«La penosa huida del Valencia Basket», artículo de Fernando Miñana

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ARTÍCULO DE FERNANDO MIÑANA EN «LAS PROVINCIAS»

«Hace muchos años, después de un triunfo de la selección valenciana de pilota en un campeonato internacional, abordé a Pedro Cortés en un pasillo de Mestalla y le dije que estaría bien que les invitara a hacer el saque de honor antes de un partido del Valencia. El empresario, que entonces era el presidente, siempre tan repeinado, me miró y, cuando yo pensaba que me iba a mandar a paseo, me dijo que bien, pero que no en el siguiente partido. «Es que es contra un grande y en esos días hacer una fiesta antes del partido trae mala suerte. Esperaremos a que venga un equipo más débil».

Cortés cumplió su promesa y los pilotaris pisaron el césped de Mestalla para recibir el aplauso de los valencianistas. Nunca habían visto a tanta gente prestándoles atención.

El miércoles recordé la anécdota mientras se sucedían los festejos antes del desenlace de la final de la Eurocup. Por si tuvieron la suerte de saltárselo, paso a recordar: primero un juego de luces haciendo que el público encendiera la linterna de sus móviles; luego vino un tifo para componer la Senyera en toda la grada, y la ristra de festejos la cerró una ridícula ‘globotà’. Yo, el soso de turno que subía su cartulina roja con desgana, me preguntaba para qué servía todo esto.

El problema no pasaría de ahí si no fuera porque durante los días previos en Valencia solo se hablaba de la #CalderaTaronja. Y yo, harto ya de tanto artificio, me preguntaba si alguien recordaba que esto, en realidad, era un partido de baloncesto. O, mejor dicho, el final de una serie de tres notables partidos de baloncesto. A mí me ha dado para una trilogía, pues una final de la Eurocup, a pesar de los aires de grandeza que se respiraban en Valencia, donde se miraba este trofeo como caza menor tras haber ganado un par de ediciones y una Copa Uleb, bien lo merecía.

Fue un final triste y decepcionante. Creo que el Unicaja mereció ganar el primer partido y perder el tercero. Pero una de las grandezas del baloncesto es que es imprevisible y en unos minutos, o incluso en unos segundos, un partido puede dar un giro insospechado. No sé cómo perdieron ese partido como no sé cómo ganaron el primero.

Lo tenían hecho. Cada vez que entraba Van Rossom, bien dosificado por Pedro Martínez al ver que está tieso, el Valencia Basket cogía impulso y ponía puntos de por medio. Y la defensa funcionaba. No hacía falta mucho más para rendir a un Unicaja que, como en las dos eliminatorias anteriores, acabaría ganando un partido a domicilio.

La derrota causó pena, rabia o indignación. Cada uno se tragó el sapo según su educación, su cultura, su aprecio al deporte. Hubo gente que se marchó del pabellón antes de que sonara la bocina. Otros decidieron que lo más justo era lanzarle dos botellas a los dos aficionados del Unicaja que, sin saltar ni chillar, se limitaban a elevar su bufanda de su equipo para celebrar el triunfo en el palco Vip. También hubo quien, pese a que el Valencia metió cuatro míseros puntos en el último cuarto, se fue trepando por las butacas mientras se quejaba porque los árbitros les habían robado el trofeo. Y, no podían faltar, los justicieros que desde mi coronilla -me siento en la última fila antes del anillo superior- le escupían a Nedovic que se merecía que le pegaran un tiro en la cara. Textual.

Me mordí la lengua -soy viejo y débil- y aguardé a que los aficionados con poso futbolero despejaran la grada y nos dejaran en paz a los mil o dos mil que queríamos aplaudir al Valencia y al Unicaja y que no nos movimos. De repente, mientras unos cortaban las redes de la canasta, escuché unos tímidos aplausos. No entendía nada hasta que vi al equipo marcharse de manera ruin antes de que el Unicaja subiera al podio y recibiera la copa.

Me decepcionaron los veteranos. Y especialmente Rafa Martínez, el único jugador al que conozco y verdaderamente aprecio porque es una persona cariñosa con un corazón gigantesco. Pero un capitán no puede permitir eso. Es un desprecio, no ya al Unicaja, al deporte. La clase, generalmente, se muestra en las derrotas y el Valencia Basket demostró de qué está hecho. Fue de equipo grande y se marchó como uno del montón, a escondidas, por la puerta de atrás.

El Unicaja ha sido mejor tras 120 minutos. No es tan grave. Yo, ‘pedromartinecista’, estoy encantado de haber visto ya dos finales este año. Que nadie pierda la perspectiva. Ni la clase».