Algunos militantes que meditan su voto resaltan su fuerza vital, el contenido global y envolvente de su discurso y su capacidad para llegar desde las tripas, aunque reivindique el socialismo desde el corazón y la cabeza. Su intensidad, empatía y sentimiento "100% PSOE", como grita su lema, sin duda se palpan y sus mensajes, lejos de lo que le censura Pedro Sánchez, miran más al futuro que al pasado. Y, sin embargo, el mitin de ayer de Susana Díaz en la sala santacrucera La Cascada careció de la atmósfera de victoria, de pulsión de cambio, rejuvenecimiento y reimpulso del proyecto de centroizquierda desde la izquierda que sí aromatizó el espacio Aguere el pasado miércoles durante la intervención del exsecretario general.

Y eso que, si el PSOE no viniese del crudo comité del 1 de octubre, su intervención de ayer podría resucitar a cualquier partido de la rosa y el puño en plena crisis de la socialdemocracia, tanto en resultados como en sintonía con la sociedad europea, quizás con la excepción de Portugal, como recalca Sánchez.

Y eso que la presidenta andaluza entusiasmó en varios momentos a los muchos dirigentes claves del PSOE tinerfeño presentes, especialmente del Sur, y hasta lanzó cargas de profundidad sociopolíticas, casi filosóficas. Como al asegurar que todo cambiará más por la "robotización" de la vida, que hará que hasta desaparezcan las cajeras de supermercados y que obliga a partidos como el suyo a prepararse para liderar "la IV revolución industrial". Un cambio que deparará nuevos nichos de empleo y que, "como España al PSOE", necesita de una gestión socialista que priorice la igualdad (y no solo de oportunidades) para minimizar la brecha entre los que tienen y los marginados.

En un discurso y un acto mucho más largo que el de Sánchez, Díaz insistió en sus mantras de que no quiere un PSOE en el que funcionen los clichés, los personalismos y enfrentamientos, subrayando que, gane quien gane, debe liderar desde la unidad. También reiteró que ser socialista es antónimo de nacionalista y desplegó su comprensión con los canarios porque, como los andaluces, representan "el sur del sur", dieron una lección con los cayucos cuando Europa ahora avergüenza con los refugiados y disfrutaron del "progreso" que supusieron los cuatro gobiernos de Felipe, sobre todo para apuntalar la sanidad y educación universales, así como para modernizar al país e integrarlo en la UE sin complejos.

Por supuesto, reivindicó a Zapatero por acabar con los años tristes y bélicos de Aznar y por hacer una sociedad más integrada, presentando a ambos presidentes socialistas como los mejores. No obstante, puso más énfasis en revocar la reforma laboral, igualar salarios, apoyar a las camareras de piso, rechazar las cuentas del PP (entre otras cosas, por negar a la dependencia 2.000 millones), luchar contra el terrorismo machista o lograr que la educación reequilibre el país. Y, sin embargo, no se sintió aroma de triunfo, quizás porque Sánchez llevó el doble de personas a su acto, si bien otra cosa es que todos voten.