Una frase de un manuscrito de 1803 ha sido considerada hasta ahora como el "salmo canario" o "padrenuestro guanche". El investigador José Barrios demuestra que se trata realmente de una oración en la lengua de los indios hurones de Canadá y que, por lo tanto, no tiene relación alguna con los antiguos isleños.

José Barrios, que es profesor titular de Análisis Matemático de la Universidad de La Laguna y doctor en Historia, señala en una entrevista a EFE que, aunque sea "una muy mala noticia" que la frase en cuestión no tenga nada que ver con los antiguos canarios, aclarar su origen permite avanzar sobre "sendas más seguras" en el estudio de las hablas isleñas.

"Disponemos de muy pocas frases canarias y ahora tenemos una menos", explica el investigador, que ha publicado su estudio "Las seis vidas de una frase: el salmo canario o padrenuestro guanche" en el último número de la revista Tabona.

La conclusión a la que ha llegado José Barrios pone además en entredicho la presencia de esta frase en la tradición oral del sur de Tenerife en la segunda mitad del siglo pasado, así como la metodología empleada en una reciente transcripción al bereber.

La frase en cuestión es "Atisa cagnren cha ondikhuesate antichiaha onanda erari", y fue descubierta en 1934 por Emilio Hardisson en el citado manuscrito de 1803, que aparentemente recogía el tercer versículo del salmo 113 traducido a la lengua de los antiguos canarios.

En la década de los 40 D. J. Wölfel y otros investigadores no llegaron a ninguna conclusión sobre su posible traducción o fiabilidad, y se apuntó que fuera una traducción al guanche del comienzo del padrenuestro.

De ahí el nombre alternativo que recibe tradicionalmente, detalla José Barrios, quien demuestra que la fase tiene su origen en una oración religiosa compuesta en 1636 por el jesuita Jean de Brébeuf en la lengua de los indios hurones del Canadá.

Barrios divide la historia de la frase en seis "vidas" o etapas, desde su primera aparición en el año citado hasta su completamente errónea transcripción bereber en 2011, pasando por "los sorprendentes testimonios que afirman su pertenencia a la tradición oral del sur de Tenerife".

El fraile jesuita Jean de Brébeuf, que evangelizó en el siglo XVII en las inmediaciones del lago Hurón, redactó un informe de lo acontecido esos años en la región y publicado en 1637.

La relación del padre Brébeuf contiene una larga oración religiosa compuesta en la lengua de los indios hurones con su correspondiente traducción francesa y en ella pueden verse los dos fragmentos que conforman la frase encontrada por Hardisson en el manuscrito de 1803.

Esta es para José Barrios la primera vida de la frase, mientras que la segunda hay que buscarla en una obra del padre Athanasius Kircher publicada en Roma en 1646, "Ars magna lucis et umbrae".

El investigador explica que Kircher aprovechó dos fragmentos de la oración del padre Brébeuf para formar una sola frase e ilustrar un grabado incluido en su obra con una oración en la lengua de los indios canadienses.

La frase entra en la historia de Canarias en 1803, cuando Francisco María de Ardanaz y Ormaechea, entonces joven celador de la Biblioteca Real, prepara una vitela con "diversos caracteres de letras que han usado la mayor parte de las naciones del mundo".

Una de sus fuentes de inspiración debió ser el grabado de Kircher, que reprodujo libremente pero con un pequeño error: donde el original ponía "Canadicé" él debió leer "Canaricé", porque citó la frase etiquetándola en castellano como "Canario", y de ahí la confusión.

En el verano de 1934 la vitela viajó de Cádiz a Tenerife en el equipaje del maestro nacional Alfredo Martín, que la había heredado de un tío suyo y durante la travesía se la mostró a Emilio Hardisson, que leyó la frase y, naturalmente, pensó que tenía delante una frase de la antigua lengua de las islas.

Como tal fue presentada oficialmente a los investigadores del Instituto de Estudios Canarios en 1934 y aunque en su momento pasó desapercibida, en la década siguiente se propusieron varias interpretaciones e incluso surgió "un áspero debate" entre Wölfel y Álvarez Delgado, que no alcanzaron un consenso sobre su origen y significado.

A partir de ahí la frase cae en el olvido hasta que, en el año 2010 Fernando Hernández, un periodista y escritor de Arafo señala en su libro "Taucho, la memoria de los antiguos" que su abuelo acudía en la década de los 70 del siglo pasado con un grupo de amigos cada 21 de junio a una ceremonia solsticial de origen guanche, en la que pronunciaba su propia versión de este salmo.

"No sabemos cómo una frase de los indios hurones del Canadá aparece formando parte de supuestos rituales guanches mantenidos en la tradición oral del sur de Tenerife" por el abuelo de este escritor, puntualiza Barrios.

En 2011 la frase recobra una nueva vida a través del estudio lingüístico llevado a cabo por Ignacio Reyes, quien "sin ningún tipo de cortapisas metodológicas", elabora una "prácticamente incomprensible transcripción al bereber" y aprovecha la traducción para internarse en los aspectos cosmogónicos de la citada expresión "todos ellos plagados de afirmaciones erróneas o completamente infundadas".

"Creo que no se le puede pedir más a una frase en la lengua de los indios hurones del Canadá", señala José Barrios, quien asevera que este caso pone de relieve la necesidad de extremar las precauciones y actuar con un mínimo de prudencia metodológica en el análisis lingüístico y la recuperación de supuestos rituales guanches.