«En el nombre del padre», por Cristo Hernández

SECCIÓN: CRÓNICA AMARILLA
TÍTULO: EN EL NOMBRE DEL PADRE

AUTOR: CRISTO HERNÁNDEZ

cristo hernandez.

 

«Ayer visitó el Pabellón Santiago Martín de La Laguna una estrella de la NBA que llegó tras la estela de un hijo que aspira a serlo también algún día como su padre. El palco de los Majuelos tuvo como invitado de honor a un tío alto y rubio que en los años ochenta demostró sobre una cancha de baloncesto que los blancos también la saben meter.

En sus catorce años como profesional, Jack Sikma fue un jugador que se caracterizó siempre por su fuerza en defensa y su poder reboteador, aunque luego en ataque no se le encogía el brazo, hasta el punto de que al final de sus días como deportista de élite atesoró unos incuestionables 21 puntos y 13 rebotes de media estadística. Un gran currículo para un tío blanco en un mundo de negros.

Cuando la naturaleza te regala más de 2,10 metros de estatura o bien te dedicas a coger balones perdidos en las alturas para luego hundirlos en la canasta del enemigo o bien te pones a hacer de malo en las películas de acción, como aquel famoso Tiburón de las películas del 007 o como nuestro Antonio de la Cruz, también ferviente seguidor canarista.

El partido de ayer fue un manojo de nervios porque un hijo, Luke Sikma, quería agradar a su padre. Quería demostrarle que aprendió bien aquellos primeros pasos que su progenitor le enseñó a dar bajo la sombra alargada de un aro colgado encima de la puerta del garaje, como así nos lo recuerda la biblia de Hollywood constantemente.

El Iberostar Tenerife venció in extremis (66-62) a un Manresa que vino a Tenerife a dar la tabarra deportiva, porque Pedro Martínez es perro viejo, a pesar de su juventud, y sabe muy bien que a equipos como el aurinegro la única manera de derrotarlos es con una táctica de guerra de guerrillas, sobre todo si dispones de una plantilla de jóvenes jugadores y tu disponible para fichar no está a la altura de los grandes de este deporte.

Y a punto estuvieron de conseguirlo. Al nerviosismo contagiado por la llegada del padre se sumó el juego de los manresanos, que parecía magnificar los continuos errores de los locales (fallones hasta en lo más elemental), con un juego bronco y a veces sucio que los árbitros no supieron parar porque los jugadores de Pedro Martínez, desde el salto inicial, pusieron el listón muy alto con una defensa agresiva al límite de lo legal.

El partido trascurrió como el electrocardiograma de un poseído, con constantes idas y venidas en el marcador, y a punto estuvo de estallar en el pecho de alguno de los casi cuatro mil seguidores que en la mañana fría de ayer domingo asistieron al encuentro.

A falta de poco más de tres minutos para terminar el partido, el Manresa convertía un triple que le daba una ventaja de siete puntos. En ese momento de tiempos muertos, te sobrevuelan la cabeza los malos augurios: la derrota contra estos mismos chicos la temporada pasada, la clasificación para la Copa del Rey, el derbi de la próxima jornada en el Gran Canaria Arena…

Pero los malos pensamientos se desvanecen porque para eso hay remedios en la botica del básquet: una buena arenga en el banquillo y el grito desgarrado de un aficionado que hace temblar a la grada (nuestras felicitaciones para la Peña San Benito por su 35º aniversario).

Al final ocurre lo que sólo es posible en baloncesto: que tres minutos son una vida y papá no ha venido desde Minnesota para ver perder a su hijo. Luke Sikma inicia la remontada con tres canastas consecutivas que remata Javi Beirán con un triple que pone por delante a los aurinegros a falta de 50 segundos. Sobró casi un minuto.

Pero entre Luke y Beirán, una luz al final del túnel, dos puntos tan importantes como el triple ganador del genio barbudo: la canasta del empate de Levi Rost, que ayer demostró que con minutos y confianza puede volver a ser esa mano que mece la cuna.

¡VAMOS CANARIAS!