Bueno, hay que reconocerlo. Nada más aparecer en esta sección una crítica a la suciedad y falta de cuidado del acceso al Puerto de la Cruz por el Botánico, una brigada del Cabildo se puso manos a la obra, a podar los hierbajos y a limpiar los arcenes de esta carretera. A eso se le llama capacidad de respuesta y eficacia. Enhorabuena.

Sería bueno que completaran su trabajo hasta el barranco de la Arena, porque la cosa está igual de mal en esas cunetas y en las rotondas aledañas. Se trata de una carretera muy transitada por turistas. Y las brigadas de conservación de la autopista del Norte deberían haber recogido algún que otro perro muerto en la vía, este último fin de semana. No se imaginan ustedes los comentarios que hacen los turistas cuando llegan y ven los cadáveres de los pobres animales abandonados en medio de la autopista.

Cuidar el entorno es algo fundamental en una isla que vive de su imagen. Lo hemos dicho aquí muchas veces; en ciertas ocasiones nos hacen caso, en otras nos mandan a paseo.

Y es el Cabildo quien debe encargarse -y, de hecho, lo hace- de embellecer la Isla. Aquí no estamos acostumbrados a rematar las obras públicas. La culpa es de la Administración, que muchas veces no incluye en la licitación esos remates. El remate de una obra es propio de pueblo civilizado; el terminarla mal acerca a uno a los pueblos atrasados de África.

Hay un constructor que termina las obras como nadie. Me refiero a Jesús Fernández, un hombre con una gran sensibilidad por la belleza de su isla. Ha viajado tanto y ha visto tantas cosas que quiere que el lugar donde vive se asemeje a lo más hermoso del mundo. ¿Y habrá algo más bello que la urbanización Lomo Román, en Santa Úrsula, que llevó a cabo Jesús en un terreno que fue de su abuelo? Parece, cuando la visitamos, que estamos en una zona residencial de Los Ángeles.

En fin, que es cuestión de proponérselo. Nuestra isla debe ser siempre una hermosura, porque vivimos de ella. Lo decimos en unos momentos en que también ha sido castigada por el fuego, en siniestros forestales intencionados cuyos culpables aún no han sido detenidos.

Si la Naturaleza puso en nuestras manos un jardín, lo lógico es que lo cuidemos. En tantas ocasiones no nos damos cuenta de que incurrimos, si no lo hacemos, en una grave irresponsabilidad para con nosotros y para los que vengan detrás.