Suecia celebrará este domingo unas elecciones generales que podrían dar un vuelco al actual escenario político del país. En un hipotético contexto sin mayoría de los grandes bloques, los ultraderechistas Demócratas Suecos aspiran a obtener un resultado sin precedentes que les permita incluso manejar los hilos del futuro gobierno.

Unos 7,3 millones de ciudadanos están llamados a votar este 9 de septiembre en unas elecciones múltiples que, además de decidir el futuro de corporaciones locales, servirán para elegir a los 349 miembros del futuro Riksdag (Parlamento) y, de forma indirecta, al Ejecutivo llamado a gobernar el país durante cuatro años.

Del total de diputados, 310 serán repartidos en función de los resultados en cada una de las 29 circunscripciones, mientras que para los 39 restantes se tienen en cuenta los datos de los partidos a nivel nacional. Para entrar en el Parlamento, una formación debe obtener el 4 por ciento de los votos en todo el país o el 12 por ciento en una circunscripción.

Los sondeos sitúan de nuevo como favorito al Partido Social Demócrata del primer ministro, Stefan Lofven, que gobierna desde 2014 en coalición con Los Verdes. Sin embargo, la histórica formación se arriesga a vivir una de sus jornadas más aciagas si, como se pronostica, obtiene solo el 25 por ciento de los votos.

La suma de estas dos formaciones con La Izquierda, que ahora sí estaría dispuesta a entrar en el Gobierno, rondaría el 40 por ciento, una cifra que se antoja insuficiente si el centro-izquierda quiere conservar el poder, habida cuenta de que la Alianza conservadora que lideran los moderados también figura con una intención de voto similar.

El bloque de centro-derecha, que aglutina al Partido Moderado, Partido Popular Liberal, Partido del Centro y Demócratas Cristianos, aspira a situar a Ulf Kristersson como futuro primer ministro a pesar de un previsible retroceso electoral de los moderados, cuya intención de voto ronda el 20 por ciento.

La formación de Kristersson, de hecho, se arriesga a perder su actual condición de segunda fuerza política en beneficio de los Demócratas Suecos, un partido que ha logrado maquillar sus orígenes neonazis hasta convencer a uno de cada cinco suecos con su mensaje en aras de la seguridad y en contra de la llegada masiva de migrantes y refugiados.

POCAS OPCIONES

Suecia había sido hasta ahora ajena a los éxitos políticos ultraderechistas que sí habían calado en los vecinos Noruega, Finladia y Dinamarca, pero todo podría cambiar este domingo, si como se prevé, la formación que lidera Jimmie Akesson se hace con uno de cada cinco votos --casi el doble que en 2014--.

El ultraderechista Akesson podría tener en su mano el futuro político del país nórdico, si bien históricamente las principales formaciones han pactado de forma tácita rodear a los Demócratas Suecos de un cordón sanitario que impide cualquier pacto político.

Con los datos de las encuestas sobre la mesa, ninguno de los grandes bloques obtendría una mayoría suficiente, por lo que dependería de que la otra coalición diese un paso atrás para permitirle gobernar. La otra opción, sobre la cual han advertido en reiteradas ocasiones los socialdemócratas, es que la Alianza conservadora se apoye en la muleta ultraderechista.

Los moderados no han sido tan tajantes en esta ocasión sobre las ''líneas rojas'' postelectorales y los analistas sitúan como opción más probable tras la votación del domingo que sea Kristersson quien termine estando al frente del Ejecutivo. El Partido Moderado recuperaría el poder que ya ostentó entre los años 2006 y 2014.

"Creo que nos enfrentaremos a un proceso extremadamente complicado para formar Gobierno, quizás el más complicado de la historia moderna", ha advertido el politólogo Niklas Bohlin, de la Mid Sweden University, en declaraciones a la agencia de noticias Reuters.

EL PORQUÉ DE LAS COSAS

Pero, ¿qué ha cambiado en cuatro años para que la ultraderecha haya duplicado su nivel de apoyo hasta situarse al nivel de los grandes partidos? Los anteriores comicios tuvieron lugar en 2014, un año antes de que cientos de miles de migrantes y refugiados llegasen a Europa en la mayor ola migratoria desde la Segunda Guerra Mundial.

Más de 160.000 personas llegaron en 2015 al país nórdico huyendo de la pobreza y la guerra, una cifra excesiva en opinión de Demócratas Suecos, que también ha alertado los supuestos riesgos de seguridad derivados de estas migraciones. Un repunte de los crímenes violentos e incidentes vandálicos como los vividos este verano en Gotemburgo han terminado de cerrar el círculo.

Así, votantes desencantados de otros grandes partidos han visto en el de Akesson la vía para defender el Estado de bienestar, del que tanto ha presumido Suecia durante décadas, y garantizar la seguridad del país en un escenario europeo y global convulso. Hasta el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó a poner a Suecia como ejemplo del riesgo migratorio, aludiendo a un ataque que nunca se había producido.

Sin embargo, un reciente sondeo de la Universidad de Estocolmo también ha puesto el foco en las motivaciones económicas para explicar el trasvase de votos a la ultraderecha. El estudio identificó el empleo y la economía como los principales factores a los que aludían los seguidores de Demócratas Suecos para cuestionar las políticas seguidas durante los últimos años, informa el periódico ''The Local''.

En Suecia, además, también ha cundido el debate en torno a las ''fake news'' (noticias falsas) y sobre cómo ciertos mensajes sobre la inmigración parecen haber calado en la opinión pública. Investigadores de la Universidad de Oxford han detectado que una de cada tres noticias sobre las elecciones publicadas en Internet incluye información engañosa, principalmente sobre inmigración e islam, según Reuters.

Ante tanta incertidumbre, lo que sí parece garantizado es que Suecia volverá a ser un modelo en cuanto al nivel de participación de sus ciudadanos en unas elecciones. Ninguna votación desde la década de los cincuenta ha registrado un nivel de participación menor al 80 por ciento.