A pesar de los miles y miles de veces que se cita ese pasaje de la novela del noble siciliano Lampedusa, El Gatopardo, en el que el sobrino del príncipe de Salina, consciente de los momentos de cambio histórico que vivía la sociedad italiana, le dice a su tío con toda la carga cínica que uno se puede imaginar la frase que todos recordamos: "Si vogliamo che tutto rimanga como è, bisogna che tutto cambi", "si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie".

Por decirlo pronto y con cierta temeridad, esto es lo que ha ocurrido con el nacionalismo canario desde que una coyuntural aritmética parlamentaria concedió la oportunidad de fundar Coalición Canaria en abril de 1993. En esa federación de partidos estaban todos los que eran, exceptuando las organizaciones declaradas abiertamente como independentistas.

Han pasado los años y consecuentemente se han producido los abandonos y las rupturas que el curso del tiempo siempre impone, pero el grueso de aquel proyecto político sigue en pie y nadie le podrá negar que retiene parte del poder ostentado en su fundación. Manda en cinco cabildos y es grupo mayoritario en el Parlamento de Canarias, además de los muchos ayuntamientos que gobierna y cogobierna, aunque la representación en las Cortes Generales ha descendido de modo ostensible. Muchos miles de votos se han ido perdiendo en el camino.

Nacionalismo y poder político e institucional. De eso se disfruta desde el citado 1993. ¿Alguien puede negar que el estado de bienestar no ha avanzado en esos veinticuatro años de hegemonía nacionalista? Todos los parámetros avalan ese salto cualitativo, aunque, pasada la crisis 2008-2014, las altas tasas de desempleo y las deficiencias en algunos servicios públicos como la sanidad y la dependencia, junto a la escasez de vivienda pública, enciendan algunas alarmas desde luego nada tranquilizadoras.

Pero ¿qué ha hecho el nacionalismo en el poder en cuanto a fortalecer las estructuras de un verdadero autogobierno de nuestro pueblo? En cuanto a traducir nuestra condición de nacionalidad -estatutariamente desde diciembre de 1996- en una verdadera herramienta para modificar las estructuras de poder en Canarias y para dotarnos de un sentido de Estado en este Atlántico Medio, como lo es Malta en el Mediterráneo con apenas 316 kilómetros cuadrados.

La insularidad es un hecho innegable y tiende a modelar la vida de todos nosotros y a organizar la vida de nuestras sociedades. La nacionalidad es una aspiración política que tenemos que construir día a día. En ese empeño, CC y PNC llevamos trabajando juntos desde 2006.

Canarias ha de ser un solo pueblo en marcha, como reclamó Secundino Delgado hace ya más de un siglo, aunque muchos nacionalistas de nuevo cuño olviden la labor de nuestros antecesores en crear conciencia nacional canaria. No digamos ya nada de los representantes de los partidos estatales españoles en Canarias, que ni siquiera llegan a reconocer que existe cada año un debate sobre el estado de la nacionalidad canaria y huyen de pronunciar la palabra "nacionalidad" en sus intervenciones parlamentarias como si huyeran del fuego.

El nacionalismo es una herramienta para construir el presente y el futuro de nuestro pueblo, pero esa herramienta hay que articularla en objetivos políticos a corto, medio y largo plazo, objetivos reconocibles para todos y de acuerdo con las circunstancias de cada momento.

En el proceso nacionalista canario hemos de separar lo que hay de real y de posible en la aplicación de los principios ideológicos y de los objetivos políticos de lo que hay de especulativo y de hipotético.

En otros escritos anteriores nos hemos cansado de recordar algunos objetivos políticos nacionalistas encauzados en estos últimos lustros y no dejaremos de mencionarlos aunque pequemos de reiterativos. Insistamos en revisar la Ley 44/2010, de 30 de diciembre, de Aguas Canarias, y estudiar su aplicación y su ampliación. En profundizar en las directrices marcadas por el acuerdo del Parlamento Europeo de mayo de 2009 sobre control poblacional y control inmigratorio en Canarias tras el informe de la europarlamentaria francesa Margie Sudre. En potenciar una RTVC identitaria, capaz de divulgar nuestra singularidad como pueblo. En una policía autonómica que acabe de una vez con los problemas de seguridad en Canarias y con la dejadez estatal de no completar los catálogos de los puestos vacantes en las fuerzas y cuerpos de seguridad destinados en Canarias. En ajustar el funcionamiento de herramientas como el REA y el AIEM para apoyar sin paliativos las producciones alimentarias autóctonas, hoy en inferioridad ante importaciones desleales. En la defensa de las empresas canarias y en una reforma laboral que dé preferencia, sin timideces, a los canarios a la hora de ocupar los puestos de trabajo creados en el Archipiélago. En disciplinar nuestra planificación académica superior y nuestra investigación y adaptarlas a lo previsto en los Campus de Excelencia Internacional de las dos universidades canarias, denominados en singular Campus Atlántico Tricontinental, y en la conocida como RIS3 un documento inserto en la Estrategia Europea 2020, elaborado por la ACIISI y consensuado con todos los agentes implicados. Agenda de transformación social y económica que apoya a la investigación científica y sus posibles aplicaciones económicamente productivas. En recuperar una entidad financiera canaria, como las desaparecidas cajas, y abrir un debate sobre la declaración de beneficios en Canarias de las multinacionales que explotan nuestra riqueza: hoteles, seguros, bancos... En potenciar la cultura canaria con decisión. Cuidar con esmero y rigor los contenidos canarios que se imparten en los planes educativos actuales. Creación de una editora nacional canaria que dé a conocer a nuestros autores, en particular obras que nos ilustran sobre nuestro pasado, tipo El pleito insular, de Marcos Guimerá... Previsión de fondos para cubrir la internacionalización de nuestros artistas. En divulgar nuestros símbolos, como la bandera tricolor con siete estrellas verdes y el himno, que nos representan como pueblo. En proseguir tras la consecución de nuevas competencias cedidas por el Estado por medio del artículo 150.2 de la actual Constitución, o de las próximas constituciones, como una hacienda propia para Canarias, tipo concierto vasco o convenio navarro; relaciones exteriores; Justicia autóctona...

El 25 de octubre de 2014, Coalición Canaria celebró una conferencia política en Las Palmas de Gran Canaria bajo el signo de "Canarias 20". De esa conferencia liderada con acierto por el catedrático de Economía Financiera de la ULL Urbano Medina, me quedé con dos ideas. Una: Canarias, desde el punto de vista económico, es autosuficiente; dos: quizá el nacionalismo que defiende CC deba cambiar de nombre. La primera idea vigorizaba nuestro sentimiento nacionalista y nos daba alas para pensar con mayores planteamientos soberanos en el futuro; la segunda era una advertencia a la que nadie le ha querido hacer caso.

Los nacionalistas celebramos congresos y seguimos repitiendo ideas muy viejas, ideas con las que rivalizamos con los partidos estatales españoles que operan en Canarias: REF, financiación autonómica, cada vez queremos ser más ultraperiféricos, y toda la caterva de la neopolítica, incluida la denuncia de los populismos... Pero los nacionalistas canarios pensamos poco en un verdadero cambio de paradigma en cuanto a enfrentar los nuevos tiempos. La globalidad nos exige nuevos reflejos y nuevos riesgos que debiéramos convertir en oportunidades.

Mientras partidos emergentes como Podemos plantean primero convertirse en portavoces hegemónicos de los indignados por la crisis de 2008 y a continuación hablan de Estado plurinacional o de autodeterminación, sin complejos y haciendo uso de un descarado oportunismo, nosotros, los nacionalistas canarios, abandonamos los pocos instrumentos que nos diferenciaban del resto de las fuerzas políticas del Archipiélago, como nacionalismo atlántico no independentista, en lugar de hacer esos instrumentos más activos y operativos, y no dejarlos sin contenido. Con lo que esto conlleva de peligro de dilución de nuestro discurso ideológico y de dificultad a la hora de precisar las propuestas políticas que lleguen a nuestro potencial electorado.

No quiero pensar que hayamos adoptado el sanchopancismo del sobrino del príncipe de Salina y estemos en plan de cambiar lo menos posible para que todo siga como está y no atente contra la zona de confort de unos pocos. El tiempo nos devorará.