Solemos pensar que el cuerpo es una máquina perfecta. Creemos que no fallará jamás y que las decisiones que tome serán siempre las acertadas. Pero la excepción que confirma la norma se encuentra justamente en los pacientes que ingresan en la Unidad de Cuidados Intensivos (UVI) y se encuentran en coma, ya sea por un traumatismo craneoencefálico grave o por un infarto cerebral grave.

Normalmente, hay varias moléculas, que se encuentran en la sangre, relacionadas con distintas vías fisiopatológicas como la inflamación, la coagulación, la oxidación o la apoptosis -muerte celular-. En principio, la acción de estos grupos de átomos es la de beneficiar al organismo, sin embargo, en estas ocasiones, su aparición desmedida puede colapsarlas y provocar que los pacientes sufran el peor desenlace posible: la muerte.

Es a la conclusión a la que han llegado un grupo de investigadores liderados por Leonardo Lorente Ramos, facultativo especializado en medicina intensiva del Hospital Universitario de Canarias (HUC). Gracias a un estudio multicéntrico, en el que han participado también el resto de hospitales de tercer nivel del Archipiélago y el de La Palma, se sospecha que "niveles altos de estas moléculas en sangre pueden estar contribuyendo a un mayor riesgo de fallecimiento" en estos pacientes, como afirmó Lorente.

La bibliografía y estudios anteriores han ayudado a llegar a esta conclusión, pues ya con ratones se había advertido que, al reducir los niveles de estas moléculas en sangre, se reducía el riesgo de fallecer en los 30 días siguientes al accidente. La investigación de Lorente ha intentado desde 2009 describir si el fenómeno era extrapolable a los seres humanos.

Y es que estas enfermedades no son baladíes. Como recordó el médico internista, 1 de cada 3 pacientes que ingresan por traumatismo craneoencefálico grave fallece a los 30 días, mientras que en caso de infarto cerebral grave, la muerte le llega al 50% de los que lo sufren.

Con la muestra de sangre de 120 pacientes de traumatismo craneoencefálico y otros 70 con infarto cerebral, los investigadores ya han determinado que "esos pacientes cuando ingresan en la UVI, cuanto más moléculas de este tipo contenga su sangre, más riesgo tienen de fallecer", determinó el médico intensivista.

No obstante, el equipo aún tiene trabajo por hacer y el siguiente paso consistirá en comprobar si se puede prevenir este desenlace. Con el reciente premio a la Investigación Médica de la Fundación DISA, los cinco hospitales pasarán a realizar un estudio clínico de pacientes aleatorios. Su objetivo es determinar si esos niveles de moléculas altos en sangre también se pueden observar en la primera semana de ingreso del paciente en la UCI y, por tanto, asociarse o no "a la mortalidad", remarcó Lorente.

"La primera semana es la más importante, si se encuentran niveles altos de estas moléculas de forma sostenida en el tiempo, es posible que tengan más posibilidad de fallecer a los 30 días", recordó el especialista. En caso de detectar unos niveles anómalos, el paciente deberá ser más vigilado que otros y se deberá tratar de reducir los niveles de dicha molécula en sangre mediante diferentes fármacos.

Si las sospechas son correctas, se podría no solo mejorar la tasa de supervivencia, sino reducir los déficits importantes que sufren los pacientes que sobreviven. Es decir, lo que coloquialmente se considera "prevenir antes de curar".