«Mercado de espejismos», por Cristo Hernández

SECCIÓN: CRÓNICA AMARILLA

TÍTULO: Mercado de espejismos

AUTOR: Cristo Hernández

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La crónica del partido disputado entre el Iberostar Tenerife y el Real Madrid, que terminó con la derrota de los aurinegros (82-93), es la historia de un viajante que llegó a la plaza del pueblo a hacer su trabajo. El equipo blanco (ayer de negro) expuso todo el género y vendió todo lo que traía en la maleta sin necesidad de hacer alardes ni llamar demasiado la atención sobre la calidad de su producto.

El Pabellón Santiago Martín fue un mercado de espejismos con motivo de la visita del todopoderoso Real Madrid. Después de las expectativas creadas a lo largo de la semana desde diversos frentes (club, prensa, etc.), esperábamos una mayor rivalidad y una mayor competitividad como en temporadas pasadas, pero el Madrid marcó distancias desde un principio con un juego en el que se echó de menos, en muchas fases, esa espectacularidad y rapidez que define al baloncesto de la Casa Blanca.

Al Madrid no le hizo falta correr tanto como en otras ocasiones. Le bastó con el acierto desde la línea de 6,75 y aprovecharse de la superioridad propiciada por los desajustes en la defensa de ayudas planteada por Alejandro Martínez, los cuales dieron lugar a canastas demasiado fáciles bajo el tablero aurinegro.

El Madrid vino a vender su género y llenó el Santiago Martín, un pabellón que resuena mucho más con menos gente, porque el público de las grandes ocasiones va a lo que va. Sin embargo, hoy se sentirían desilusionados todos aquellos que esperaban los malabarismos del Chacho, los alley-oops de Rudy o el gatillo fácil de Carroll. Sólo los mates de un desquiciado Mejri, que al final del partido se quedó a discutir con un aficionado, fueron una realidad en el mercado de espejismos.

Por el contrario, los aficionados descubrieron a un Madrid mucho más práctico que venía de hacer las Europas, cuarenta y ocho horas antes, frente al Unics Kazán. Ayer el Madrid desplegó toda su marroquinería como en ellos es costumbre, pero decepcionaron en la presentación del producto porque no traían en la maleta más que abalorios y chucherías que le habían sobrado de su estancia en Rusia.

Desde su histrionismo visceral, Pablo Lasso nos engañó a todos y planteó un partido de circunstancias, realizando rotaciones poco habituales y dando un descanso excesivo a algunos jugadores. O quizás el rival no lo espoleó lo suficiente para poner en funcionamiento al cien por cien toda la maquinaria. Si bien es verdad que en un equipo como el Madrid no existen suplentes, jugadores como Sergio Llull no saltaron al parqué hasta la segunda parte.

Así que el espectáculo lo tuvieron que volver a poner los nuestros y, como en la ocasión anterior ante el CAI Zaragoza, sólo nos salvaron los fuegos artificiales. Llevamos dos derrotas seguidas en casa ante rivales de comprobada enjundia, pero la parroquia no se marcha decepcionada del todo porque el equipo la hace vibrar a ratos con canastas espectaculares o con las ganas que ponen algunos jugadores que, como Luke Sikma, lo dan todo en cualquier tipo de mercado.

Sin embargo, los fuegos artificiales vuelven a dejarnos un gusto amargo en nuestro paladar cestista, un cierto regusto a pólvora quemada, porque ayer el Madrid no fue más que un viajante que vino a hacer su trabajo, recogió los bártulos y se fue.

¡VAMOS CANARIAS!