Con una visita a la playa y mensajes de WhatsApp a la familia y a clientas; así pasó la española Pilar Garrido los últimos momentos antes de su desaparición y muerte en México, relataron hoy varias testigos al iniciar el juicio contra su marido y presunto asesino, Jorge Fernández.

En esta primera audiencia de debate del juicio oral, que se alargó más de cuatro horas, pasaron este viernes testigos a petición de la Procuraduría General de Justicia (PGJ, fiscalía) del nororiental estado de Tamaulipas.

Antes, las partes dieron un alegato inicial en este mediático caso, dejando muy claros sus posicionamientos.

"La fiscalía no dará cabida a la duda de que el 2 de julio (de 2017), entre las 19.30 y las 20.00 horas, María del Pilar Garrido fue víctima de su esposo", aseguró la agente del Ministerio Público, Mireya Maldonado.

La valenciana, de 34 años, desapareció el 2 de julio de 2017 y sus restos fueron hallados el 26 de ese mes. Según el esposo, fue secuestrada por hombres armados mientras regresaba en coche a Ciudad Victoria, capital estatal, tras pasar unos días en la playa.

Pero el caso dio un vuelco cuando la fiscalía estatal lo detuvo acusado de haber asfixiado a su esposa.

Hoy se enfrenta a cargos por feminicidio, con penas máximas de 50 años y la pérdida de la patria potestad de Dalmau, el hijo de ambos.

En respuesta a estas duras acusaciones, Martín Lozano, abogado de Fernández, señaló ante los tres jueces del tribunal que las "incógnitas" sobre las circunstancias de la muerte de Garrido "no quedarán despejadas en este juicio".

Por ello, según su alegato, no se podrá establecer la causa de la muerte y, por consiguiente, apuntar a ningún culpable en este caso para el que, durante alrededor de un mes, fiscalía y defensa presentarán unas 70 pruebas.

La primera testigo fue María Magdalena San Gabriel, propietaria de un restaurante en el balneario de La Pesca, donde la familia había ido a la playa y a conocer a las tortugas lorca, endémicas del Golfo de México.

Garrido y Fernández, que viajaban con el bebé, se sentaron a comer en el local y, al entablar conversación, ella comentó que quería regresar a España, sin dar mayores detalles.

Sobre las 18.00 horas, según el relato de San Gabriel, se fueron de la playa en coche.

Ese mismo día, Diana Quintanilla escribió a Pilar Garrido, propietaria de un pequeño centro de estética, por WhatsApp para pedirle información acerca de unos productos que había comprado.

Hasta las 19.20 horas de aquel fatídico domingo, Pilar seguía con vida. Y le envió la información pertinente. "Solo podía ser ella", aseguró hoy la segunda testigo.

Aquella misma tarde, según se dio a conocer hoy en el juicio, también intercambió mensajes con familiares en Valencia.

A continuación, salió al estrado Susana Mayela, con quien Garrido y su esposo, juntos desde hacía 11 años, coincidieron el 3 de junio en una reunión.

Ella habló de sus planes de regresar a España. Él, por su parte, no reaccionó de forma extraña al escuchar a su esposa hablar del tema, continuó la testigo.

Días después, Garrido puso a la venta varios objetos de la casa que compartía con Fernández, licenciado en Criminología.

Finalmente, participó en esta primera sesión Diana Lucía Cuevas, amiga de la pareja desde 2009. "No nos veíamos a diario pero teníamos una bonita amistad", apuntó.

El 23 de junio se juntó con Garrido y esta comentó que tenían una "posible compradora" para la casa en Ciudad Victoria.

Cuevas relató los momentos de angustia y miedo que vivieron ella y su entorno al saber de la desaparición de Garrido.

En su declaración ante la Policía en agosto de 2017, cuando ya se había hallado el cuerpo, sostuvo que "jamás había visto problemas en la relación".

En apariencia tranquilo, Fernández, muy devoto desde su estancia en prisión preventiva, escuchó este y otros testimonios dados a conocer esta primera jornada. Por momentos, cerraba los ojos y cruzaba las manos, en un gesto que parecía de oración.

El caso es un auténtico rompecabezas. Y las dos partes, totalmente enfrentadas, contemplan dos salidas igual de difíciles: hasta 50 años de prisión para Fernández o el descrédito absoluto de la fiscalía estatal.

Mientras, en las calles de Ciudad Victoria, de unos 300.000 habitantes, todos conocen el asesinato y parecen tener una opinión a favor o en contra del hombre.

En un clásico dilema judicial: Víctima o verdugo.