Las arterias de los adolescentes que beben alcohol y fuman, incluso de forma muy ocasional, ya comienzan a endurecerse a los 17 años, un problema que predice posteriores condiciones cardiacas como ataques y accidentes cerebrovasculares, según una investigación de la University College de Londres (Reino Unido).

Los hallazgos, publicados este martes en la revista ''European Heart Journal'', también mostraron que una combinación de alto consumo de alcohol y tabaquismo estaba relacionada con un daño arterial aún mayor en comparación con el hecho de beber y fumar por separado. Los investigadores analizaron datos de 1.266 adolescentes de ''Children of the 90s'', el estudio longitudinal ''Avon de Padres y Niños (ALSPAC)'' de Reino Unido, durante un período de cinco años entre 2004 y 2008.

"Encontramos que, en esta gran cohorte británica, beber y fumar en la adolescencia, incluso a niveles más bajos en comparación con los reportados en estudios de adultos, se asocia con rigidez arterial y progresión de la aterosclerosis. Sin embargo, también descubrimos que si los adolescentes dejaban de fumar y beber durante la adolescencia, sus arterias volvían a la normalidad, lo que sugiere que hay oportunidades para preservar la salud arterial desde una edad temprana", explica el autor principal, el profesor John Deanfield.

Los participantes proporcionaron detalles de sus hábitos de fumar y beber a los 13, 15 y 17 años. La rigidez se evaluó utilizando un dispositivo Vicorder para medir la velocidad de la onda de pulso carotídeo-femoral (la velocidad a la que el pulso arterial se propaga a través del sistema circulatorio). Además, registraron la cantidad de cigarrillos que habían fumado alguna vez y se agruparon por intensidad de ''bajo'' (0-20 cigarrillos) a ''moderado'' (20-99 cigarrillos) u ''alto'' (más de 100 cigarrillos). La exposición al tabaquismo de los padres también se evaluó mediante cuestionarios.

Los adolescentes en el grupo de fumadores de ''alta intensidad'' tuvieron un aumento relativo de 3,7 por ciento en la rigidez de sus arterias, medido por el aumento medio en la velocidad de la onda de pulso, en comparación con aquellos en el grupo de intensidad de fumar ''bajo''.

Los participantes también proporcionaron la edad en que comenzaron a beber alcohol y la frecuencia e intensidad del consumo de alcohol por mes. Los bebedores de intensidad fuerte, media e liviana se definieron como consumidores de más de 10 bebidas, entre 3 y 9 bebidas y menos de dos bebidas, respectivamente, en un día típico en que bebían alcohol. Una bebida equivale a ocho gramos de alcohol (aproximadamente un tercio de una pinta de cerveza).

Aquellos que tendían a beber en exceso (tomar más de 10 bebidas en un día típico de consumo de bebidas alcohólicas con el objetivo de embriagarse) tuvieron un aumento relativo del 4,7 por ciento en la rigidez de sus arterias. Los participantes en el grupo de alto consumo tanto de tabaco como de alcohol tuvieron un aumento relativo de 10,8 por cineto en la rigidez de sus arterias en comparación con aquellos que nunca habían fumado y consumidores con bajo consumo de alcohol.

"La edad a la que los participantes comenzaron a beber alcohol no se asoció con la salud arterial, lo que sugiere que la duración de la exposición podría no ser tan importante a esta edad. Además, no se encontró ningún efecto beneficioso del bajo consumo de alcohol con respecto a la salud arterial", concluyen los investigadores.