Ray Smith: «Necesito un trabajo, tío»

Ray Smith no tiene muchas ganas de hablar del pasado. “Sí, el baloncesto ha sido de las mejores cosas de mi vida, sobre todo Málaga, pero… necesito un trabajo, tío. Los recuerdos son bonitos siempre, pero ahora estamos en la vida real”. Su voz suena algo cansada, golpeada. El imperial jugador que durante una época fue uno de los grandes dominadores del baloncesto español no lo está pasando bien, no.

En el Mayoral Maristas.

Este reportaje en ESPACIO ENDESA fue publicado en el mes de septiembre.

Smith, el ‘hermano’ de Mike, está en San Juan de Aznalfarache, Sevilla, resguardado a la espera de que su suerte vuelva a cambiar. Su vida ha sido algo así como una montaña rusa: desde ser una gran estrella en la Universidad de Armstrong (29,3 puntos y 14,6 rebotes) a abandonar los estudios porque pensaba erróneamente que tendría sitio en la NBA; desde la anónima liga irlandesa a ser uno de los emblemas del proyecto del Mayoral Maristas; desde el interés frustrado del Barcelona por un problema burocrático al regreso a Málaga con el Unicaja…

Ray era el ‘gamberro’ de los dos, en contraste con un Mike que aparentemente llevó una vida más ordenada. La coincidencia en el apellido dentro de un club que revolucionó el basket nacional pareció unir sus destinos para siempre. Luego, sus caminos se separaron a nivel deportivo, pero siguen manteniendo una relación muy estrecha. Mike ha intentado ayudar a Ray en los últimos años.

Machacando con en el Canarias.

Desde la retirada en el 2002 Ray Smith ha compatibilizado distintos trabajos (en una inmobiliaria, en un supermercado…) con entrenar a chicos jóvenes, casi siempre en la zona de Granada. ¿He dicho retirada? En el 2005 volvió a jugar con 42 años en la Primera andaluza con el Gibraleón, superando los 25 puntos de media. Se publicó entonces que lo hacía a cambio de un trabajo.

La estabilidad laboral como ‘caballo de batalla’ de un tipo muy admirado. “Ahora me gustaría que me diesen un equipo de niños. Soy bueno con ellos. Puedo enseñarles mucho”, afirma, pendiente también de un puesto en alguna instalación deportiva. “Llevo ya muchos años sin jugar y necesito hacer algo, pero con esta crisis está muy difícil”, apunta.

Imagen reciente.

Su situación no parece la mejor, alejado de ser un icono casi en cada sitio por el que pasó en España: primero en Málaga, sí, pero también en Tenerife, donde vistió la camiseta del CajaCanarias, Andorra, Huelva, Ourense… Sus cualidades eran inagotables: un grandísimo salto, rapidez, manejo de balón… Añadir el pasaporte español tras su matrimonio fue un ‘plus’ que, sin embargo, no terminó de rentabilizar.

Ahí quedan sus promedios en 193 partidos ACB: 22 puntos y 8,1 rebotes en 32 minutos. Por supuesto, por debajo de los estratosféricos números que aseguró en Primera, pero no tanto. Siempre fue un jugador que condicionaba los partidos, prácticamente indefendible por su combinación letal entre juego exterior e interior. Durante la temporada 88-89 encadenó cinco partidos consecutivos por encima de los 40 puntos anotados. Su tope fueron los 50 que le hizo al Pamesa el 7 de enero de 1989, muy cerca del récord en la era ACB.