«Una verdad incómoda», por Cristo Hernández

balon spalding.

 SECCIÓN: CRÓNICA AMARILLA
TÍTULO: «Una verdad incómoda»

AUTOR: Cristo Hernández

 

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«Que el Iberostar Tenerife ha entrado en una racha negativa de resultados y de juego es una verdad del tamaño del electrónico del Gran Canaria Arena, del que desafortunadamente no disfrutaremos hasta la próxima temporada si conseguimos el primero de los objetivos prioritarios de cualquiera de los clubs que disputan la Liga Endesa: la permanencia.
Esta es una situación incómoda, sobre todo para la directiva, el equipo técnico y los jugadores, que son los que velan a diario por el buen funcionamiento de una entidad deportiva cuyos setenta y cinco años de historia lo sitúan, por derecho, en el Hall of Fame de la ACB.
Pero esta situación preocupa también al aficionado que invierte su dinero y su tiempo en seguir a un equipo que, para muchos, forma parte ya de su propia familia, como ese hijo mimado al que se le permite todo porque, en el fondo, por sus venas corre la misma sangre.
Hay aficionados (socios o no) que casi han visto nacer a este club (¿para cuándo un homenaje a los más veteranos?) y otros un poco más jóvenes, como quien suscribe, por cuyas venas empezó a fluir la sangre aurinegra desde la época del Luther King. Siempre recordaré con nostalgia mi primer partido, hace 33 años: nos enfrentábamos a aquel CAI Zaragoza de los hermanos Arcega y la estrella NBA, Kevin McGee.
Yo era un pibito de 14 años que hasta entonces jugaba al fútbol y que después de aquel partido dejó las botas de tacos por unas Converse de tela de caña alta, que aquel mismo año pidió a los Reyes Magos con carácter de urgencia y acuse de recibo. Para lucirlas en las pachanguitas con los amiguetes y molar entre las pibas del instituto. O viceversa.
En fin, cada aficionado tendrá su historia particular, legítima y más o menos conmovedora sobre sus inicios como canarista: desde el más veterano a cualquiera de los enanos que cada quince días visitan el Santiago Martín acompañados por sus compañeros del cole.
Por eso no hay que rasgarse las vestiduras porque haya gente molesta, enfadada o simplemente contrariada con la situación que atraviesa actualmente la Casa Aurinegra. No es la primera vez que ocurre y el club siempre ha salido airoso porque ha sabido capear el temporal de resultados con paciencia y trabajo.
No hay que rasgarse las vestiduras porque haya gente que opine con libertad sobre la gestión de un club, la filosofía de un cuerpo técnico o el rendimiento de unos jugadores. Aquí o en China. Al fin y al cabo, son personajes públicos que están ahí porque quieren y, por lo tanto, saben a lo que se exponen. El precio de la fama.
Otra cosa es la difamación, los celos o esas historias ocultas que nunca salen a la luz con nombres y apellidos sino que se quedan en la sombra como ese hombre del saco al que todo el mundo teme pero nadie conoce. Como que existen aficionados (?) que no comulgan con la directiva aurinegra o que quieren ver en el banquillo de los parados a su entrenador, Alejandro Martínez.
Desde esta ventana que nos abre cada semana Basketmanía nunca opinaremos sobre esos supuestos detractores del club, no al menos hasta que conozcamos la identidad del hombre del saco.
Lo que sí tenemos claro desde esta columna es que, mientras continúe abierta esta ventana, ejerceremos con libertad nuestro derecho a opinar. En lo bueno y en lo malo. En la salud de la Copa del Rey o en la enfermedad del descenso. Eso nos da igual. La sangre aurinegra seguirá fluyendo por nuestras venas. No nos haremos el harakiri.
Por todo lo anterior, consideramos una verdad incómoda lo observado el pasado domingo en el partido que los nuestros disputaron ante el Fuenlabrada y del cual salimos escaldados por un resultado (83-66) que evidencia a todas luces la situación deportiva (física y emocional) que atraviesa el equipo.
Recibimos una lección de fuerza y entrega por parte de un equipo al que sólo le bastó la renovación de su entrenador y que sus jugadores se volvieran a sentir importantes. Y ojito con lo que estoy diciendo. Sólo constato un hecho. Yo no soy ese hombre del saco.
En el polideportivo del malogrado Fernando Martín nos dieron un baño de juego doce jugadores hipermotivados y nosotros no supimos dar respuesta ni en defensa ni en ataque a pesar de que remontamos en el segundo cuarto el tsunami naranja del inicio.
Luego en el tercero volvió la recaída y ya no nos recuperamos hasta el final del encuentro, demostrando que nos falta aquel ritmillo nuestro tan característico.
Del partido nos quedamos con el triple de Nico Richotti fuera de tiempo. Puede ser el símbolo de que no hay nada imposible y el indicio de que nuestro equipo volverá por sus fueros. Una buena rúbrica para culminar una mala racha.
¡VAMOS CANARIAS!
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