hacer de su vocación su forma de vivir y en la actualidad, ya jubilado, envía sus piezas a galerías de Madrid, Barcelona o New Jersey, donde son muy valoradas por los clientes. Pese a lo que se podría pensar, el grueso de su obra se vende en estos enclaves y no tanto en La Gomera.

Asegura que en principio no se tomó su faceta artística muy en serio y que no fue hasta nueve años después de comenzar a tallar esculturas cuando decidió a exponerlas. El motivo es un elevado nivel de autocrítica que le llevó a la conclusión de que "nadie debe dar a conocer su trabajo hasta que tenga un estilo propio". Y ese momento mágico ocurrió en 1988. En esas fechas organizó una exposición con 22 piezas, de las que casi de golpe se vendieron 20. No se lo podía creer. Cuando su hija se lo contó se quedó absolutamente asombrado. Había dado en la clave y acertado en el momento justo.

Uno de sus recuerdos más queridos es cuando un señor le llamó y empezó a alabarlo. Al preguntarle con quién hablaba le dijo que era Rafael Arozarena, el escritor tinerfeño ya fallecido. "Entonces me tengo que levantar para hablar con usted" fue su respuesta inmediata. Luego este autor escribiría toda una página completa en un periódico alabando su obra. "Un periodista dedicado a la cultura me dijo que era algo inaudito tanta crítica positiva". En aquel artículo, entre otros aspectos, Arozarena denunciaba la ceguera del Ayuntamiento de Santa Cruz por no situar una de sus piezas dentro la exposición de esculturas en la calle.

"Y me parece bien porque mi obras no son para estar encerradas. Tengo la suerte de trabajar como satisfacción personal y de que muchísima gente comulgue con lo que hago. Aunque desde un principio hice caso al consejo que me dieron de que, si solo hacía algo porque se vendía bien, entonces lo mejor era dedicarse a otra cosa". Otra de sus múltiples facetas fue el cine, mundo al que se lanzó con los hermanos Ríos, cuya experiencia en el séptimo arte está más que contrastada.

A La Gomera, cuna de sus abuelos, llegó hace quince años como aparejador con el fin de participar en la construcción de la urbanización Don Tomás, en Alajeró. En esta Isla conoció a su actual "y extraordinaria" compañera, y el resultado es que la mitad de su carrera artística ha transcurrido en esta tierra. Con el tiempo llegó a tener más ingresos como escultor que como aparejador, pero ahora esa competencia se ha terminado. Una vez que se jubiló dedica casi la totalidad de su tiempo a la escultura y a investigar desde todos los ángulos y perspectivas posibles la figura de Cristóbal Colón, lo que no es una contradicción con elaborar a la vez cuentos y cómics sobre el descubridor.

El artista se muestra sorprendido por el desconocimiento que existe entorno al navegante y que él poco a poco ha logrado ir sacando a la luz. Por ejemplo, que dos papas intentaron canonizarlo o que fue imposible celebrar el segundo y tercer centenario del descubrimiento de América. Y las razones por la que ocurrió así tienen que leerla en sus escritos.