"La educación es la única herramienta para superar el sistema de castas en mi país y erradicar la pobreza, en general". La frase es de Lancy Dodem (Anantapur. sur de la India, 1981), el primer niño de aquel país apadrinado por Vicente Ferrer. En la actualidad es portavoz y embajador por todo el mundo de la Fundación que lleva el nombre del filántropo español fallecido en 2009. Estos días ha estado por primera vez en Tenerife -a Las Palmas había venido en varias ocasiones- para explicar a los escolares isleños las enormes diferencias entre la realidad india, sobre todo la del mundo rural, y la que ellos viven a diario. Con la intención de despertar conciencias y añadir más eslabones a la gran cadena solidaria que, por 21 euros al mes, permite desde España apadrinar a un niño en el "otro gigante asiático", el segundo estado con más población (1.300 millones de personas) del mundo después de China.

¿Cuál ha sido el motivo de su primera visita a Tenerife?

Concienciar de la enorme importancia del apadrinamiento. Con esos 21 euros al mes se les da, literalmente, la vida a los niños de allí. España siempre ha sido un país muy solidario y Canarias también, aunque pretendemos que lo sea más y para eso hemos dado estas conferencias en Los Realejos, La Laguna y Santa Cruz. Todo integrado en el proyecto School to School. La idea es que, a través de la Fundación, se envíen cartas, dibujos o fotografías que muestren cómo es la vida cotidiana de un niño en las Islas y de otro en las comunidades rurales del sur de la India. Los de aquí, en mi opinión, deben valorar lo que tienen al compararse con los otros.

¿Cómo han respondido los niños?

Con sorpresa e incredulidad, en general. Es lógico cuando se les dice que más de 300 millones de personas viven con un euro al día y una sola comida. O que se desprecia a las niñas por el hecho de serlo. O que apenas hay transporte público y hospitales. O que el pelo de la mujer que se rapa porque Dios cumple sus deseos se usa en Occidente para las pelucas. O que muchos pueblos no tiene electricidad ni agua potable y hay que transportar en la cabeza (las mujeres) barreños de treinta kilos durante muchos kilómetros, hasta dos o tres horas. Pero al revés, en el otro lado, la realidad de aquí también causa impacto allí.

¿La India es un país de contrastes como parece desde la distancia?

Desde luego. Por ejemplo, es un país laico en la teoría pero existen multitud de religiones. Es el séptimo del mundo como potencia económica y está entre los de cabeza en pobreza y analfabetismo. Es un país enorme y ese contraste se da entre las grandes ciudades y el campo. Pero también hay una India en la que, pese a todo, la gente mantiene su permanente sonrisa. Cuando llegué a Barcelona hace 17 años me sorprendió ver a la gente besarse, comer variado, hablar con libertad de expresión, o hacer tantas cosas por la calle. Pero estaban serios siempre y yo me preguntaba por qué. La respuesta es que aquí se agarran al pasado, viven preocupados por el futuro y se olvidan del presente. En la India se vive día a día. Mañana, quién sabe.

¿El sistema de castas se acabará algún día?

De hecho, en la teoría, el Gobierno lo derogó en 1950 pero otra cosa es la práctica después de siglos de vigencia. Sobre todo en las zonas rurales, donde la gente está atrapada por el analfabetismo o la tradición y los intocables carecen por completo de derechos, entre ellos, el de estudiar. La educación es la única herramienta eficaz para cambiar esa realidad desde las mentalidades. Incluida la creencia asentada de preferir el niño a la niña -que en el campo se casa a los doce o trece años- por una razón economicista como el pago, o el cobro, de la dote del matrimonio. En ese campo trabajó primero Vicente Ferrer y más tarde la Fundación que creó. Con los microcréditos que empoderan a la mujer y le permiten montar su propio negocio.

¿La huella de Vicente Ferrer sigue viva en la India?

Por supuesto, en su fundación y en Anantapur con sus 3,5 millones de habitantes. En particular, yo he sobrevivido, igual que mi familia, gracias a él y a su legado. A nivel general cambió el destino de más de 130.000 niños intocables al permitirles estudiar y mejorar un futuro que, simplemente, no existía. Ahora tenemos, además de seguir construyendo escuelas -ya hay 1.550-, repartir bicicletas a las niñas para que vayan seguras a clase. Hemos donado unas 25.000. En total son seis proyectos -discapacidad, sanidad, educación, ecología, mujer y hábitat/construcción de casas- en 3.500 pueblos. Sigue muy viva la idea de Vicente Ferrer de ayudar a los demás y trabajar a diario para algún día erradicar la pobreza y hacer un mundo mejor. Mi misión, lo que me motiva, es explicar y expandir esta filosofía. La de la revolución silenciosa que empezó en 1969, el año que viene hace medio siglo. Y ahí siguen su mujer, Anna, y su hijo, Moncho, más 2.700 trabajadores indios.

¿Cuántos padrinos hay en España?

Un total de 120.000 padrinos colaboradores, tanto personas físicas como empresas. Van allí a ayudar y trabajan aquí por la Fundación como Rosa, nuestra representante en Tenerife. Gracias a estas personas podemos mantener nuestros proyectos.

¿La pobreza es algo crónico?

No. Es posible erradicarla y lo hemos demostrado en Anantapur a través de la acción. Pero la pobreza no es solo cuestión de dinero. Quien no sabe leer también es pobre. En la Fundación estudian hasta los 18 y luego optan a una carrera. Durante un año los formamos y luego las empresas vienen a buscarlos. De vivir con un euro al día se pasa a cobrar 600 o 1.000 al mes y es una cadena para romper la pobreza. Cada año se incorporan unos cien niños a ella.

¿Las guerras son una manera de disfrazar la realidad?

Es cuestión de alta política pero la gente india es muy tranquila y convive sin problemas. Hay un dicho: "En un vaso metemos unas canicas, hacen ruido pero conviven". Eso es la India.

El agua, ¿un bien básico?

Vicente Ferrer empezó con los pozos para llevar a Dios con el agua a aquellas tierras áridas. Luego con embalses para beneficiar a toda la comunidad, no a unos pocos. Con el agua, la vida surge y la gente deja de emigrar a las grandes ciudades, donde más que pobreza hay miseria, o la mujer a dedicarse a la prostitución y los niños obligados a meterse en ese mundo en su terrible versión infantil.

Dos visiones en una

Lancy contrapone en sus conferencias -como ha demostrado en Tenerife- la visión oriental y la occidental en los grandes temas de la vida: la educación, el amor, la muerte... Su visión del vivir con intensidad el hoy, recordando el ayer y construyendo el mañana integrando su pasado indio con su presente europeo. Tras la muerte de su padre, Vicente y Anna Ferrer decidieron acogerles bajo su protección para ser el primer niño apadrinado de la Fundación. Allí inició su trabajo como traductor y guía de padrinos, visitantes y colaboradores de la organización. Desde 2001 vive en Barcelona y forma parte del Departamento de Comunicación de la Fundación Vicente Ferrer, desempeñando el papel de portavoz. Casado con Ethel y padre de Yamuna, ejerce con pasión su trabajo de sensibilización a través de conferencias y charlas. Habla con pasión de su país y en su relato describe sobre todo la vida de la gente de la India rural, la de los pueblos. Y en primera persona de cómo se produce la transformación de la vida de los "dalits" o intocables gracias a un proyecto de desarrollo integral que inició su maestro, Vicente Ferrer.