Sí, en muchos resulta incómodo coger sol porque las rocas no son precisamente colchones de mil euros, pero la mayoría reúnen atractivos más que suficientes para compensar ese reparo. Vale, a veces están un poco sucios por los incívicos de turno o por pescadores de caña indignos. También es verdad que algunos son muy pequeños y demasiado visitados, aparte de que carecen de las comodidades de buena parte de las playas de Tenerife. Sin embargo, si siente tedio con su reiterada selección de zonas de baño al llegar el verano, si desea conocer sitios nuevos y diferentes, y tener sensaciones más intimistas al pegarse un chapuzón, no se lo piense mucho más: los charcos son una inmejorable alternativa y, además, Tenerife puede presumir de contar con un amplio número, muy variado en formas, costumbres (hay varios nudistas), facilidades de acceso y tamaños (si se hace o no pie, si son recomendables los lanzamientos de cabeza…).

He aquí una guía no oficial (no suele haberlas ni en Costas ni en el Cabildo, salvo alusiones excepcionales en los sitios web) de los principales y más atractivos charcos tinerfeños, si bien se debe aclarar que los hay mucho más recónditos y que, dependiendo de la época del año, de los niveles de plena o bajamar, del estado de las mareas (si al romper las olas, el agua llega o no a sitios inhabituales), se forman otros coyunturalmente que también hacen las delicias de los que conocen esos lugares potenciales o de los que se topan con ellos casualmente.

Antes de que se adentre en esta ruta del rico charco chicharrero, conviene aclarar que se ha de entender como tales aquellas zonas de baño que, a diferencia de las llamadas piscinas naturales, no presentan adaptaciones humanas (muros de contención de agua, seguridad, escaleras metálicas, accesos de roca o cemento recreados, duchas…), sino que son fruto de caprichos geológicos que configuran una pequeña o gran balsa alimentada del mar abierto para ofrecer sus encantos en las partes con agua más mansa mediante entrantes naturales o, incluso, cataratas, tal y como pasa en el, quizás, más bello de todos: el Charco Verde (La Guancha).

La gran oferta norteña

Si hay una comarca tinerfeña que, como si se tratara de un pique de bares de tapas, puede gritar eso de "una de charcos" ésa es, sin duda, la norteña, especialmente en la Isla Baja, aunque también en La Guancha y San Juan de la Rambla.

Si se hace un recorrido desde el municipio más al Noroeste, y aunque ya en Punta de Teno existen diversos y pequeños charcos, el gran referente de Buenavista se sitúa en el paseo del litoral que lleva a la coqueta playa de La Arena. Se trata del charco Roque, muy visitado casi todo el año, de fácil acceso y suficiente hondura para lanzarse con marea alta. Además, hay otra zona con varios charcos más bucólicos y de mayores dimensiones en su conjunto al lado del faro, enclave al que se llega a través de una vía asfaltada que discurre por fincas de plátanos.

No obstante, la "capital" del charco en el Norte (en realidad, de Tenerife) es, sin duda, Los Silos. De hecho, este municipio aceptó que el Consorcio de la Isla Baja hiciera un campo de golf en Buenavista, un puerto deportivo en Garachico y un ecomuseo en El Tanque, "conformándose" (si es que cabe este verbo) con un proyecto de regeneración para su costa. Pero es que su litoral esconde diversos charcos, calas y entrantes de grandes atractivos. Si se llega a la piscina de Sibora y se sigue en dirección a Buenavista por la pista de tierra (que se mantendrá así por expreso deseo local, aunque hay algunos baches, socavones y zonas dificultosas), el visitante se topa con varios charcos muy adaptados para toda la familia, de buenas dimensiones y posibilidades, si bien hay que tener cuidado con el mar, tal y como ocurre con el resto del Norte. Se trata de una zona de pesca a caña en la que destaca el charco de La Araña.

En Garachico, municipio anexo, y aparte de las célebres piscinas naturales del casco (el famoso Caletón, que muchos conciben como un gran charco), sobresale la zona de baño de El Guincho, si bien los entrantes son suficientemente abiertos como para poner en duda que se trate de un charco al uso y, de hecho, se le conoce como playa La Consolación, aunque apenas hay arena y sí un espacio de cemento para coger sol. Eso sí, con buena marea es un sitio ideal y, por eso, muy visitado.

Como indicamos antes, La Guancha cuenta (quizás, si bien todo es subjetivo y cuestión de gustos, claro) con el charco más atractivo (el Charco Verde), pese a sus pequeñas dimensiones en comparación con otros, que lo convierten en ideal para parejas o grupos reducidos. No obstante, el más conocido y mimado es el Charco del Viento, cerca de Santo Domingo, de gran tamaño, con zonas arenadas, muy visitado en verano, con control de la Policía local y fácil acceso en coche, contándose con escaleras adecuadas (recientemente reformadas por el Estado, Gobierno regional y Cabildo a través de un plan conjunto que data de hace muchos años), así como con un cómodo aparcamiento muy cerca en el que suele haber un bar caravana, con lo que eso representa para algunos.

Sin embargo, los intimistas prefieren el citado Charco Verde, una verdadera maravilla, a la que se llega desde la carretera general (como el del Viento, está indicado con un cartel), aunque se ha de aparcar bastante lejos, junto a unas (aún, y menos mal) fincas de plátanos. Eso sí, el sendero enseguida nos mostrará un acantilado espectacular, con una caída de gran altura y una zona del litoral muy escarpada, con cambios de tonos de rocas y tierra muy llamativos y en un área en la que coinciden los pescadores a caña con los cazadores que llevan a entrenar a sus perros, dada la presencia de numerosos conejos. El mar abierto presenta un espectacular fondo (de más de 40 y 60 metros justo donde rompen las olas) y con rocas de gran tamaño. Siguiendo la vereda y bajando (al final y a la izquierda) por la típica lava del litoral, se llega (no sin alguna dificultad para las personas con menos movilidad o de edad avanzada) a un charco de ensueño, sacado casi del cuento del Principito (ese planeta puntiagudo...), con cambios de colores del fondo según la etapa del día, con catarata de mar abierto nada peligrosa, con un charco más pequeño encima (y, por ende, de agua más calentita) y con zonas para lanzarse de cabeza, así como áreas para coger sol con muy poca agua y sobre las cómodas algas presentes, aunque con las molestas picaduras de una especie muy parecida a los caballitos de mar. Un verdadero sueño. De diez.

Muy cerca, pero ya en San Juan de la Rambla, hay otro charco muy célebre y de fácil y renovado acceso (conocido así, como El Charco). Una opción muy digna, protegida normalmente del mar abierto y de sobrada profundidad.

Y así se llega, con diversas zonas en Los Realejos, el Puerto de la Cruz (sobre todo en Punta Brava) y La Orotava (El Bollullo), hasta el Charco del Negro, otro de los referentes del Norte. Situado en Santa Úrsula, aunque muy cerca de la playa orotavense del Ancón, a este sitio sólo se puede acceder desde la ladera del municipio y tras bajar numerosos escalones. Los hay que llegan en barquitos, lanchas o, incluso, nadando, buceando o con gafas y tubo desde El Ancón (Santa Ana en esa zona, según los santaursuleros), pero lo habitual es bajar desde el acantilado. Lo curioso en este caso es que sus asiduos han creado incluso una especie de caseta aprovechando una cueva para darle un toque más "familiar" y "propio".

En Acentejo, El Caletón (La Matanza) cuenta con algunos charquitos muy conocidos, aunque la oferta norteña queda un poco diluida en esta zona.

La tranquilidad del Sur

El resto de municipios norteños también cuentan con calas o pequeños charcos, pero, al igual que en el Sur, los principales se concentran en una misma zona. En el caso de la comarca sureña, los referentes se sitúan, sobre todo, en Guía de Isora y Santiago del Teide, aunque también los hay en Arona y Granadilla. A diferencia del Norte, y aunque son menos espectaculares, los accesos suelen ser mejores y, sobre todo, el mar más en calma facilita las cosas.

En Guía, la oferta se concentra en Alcalá, con charcos como el situado justo debajo de la antigua fábrica de pescado, si bien la altura del agua no es muy elevada. Si se sigue por el paseo litoral en sentido hacia Santiago del Teide, se llega al charco de Los Sargos (bastante atractivo) y el de las Viejas, Los Chochos o Las Damas, en donde se cuenta con arena para descansar la espalda (si ya le dolía tanta roca). Además, algunos jóvenes aluden al Charco del Ala, en uno de los cabos cercanos, si bien dos policías locales desconocían ese nombre al ser preguntados por este periódico el pasado miércoles.

En Santiago, y justo debajo de la urbanización Punta Negra, junto a la famosa playa de La Arena (colapsada de apartamentos y hoteles desde los 80), se ubica una célebre zona de entrantes y charcos con uno muy en línea con el Charco Verde. Sin duda, merece mucho la pena darse un salto, y luego otros para bañarse.

Muy cerca de la playita del puertito de Santiago, y junto a varios charcos que le preceden en dirección a Los Gigantes, se sitúa un macrocharco, el de Las Bajas, con escaleras que ya quisieran muchas playas de la Isla, arena en algunas zonas, avisos de la peligrosidad del mar (y eso que no tiene nada que ver con el Norte) y una gran zona de baño frecuentada por familias enteras, con varios charcos y entrantes de gran belleza en los que se prodigan hasta las colchonetas, paraguas… Además, y para los que prefieren estas comodidades, justo encima hay un restaurante.

En Arona, sobresale el charco del paraje protegido de la Punta de Rasca (donde se ubica el faro), al que se puede llegar desde la zona de El Fraile (una hora) o desde Pal Mar (media hora).

La oferta se enriquece con el charco Agua Dulce, en Los Abrigos (Granadilla), cerca de La Tejita, en un litoral con más charcos pequeños y zonas de baño. Se trata de una hondura de buena altura para lanzarse y de atractivos contrastes, fácil acceso con coche y, también, muy visitado.

Nudismo en Bajamar

Aunque el área metropolitana no presenta un amplio número de charcos (salvando los que se forman en Punta del Hidalgo y otras zonas, como un abierto entrante en Jover, en Tejina), sí cuenta con uno en Bajamar (La Laguna) que siempre ha sido referente para los universitarios y para otros isleños. Se trata del charco de Las Palomas, al que, hasta esta semana, se accedía desde la vía que lleva al club náutico, bajando el acantilado, aunque el ayuntamiento ha prohibido el paso por los peligros de desprendimientos, aparte de que los dueños de la parcela por la que se pasaba han murado el terreno. Pese a esta restricción, algunos bañistas siguen accediendo a un área que reúne múltiples atractivos y que, a diferencia de otras, es abiertamente nudista, si bien el destape se puede practicar en los charcos más intimistas cuando no hay presencias que lo dificulten.

Como puede comprobar, una amplia y variada oferta para los que buscan algo diferente en verano y menos viento y arenilla fastidiando la jornada de ocio.