Antes de que el sol se asomara precedido por una mañana de viento, frío y niebla se celebraba en el santuario de La Dehesa la solemne misa de Eucaristía.

El reloj y los corazones marcaban las seis de la mañana cuando cuatro pastores levantaron la imagen de la Virgen de los Reyes y, superando las adversas condiciones meteorológicas, hicieron entrega a las autoridades de la Madre Amada, quienes trasladaron la imagen hasta la Piedra del Regidor, tal y como establece la tradición.

Allí, y después de escuchar la sentida Loa de Carmen González, acompañada por dos jóvenes, los fervorosos fieles rompieron a aplaudir y entre lágrimas de emoción, el silencio se fue rompiendo con el sonido de los pitos, las chácaras y los tambores.

Comenzaba entonces la marcha desde La Dehesa hasta la raya del Cepón, sin que el viento, la niebla, el frío y la lluvia consiguieran deslucir la manifestación de fe y la renovación del voto por parte del pueblo herreño.

Allí se encontraba el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, quien emocionado por la manifestación de fervor popular aprovechó para rogarle a la Virgen.

Tras salvar un prolongado desnivel en ascenso, miles de personas enfilaban con las primeras luces del alba una caminata cargada de esperanza y en la que cada pueblo controla su raya; cada cuál sabe lo que tiene que hacer y para que no se produzca ningún tipo de interferencias ni de desencuentros que puedan afectar al buen andar de la maratoniana jornada están los pastores, vigilantes de un armónico y buen desarrollo.

La anécdota se produjo en la ausencia de la venia final, ese momento un tanto especial en el que todos los bailarines ponen rodilla en tierra en la Cruz de los Reyes y que, en esta edición de 2017, no se realizó ante el desconcierto de propios y extraños. ¿Acaso un mal entendido entre los responsables musicales de unos y otros pueblos? Puede ser una posible explicación.

Como también entra en el territorio de lo mágico el hecho de que la niebla, abundante y persistente en gran parte del recorrido, desapareciera en el momento en que la imagen de Nuestra Señora de los Reyes hizo su aparición en el espacio donde se ubica la cruz que lleva su nombre. En ese instante, el cielo se aclaró... Para unos, simple coincidencia y para otros, un "pequeño milagro".

La Madre Amada, después de un descanso en el Mirador de La Gorona, se despedía del pueblo de Sabinosa, con el horizonte que marca la distancia de los 28 kilómetros que restan hasta la Villa de Valverde, donde la imagen quedará acogida en la iglesia de La Concepción,

Tras el desayuno en la Cruz de Los Humilladeros, la Virgen lanzaba una última mirada hacia su casa, el santuario de La Dehesa, lugar al que no regresará hasta el próximo 5 de agosto.