La huella del artista Lanzaroteño César Manrique sigue viva en Canarias gracias al "innovador" diálogo que estableció entre el trinomio de "arte, naturaleza y territorio", según ha explicado el portavoz de la Fundación César Manrique, Alfredo Díaz.

"Cuando César Manrique plantea el trinomio arte-naturaleza-territorio, se trata de una innovación absoluta y adquiere un compromiso con territorio. Fue un absoluto pionero estos temas, y ya hablando desde una perspectiva internacional", aseveró.

A menos de un mes del aniversario de su nacimiento, el 24 de abril de 1919, del que pronto se cumplirán 100 años, la influencia de Manrique sigue vigente en toda Canarias pero especialmente en la isla de Lanzarote, que sería imposible imaginarse tal y como es hoy sin él.

El turismo y el urbanismo siguen rigiéndose en Lanzarote por las recomendaciones de este gran artista canario: "La gran obra de César Manrique es Lanzarote, es la isla en sí, es reinventar la isla, que ya tenía los valores de su patrimonio natural y cultural, pero hacer visible todo eso a través de la mirada del artista es su gran obra, y lo hizo visible en muchos trocitos de Lanzarote, como los Jameos del Agua o el Mirador del Río", señaló.

LIBERÓ SU INFLUJO SOBRE LOS QUE TOMABAN DECISIONES EN LOS 60

Además, también lo hizo visible entre aquellos que tenían que tomar decisiones y que las tomaron de una manera "acertada" en los años 60 [en materia urbanística]. "Y también dejó una impronta muy importante, casi indeleble --dijo--, en buena parte de los lanzaroteños, que nos sentimos muy orgullosos de esta tierra".

Díaz consideró que el "éxito" de Lanzarote "ha pasado por el control del crecimiento turístico y la preservación de la singularidad de la isla". "Así se convierte un destino en competitivo", concluyó.

Pero la sombra de Manrique se extiende por el resto de las Islas Canarias. Pintor, escultor, arquitecto, ecologista, planeador de complejos urbanísticos, configurador de paisajes y jardines; todo esto fue César Manrique (1919-1992), un ''artista total'' y un canario universal que dejó multitud de cuadros y, sobre todo, de esculturas.

SUS OBRAS MÁS EMBLEMÁTICAS: LA OBRA PÚBLICA Y LOS JUGUETES DE VIENTO

Su legado son sus obras, muchas de las cuales son obra pública --miradores, jardines, acondicionamientos de espacios degradados o reformas del litoral--, en las que, como es habitual en Manrique, se mantiene un diálogo respetuoso con el medio natural, integra diversas artes desde una perspectiva funcional y se ponen en relación valores arquitectónicos de la tradición local con concepciones modernas.

Entre las destacadas se encuentra, por ejemplo, el Mirador de Morro Velosa, en Fuerteventura. Un lugar perfecto para disfrutar del paisaje la isla y también para recrearse en el edificio del mirador: una casona de planta elegante, porche de madera y techo de tejas vestida con los colores del propio paisaje que muestra.

En su interior, el visitante puede conocer el pasado geológico de esta isla volcánica y ver una excelente maqueta de la toda la isla majorera.

En Gran Canaria, mientras, destaca el ''juguete de viento'' que se ubica en la plaza de La Puntilla, en Las Palmas de Gran Canaria. Fue una de las últimas obras realizadas por el polifacético artista, en 1991, un año antes de su fallecimiento.

Actualmente esta escultura móvil está en tareas de mantenimiento, siendo restaurado por expertos para devolverle su esplendor inicial. Y es que los fuertes vientos pero sobre todo el salitre --se encontraba justo en el vértice de la plaza, muy cercana al mar-- habían venido deteriorando su estructura.

Precisamente son este tipo de obras, los conocidos como ''juguetes de viento'', una parte importante de su obra escultórica. Se trata de estructuras sólidas, pesadas, de hierro, compuestas de esferas, círculos, pirámides que con el viento se vuelven etéreas, sin peso y establecen un complicado movimiento rotatorio opuesto.

COSTA MARTIÁNEZ, EN TENERIFE, ES UNO DE SUS PROYECTOS MÁS AMBICIOSOS

Tenerife, por su parte, tiene el Complejo Costa Martiánez, en Puerto de la Cruz, inaugurado en 1977, seis años más tarde de que el lanzaroteño lo ideara.

Se culminó entonces solo una primera fase, con el espacio de ocio en torno a un lago artificial que ha sido durante décadas un referente para abordar la renovación de los espacios costeros desde criterios medioambientales.

Con una superficie de 50.000 metros cuadrados, forma uno de los complejos turísticos más afamados y admirados de la isla; comprende el lago central, que ocupa dos tercios de la superficie y se nutre con 27.000 metros cúbicos de agua de mar, y cuatro piscinas para adultos, más tres infantiles, todas con trazados originales.

También en Tenerife se encuentra el Parque Marítimo César Manrique, obra póstuma del artista, que fue inaugurada en Santa Cruz de Tenerife en 1995.

Se trata de tres espectaculares piscinas de agua salada rodeadas de decoración con elementos naturales al más puro estilo manriqueño: rocas volcánicas, palmeras y plantas ornamentales junto a diversas cascadas de agua.

Sus instalaciones también incluyen restaurantes, terrazas, vestuarios y áreas de solárium. Es un centro de ocio muy frecuentado que abre todos los días del año.

También en el núcleo turístico del Puerto de la Cruz, se encuentra Playa Jardín, una de las más famosas de la zona. Diseñada en los años noventa por César Manrique, se accede a ella a través de los jardines de flora autóctona, por senderos entre muros de piedra y cascadas de agua, todo con el sello del artista de Lanzarote.

MIRADORES EN LA GOMERA Y EL HIERRO

El Mirador del Palmarejo se encuentra en La Gomera, es conocido también como Mirador de César Manrique, y fue una de las últimas obras en vida del famoso artista lanzaroteño. Para su construcción usó piedras, maderas y tejas propias de la isla con el objetivo de lograr la plena integración con el entorno.

El mirador, que además es un célebre restaurante, constituye una fantástica atalaya desde la que contemplar unas de las zonas emblemáticas de La Gomera, Valle Gran Rey, surcado por cultivos escalonados, palmerales y bellas casas blancas diseminadas.

Por último, cabe destacar el Mirador de la Peña, en El Hierro, diseñado en los años ochenta del siglo XX a base de piedra volcánica. En su interior se aloja un excelente restaurante con grandes ventanales abiertos al espectacular paisaje, ofrece imponentes vistas de todo el valle de El Golfo, con una caída prácticamente vertical de 700 metros.