Cuando abrió sus puertas en la avenida de Bélgica para ofrecer un techo, una cena, una ducha y un cama a las personas sin hogar de la capital tinerfeña, los trabajadores de Café y Calor jamás pensaron que llegaría el día en que atenderían a personas formadas y pertenecientes a la clase media y a los que la crisis económica dejó en la calle prácticamente de un día para otro. Veinte años después, la casa de acogida está llena -incluso hay ocasiones en las que hay lista de espera- y sus ocupantes tardan cada vez más en irse porque ni siquiera encontrar un trabajo es suficiente para que puedan independizarse y ser los dueños de su propia vida, debido a la inestabilidad de los contratos y los bajos salarios.

"Se supone que somos un centro temporal, pero la demanda sigue creciendo y las alternativas para que puedan cubrir sus necesidades básicas fuera de aquí son cada vez menores", explica el coordinador del equipo educativo de Café y Calor, José Antonio Díez, antes de detallar que aunque solo caben 25 personas, a lo largo del año pasan por Café y Calor cerca de 200.

"Hay quien solo necesita 20 días de estancia, porque está pendiente de un traslado a otro lugar para reunirse con su familia, y otros que tienen perfiles más complicados como problemas de adicciones o de salud mental a los que no es fácil encontrarles un recurso y permanecen aquí porque, junto con el albergue municipal, somos los dos únicos centros alojativos de emergencia que hay en toda la provincia de Santa Cruz de Tenerife, así que hay que asimilar que en el resto de municipios no tienen alternativa sin tienen a alguien viviendo en la calle y que nos los mandan para acá", detalla Díez antes de afirmar que "si Café y Calor no existiera habría cientos de personas en la calle, durmiendo en los parques".

Y que probablemente se trate de uno de los recursos sociales más eficientes y eficaces, puesto que hasta un 80% de las personas sin hogar que pasan por allí encuentran una alternativa a la calle, bien porque se normalizan e independizan o bien porque son derivados a centros más específicos para su situación de salud o si padecen adicciones.

Pese a estos excelentes resultados, la continuidad de este servicio depende año tras año de que Cáritas consiga la financiación suficiente para mantenerlo abierto.

"Hace dos años el Gobierno de Canarias rebajó en casi un 60% la financiación a Cáritas y muchos proyectos, entre ellos Café y Calor estuvieron a punto de cerrar. Sobrevivimos dejando de depender tanto de la financiación pública y tiramos de nuestros socios y voluntarios que han respondido de forma asombrosa. Hubo muchos despidos e incluso se cerraron proyectos, pero Café y Calor consiguió sobrevivir, entre otras cosas porque sabemos que somos lo único que tienen muchas personas. De todas maneras no hay nada garantizado y hay que pelear año tras año para que la puerta siga abierta. Lo bueno es que los afiliados de Cáritas son muy comprometidos y nos están ayudando más que nunca", detalla el responsable del proyecto.

Preguntado por si desde su experiencia lo peor de la crisis ya ha pasado y el riesgo de acabar en la calle comienza a remitir, este experto tiene serias dudas. "Hay mucha gente que está mantenida a duras penas por su familia y que con cualquier mínimo cambio se van a derrumbar y un miembro o dos acabarán en la calle. Hasta que no se arregle la falta de empleo, estamos en una situación crítica en la que son las pensiones el único ingreso, pero el coste de la vida sigue subiendo", explica Díez para el que "a Café y Calor le queda aún mucho por hacer".