Aunque sin euforias, sí que se muestra satisfecho por cómo está funcionando el Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife, visión muy distinta de la que tiene sobre la Justicia en general. "A veces creo y me entran ganas de decir, aunque sea políticamente incorrecto, que se necesita y habría que hacer una voladura incontrolada de la administración de Justicia". Así se manifiesta el decano del Colegio de Abogados, Víctor Medina Fernández-Aceytuno, quien siente frustración e impotencia ante problemas sempiternos como la lentitud del sistema, las tasas implantadas por Gallardón y que confía en que se eliminen o modifiquen pronto o la falta de medios suficientes para que uno de los pilares de la democracia haga gala a su propio nombre.

Con la que está cayendo con la crisis, corrupción y demás, ¿los abogados, en el fondo, se alegran porque tienen más trabajo?

Para nada, ese es uno de los mitos que existe respecto a la crisis. Cuando hay menos dinero circulando, cuando hay menos negocio jurídico y menos compraventas, ineludiblemente hay menos trabajo para los abogados y los honorarios son inferiores. Y a esto hay que añadir el problema gravísimo de las tasas.

¿Se están reciclando muchos abogados por la crisis y dedicándose a otra cosa?

Reciclándonos estamos siempre, porque es una profesión muy dinámica. Lo que observamos en el Colegio es que hay una gran cantidad de abogados que se van a sus casas a trabajar y no a un despacho para ahorrarse el salario de la secretaria, el alquiler... Acondicionan una habitación en su casa.

¿Se han dado de baja muchos en estos años?

Se ha dado mucha gente de alta pero por entrar en vigor la Ley de Acceso. Lo que sí se percibe en el Colegio es que, jóvenes que quieren comenzar su andadura como abogados, a los pocos meses o años lo tienen que dejar y buscar otra salida. Hay muchísimo paro.

¿La situación actual refleja que existe más corrupción que nunca o se denuncia más, hay más mecanismos para investigar, más medios, concienciación...?

Si le digo la verdad, no lo sé. No sé si hay más que la que había o si se persigue con más eficacia. Lo que sí está claro es que estamos llegando a puntos intolerables.

¿El ciudadano español ha perdido su inocencia, su enamoramiento de la democracia?

Tampoco lo sé, quizás sea un problema de los años de democracia...

¿No es una cuestión, en el fondo, de ética y educación?

Sí, pero no va a ser fácil solucionarlo. Habría que atacarlo primero en las escuelas. Por ejemplo, cuando los coches están en carriles a la derecha para incorporarse y los otros no tienen la decencia de pasarse a la izquierda y les da exactamente igual bloquear una salida. Esto pasa continuamente y nadie se asusta; es una falta de civismo y ética total, en el fondo: no pensar en los demás.

La economía sumergida en España es enorme, ¿no está pervertido el sistema desde ahí, desde lo micro?

Por supuesto, es un fenómeno que se da en todos los ámbitos y lo peor es que, como se ve que todo el mundo lo hace, parece que hay barra libre y se considera normal lo que, en realidad, no lo es.

¿Las normas no están a la altura? ¿Ha robado usted alguna vez una gallina?

Siempre se ha dicho que el Código Penal era el de los pobres y el Civil, el de la gente poderosa. Probablemente, en esto también se necesita cierta reconversión.

¿Y lo ve factible con la situación política que hay?

Está claro que no va a ser una cosa de meses o pocos años. Se requiere una planificación a largo plazo, empezando por las escuelas. Tenemos que crear un nuevo tipo de ciudadano al que los valores éticos no le sean ajenos, pero es muy difícil.

¿Ha hablado de esta situación en España con colegas de otros países en estos meses? ¿Qué le dicen, pues es una imagen más vinculada de siempre a Italia?

La imagen que está dando España al mundo es muy mala. Claro, nosotros ya hemos perdido casi la capacidad de sorpresa, pero que, por ejemplo, en una misma operación caigan seis alcaldes, el que fue número dos de una comunidad como Madrid, que haya otros 50 encarcelados y, lo que es ya de guasa, que Granados esté en la cárcel que él mismo inauguró parece una cosa kafkiana...

La España de Berlanga...

De Berlanga o Groucho Marx. Esto no es de recibo.

¿Cómo recibieron la dimisión del ministro Gallardón?

Con profunda satisfacción. Se nos antoja muy difícil que el nuevo lo haga peor que Gallardón.

¿Ha sido el peor ministro?

Lo que me pasa es que hablar de ese sujeto ya me aburre profundamente. Prefiero hablar del nuevo que, por lo pronto, en el escaso tiempo que lleva ya se ha reunido en tres ocasiones distintas con el Consejo General de la Abogacía, lo que no se había producido en los tres años del que le precedió. El talante del nuevo no tiene nada que ver con el otro y desde sus primeras declaraciones se refirió a la modificación de la ley de tasas, lo que resulta muy positivo. Habrá que ver, de todas formas, cómo se desarrolla todo.

¿No hubo forma de persuadir a Gallardón con las tasas o estaba casi obsesionado?

Me imagino que estaría ocupado con otras cosas, aunque era la mayoría de la sociedad, por no decir toda, la que estaba en contra.

¿Hay algún parangón similar en otro país occidental?

No.

¿Por dónde debe caminar la justicia del presente y futuro?

No lo sé. A veces creo y me entran ganas de decir, aunque sea políticamente incorrecto, que se necesita una voladura incontrolada de la administración de justicia. Pero, bueno, como eso tampoco es solución...

¿Tan mal está?

El problema no es que esté mal, sino que no tiene ningún camino por el que se le vea salida. También es verdad que, desde que ejerzo, y ya son unos cuantos años, siempre ha estado mal. Puede haber una lectura positiva en el sentido de que no ha cambiado demasiado, o la negativa de que, después de más de 20 años, sean insufribles los ritmos de espera.

¿Es un mal endémico?

Sí. No sé si es culpa de los políticos o de la sociedad en la que estamos, para no focalizar la responsabilidad solo en una parte.

¿Canarias lo sufre igual o más?

Igual, aunque es bueno que, ahora, en el mundo de la judicatura aquí hay más canarios. Eso es importante, ya que da tranquilidad al sistema, pues no es lo mismo que venga un juez de la Península dos años y luego se vaya a uno de aquí con vocación de permanencia. Si hay cambios constantes, la justicia se resiente. En este sentido, estamos mejor que hace años, pero seguimos estando en una situación muy preocupante.

¿La lentitud de la justicia, que se escucha también de siempre, es otro problema irresoluble?

Parece que sí. Hay que comprender que la justicia, de por sí, requiere unos plazos, porque este es un sistema garantista. Esto necesita unos procesos y tiempos, ya que la inmediatez podría convertirse en injusticia...

Ni eso ni lo del Icfem, con acusados absueltos tras 16 años...

Claro, 15 años esperando un juicio no puede ser.

¿La solución radica, básicamente, en más jueces o en qué?

No solo más jueces y juzgados, sino más medios y, aún más importante, racionalizarlo todo, invertir, modificar normas...

¿Y despolitizar, el Consejo Superior...?

Reconozco que es fácil utilizar ese argumento, pero no creo que el problema se solucione despolitizando el Consejo Superior del Poder Judicial. Por ahí no va la solución ni creo que sea la clave.

Pero ese juego de equilibrios va a depender siempre de las mayorías políticas...

Ya, pero es algo que hay que ver desde el punto de vista histórico. Veníamos de una dictadura y se entendió en su momento que todos los poderes debían emanar o tener cierto control del Legislativo. Tiene lógica y hay que entenderlo...

Bueno, pero mire cómo han acabado muchas cajas por un argumento similar...

Como decía antes, el problema de la ausencia de ética hace que se den ese tipo de situaciones.

¿No concibe otro modelo para el Consejo Superior?

No, por supuesto que sí concebimos un modelo diferente: uno bastante más representativo de las sensibilidades de la judicatura.

¿Esa división perpetua entre progresistas y conservadores también es consustancial al sistema?

No es buena, sobre todo que se haya trasladado al Constitucional.

Si hubiera de graduarse la independencia de la justicia, ¿dónde estaríamos ahora, peor que al principio de la democracia?

No creo que haya mucha diferencia.

¿Y mucho camino que recorrer?

Sí, desgraciadamente sí.

¿Entiende la respuesta del Constitucional respecto a Cataluña, las prospecciones...?

Desde el punto de vista jurídico, era sota, caballo y rey. La ley establece una suspensión automática y, por tanto, procedía eso. No obstante, el derecho es un mundo lleno de matices y puede haber juristas que encuentren vueltas. Esa es una de la grandezas de la profesión, pero hay cuestiones plenamente vigentes. En esto, la suspensión es automática, no cabe matiz.

¿Cree un exceso pinchar el teléfono de Clavijo tanto tiempo?

Desconozco los pormenores, pero lo que sí es cierto es que todo pinchazo ha de estar justificado y acotado temporalmente.

Melchior recibió insinuaciones de sobornos y no denunció, ¿obró mal como cargo público?

Como cargo público y como ciudadano, pues la ley nos obliga a todos a denunciar algo así.

"Es evidente que quien tiene más capacidad económica puede dotarse de mejor defensa"

A la sempiterna pregunta (y casi también respuesta) de si quien tiene más dinero goza de mejor justicia, simplemente por disfrutar de mejores abogados o bufetes, el decano se muestra rotundo: "Es evidente que, si se dispone de mayores medios y capacidad económica, puedes dotarse de una defensa mejor. Pero tampoco hay que asustarse de eso, el problema sería que las sentencias que se dictaran fueran injustas". Según recalca, esa diferencia entre ricos y pobres se da en todos lados, en todo tipo de países y sistemas de justicia: "Es de sentido común, es como comprar un coche según cada capacidad económica. En realidad, los dos coches, con sus diferentes prestaciones y calidades, te desplazan y puedes tener un accidente con ambas". Sin embargo, las tasas actuales ¿no impiden que haya coches para pobres? "Gallardón trató de solucionar el problema de la justicia reduciendo el número de asuntos que llegan. Al tiempo que se recaudaba más. Se pensó que, así, aumentaría la velocidad de respuesta. Un poco primitivo, pero como lo es el personaje". Ahondando más en cuestiones en boga, como la postura del Constitucional ante la consulta en Cataluña o las prospecciones en Canarias, insiste en que, "aunque entra dentro de la política, lo que está claro es que, si nos hemos dotado de unas reglas de juego, no parece lógico cambiarlas a mitad del partido. Es como si, en un partido de fútbol, y cuando se va ganando 2-0, se achican las porterías. También digo una cosa: soy de los que piensa que si alguien no quiere estar conmigo, que se vaya. Eso lo tengo más claro que el agua. Ellos se lo pierden".