Sí, hay mucha discusión en redes sociales, entre grupos de amigos y hasta discusiones improvisadas en bares y otros sitios en los que, de vez en cuando, se justifica el proceso independentista catalán y hasta se reivindica algo similar para Canarias. Sin embargo, y a la espera de qué cantan las murgas, siempre apegadas a un fuerte sentimiento nacionalista y hasta soberanista desproporcionado respecto a los resultados electorales en las Islas, la reacción en el Archipiélago ante los sucesos catalanes se torna en contra de los secesionistas y a favor del Estadio y la unidad de España.

Como en otras regiones, así lo muestran numerosos balcones con la bandera constitucional (hay alguna azotea en La Orotava hasta con la del "aguilucho" franquista con plena impunidad, pero desde hace ya años), lo que contrasta con las escasas exhibiciones de paños de siete estrellas verdes que, en un claro efecto colateral, encima no se dejarán entrar a recintos deportivos. Pero, más allá de la pretendida o no guerra de banderas y a que el conflicto se lleve a las bajas pasiones de los extremos, lo cierto es que el apoyo al salto al vacío (en buena parte) dado por los independentistas catalanes ha sido escaso o más bien nulo en Canarias.

Primero, porque ningún partido relevante lo ha respaldado. Más allá de la postura de Podemos, en contra de la independencia pero también del 155, así como en defensa de un referéndum pactado, o de la abstención de NC en el Senado, CC se ha alineado claramente con los llamados partidos constitucionalistas y, con ella, su aliado PNC.

De hecho, el líder del PNC, Juan Manuel García Ramos, lleva tiempo alertando de la deriva en Cataluña, criticando la apuesta y formas del frente secesionista y contrastándolo con las reivindicaciones de más autonomía de su formación para Canarias, pero siempre dentro del marco legal, sin aventurismos ni fractura social. Eso sí, y como remarcaba el pasado viernes en un artículo en este periódico, el diputado y profesor de Filología Hispánica en la ULL tiene claro que si hay alguna comunidad española con motivos poderosos y sobrados para la soberanía y opciones de ser reconocida internacionalmente es, sin duda, Canarias.

Claro que hay grupos como Alternativa Nacionalista Canaria (ANC), Azarug y otros que tienen una visión diferente, defienden el proceso catalán y el derecho genérico de autodeterminación, pero sus manifestaciones son minoritarias respecto al resto de la sociedad.

El también profesor de la ULL, pero de Ciencias Políticas, José Adrián García Rojas entiende perfectamente esta reacción tan tibia. A su juicio, el hecho de que buena parte del soberanismo canario se haya integrado en CC-PNC explica este enfriamiento, por mucho que haya personas en esas formaciones que sí tienen aspiraciones o sentimientos independentistas. No obstante, considera aún más relevante el rechazo generalizado que despierta el desafío catalán por su carácter básicamente ilegal, por sus "mentiras" y hasta el uso de los sucesos del 1 de octubre, que la prensa internacional acabó relativizando o minimizando "al comprobar que los propios dirigentes del secesionismo no visitaban a los heridos por las cargas policiales".

Como otros estudiosos, García Rojas tiene claro que la reacción habría sido diferente en las Islas en la Transición, cuando había mucho más apoyo al independentismo canario, "sobre todo en la Universidad". No obstante, recuerda que "ni el partido de Antonio Cubillo logró mucha representación institucional, salvo algún que otro edil". Además, alude a la casi "ridícula" concentración de apoyo a los independentistas catalanes que se topó hace días en la plaza Weyler, "donde casi no había nadie".

El diputado regional de Podemos y profesor de Sociología en la ULL, Francisco Déniz, coincide en que los sucesos en Cataluña habrían tenido mucho más respaldo en las calles canarias de haberse producido a finales de los 70 o los primeros 80. Una etapa en la que la UPC, amalgama del nacionalismo de izquierda con muchos independentistas, incluso logró meter a Sagaseta como diputado en las Cortes. A su juicio, la efervescencia del soberanismo se enfrió con el triunfo del PSOE de 1982 porque había que asentar la democracia, amenazada por los golpes militares y civiles, y el estado del bienestar, con lo que, a finales de los 80, el independentismo fue siendo cada vez más testimonial. Eso sí, pese a la tibieza actual, cree que el sentimiento soberanista canario, por mucho que no haya lengua propia, no se debe subestimar, "ya que puede despertarse con fuerza en cualquier momento". Asimismo, recuerda que, de joven, abogó por la abstención ante la Carta Magna por no incluir el derechos de los pueblos a la autodeterminación.

A mediados de los 80 comenzó a militar en el nacionalismo de izquierda José Manuel Hernández. Este historiador y líder en su día de IPO-LV, que logró 5 ediles en La Orotava en 2003, nunca ha escondido su apuesta por el soberanismo isleño o, al menos, el derecho de autodeterminación. En su opinión, el proceso catalán se ha acelerado en exceso y que no haya habido un referéndum con garantías y negociado reduce mucho los posibles apoyos exteriores, aunque cree que el Estado español tiene un claro problema territorial que no ha querido abordar o que se alimenta en pro del discurso de la derecha y en parte del PSOE, en lo que coincide con Déniz.

Una bandera prohibida en alcaldías, sedes y despachos de CC

La reciente prohibición de la entrada a recintos deportivos de la bandera de siete estrellas, que, desde Secundino Delgado, siempre representó al independentismo canario, puede desatar situaciones bastante surrealistas. Como que esa prohibición coincida con la exhibición que hacen algunos alcaldes, como el de La Laguna, José Alberto Díaz, de ese paño en su propio despacho de Alcaldía, donde recibe todo tipo de visitas; o que el grupo de CC-PNC la tenga en sus dependencias en el Parlamento canario, en diversos despachos y en casi todas sus sedes de las Islas. García Ramos no entiende una medida así y el profesor García Rojas prefiere no entrar en los motivos de la liga de fútbol para esa decisión o en si obedece o no al Consejo Superior de Deportes, pero apuesta por hablar de bandera "no estatutaria" a no oficial y no cree que suponga ningún problema. De hecho, cree que los canarios se identifican con ella y entiende que CC la acabara asumiendo como propia. Déniz se muestra más bien indignado y cree que la prohibición en el Rodríguez López obedece más bien a una visión conservadora de los dirigentes del Tenerife, expresión que cree muy extendida en todo el Estado por una reacción centralizadora que considera muy contraproducente. Para Hernández, la prohibición resulta indefendible y no cree que vaya a tener mucho éxito. Al contrario.