La alcaldesa, por siete meses, del Puerto de la Cruz, ha tenido prisa en retirar los muebles de Marcos Brito del despacho de la Alcaldía. Ese despacho, que perteneció a Paco Afonso, a Félix Real, a Salvador García, a Lola Padrón y al propio Marcos Brito, ha sido retirado y colocados en su lugar muebles nuevos, traídos de no sé dónde, a pesar de la crisis económica del Ayuntamiento.

Los portuenses comentan el cambio de look del despacho de la Alcaldía. (o Sandra Lago, como cariñosamente se le llama, por su afición a pasar horas y horas con los trabajadores del Lago de Martiánez, muchos de ellos miembros del Comité Local de CC) ha ido demasiado lejos, dicen sus conciudadanos, porque el Ayuntamiento no está para mudanzas, que cuestan caras.

Y se preguntan también qué dependencia habrá heredado los muebles de los alcaldes anteriores portuenses, no por su valor histórico, pero sí por su carga sentimental. Dos de ellos, Paco Afonso y Marcos Brito, han muerto. Y quiérase o no son historia de la ciudad. ¿Qué pretende con su decisión, borrar los recuerdos del que fue su mentor, Marcos Brito, aunque últimamente no se les veía demasiado unidos? Entre Marcos y Sandra existía una relación política muy especial pero en los últimos tiempos esta unión había decaído. Ya Marcos no confiaba en ella como antes e incluso se dudaba de que fuera su candidata ideal para mayo próximo. El alcalde fallecido había decidido no presentarse a otro mandato, a sus 75 años. El Puerto de la Cruz, si no hay un claro ganador en las elecciones o si no cambian los criterios electorales de que gobierne como alcalde el cabeza de la lista más votada, puede ser ingobernable. Y es peligroso que esto ocurra en una población de más de 30.000 habitantes y muchos miles de camas turísticas, aunque en su mayoría muy baratas.

Además, el Puerto es hoy un municipio arruinado, con un comercio deleznable, nulos atractivos de ocio (si excluimos el "Loro Parque") y un sistema hotelero totalmente demodé, que ya no recibe sino jubilados del Imserso. A esto ha llegado una ciudad que inventó el turismo en España a finales del siglo XIX.

Marcos Brito era un poco, con su pachorra y su inteligencia, el aglutinador de voluntades. Un hombre respetado por todos, al margen de las diferencias políticas. Ahora, sin él y con una corporación diezmada por las dimisiones, el Puerto navega al garete. Incluso se nota en la moral de sus habitantes. Por eso creo improcedente este traslado de despacho que puede ser, incluso, un desprecio al pasado. No es justo, no es oportuno, no es estético.