La recuperación empezó en Canarias en 2014, cuando los principales indicadores macroeconómicos, como el Producto Interior Bruto (PIB) o la tasa de desempleo, experimentaron una leve mejoría. Sin embargo, la salida de la crisis ha dejado la región en peor posición que la de partida: la economía del Archipiélago hoy es más dependiente del turismo y del sector servicios y su sociedad es más desigual, lo que tiene una repercusión directa en la calidad de vida de las personas, pero también en el potencial económico de la región.

Esta es una de las principales conclusiones que se extraen del informe "Desigualdad de oportunidades y movilidad intergeneracional en Canarias", elaborado por el Centro de Estudios de Desigualdad Social y Gobernanza (Cedesog) de la Universidad de La Laguna y financiado por la Fundación CajaCanarias.

El documento recalca que la vuelta a la senda del crecimiento se ha impulsado en una economía cada vez menos diversificada y que las Islas tampoco han recuperado los niveles de renta per cápita previos a la crisis. "La renta por habitante en Canarias es en la actualidad un 7% inferior a lo que era en 2008 -llegó a perder hasta un 12% entre 2013 y 2014- y ha consolidado la tendencia de divergencia hacia la renta por habitante nacional iniciada a mediados de los 90. Hoy, la renta por habitante en Canarias es un 82% de la nacional y apenas un 66% de la comunitaria".

Además, el estudio pone el foco en uno de los mayores problemas a los que se enfrentan las sociedades desarolladas hoy: la desigualdad. Canarias es una de las regiones españolas donde la diferencia de recursos entre la clase alta y la baja es mayor. "Los datos revelan que el 30% de la población con mayor nivel de ingresos capta el 50% de la renta total". En las Islas, "el 10% de población con mayores ingresos tiene una renta media que es, aproximadamente, siete veces la del 10% con menor nivel de ingresos".

Hay muchas circunstancias que explican estas diferencias entre los individuos. El Cedesog destaca varias. La primera, "ser mujer", que supone en torno a un 15% menos de ingresos.

La segunda, el origen de los individuos. Ser canario y haberse movido de la isla de origen, o ser originario de la Península, son circunstancias que suponen alrededor de un 25% más de ingresos.

En tercer lugar, un individuo que proceda de una familia monoparental está penalizado con un 15% de renta menos que uno nacido en el seno de una familia tradicional.

En cuarto lugar, la ocupación de los padres puede llegar a suponer un ingreso un 18% mayor si el padre del individuo contaba con una ocupación de estatus alto respecto a una de estatus bajo.

En quinto lugar, haber tenido un mal estado de salud durante la infancia/adolescencia supone tener aproximadamente un 17% menos de ingresos.

La sexta circunstancia, haber ido a un colegio privado o concertado -algo que de por sí está vinculado al origen social- implica un 14% superior de ingresos respecto a los centros públicos.

Por último, un buen ambiente familiar durante la infancia (que los padres lean habitualmente e inculquen a sus hijos la importancia del esfuerzo) también favorece un mayor nivel de ingresos, aunque su significatividad se pierde una vez que todas las circunstancias anteriores se incluyen.

La crisis no solo ha sacado a la luz disparidades que ya existían pero estaban ocultas detrás de la bonanza económica, sino que también "ha puesto en duda la capacidad de las instituciones para crear un entorno favorable a la igualdad de oportunidades". En un contexto así, los autores han detectado cada vez más indicios en favor del atasco del "ascensor social''.

"La probabilidad de ascenso social apenas ha cambiado: al tiempo que el reparto de la renta y su acumulación en un número menor de manos se ha hecho más evidente, las probabilidades de que los hijos de la clase baja y media opten a escalar socialmente es aún reducida en las Islas", lamentan los autores.

Ejemplo de esta tendencia es que se ha hecho evidente "la saturación de titulados superiores en un sistema que no genera el suficiente trabajo cualificado, que no se mueve lo suficientemente rápido hacia sectores o actividades de mayor valor añadido y conocimiento incorporado".

Las consecuencias no son -ni mucho menos- exclusivamente económicas. Escenarios así, donde la falta de inclusión es la tónica dominante, suponen un riesgo de ruptura social, pero también de pérdida de legitimidad política y descrédito y desafección hacia las instituciones.