Hoy se cumplen 400 años del descubrimiento de las fuentes del Nilo, un paraíso de Etiopía al que rodea un misterio: quién fue el primer europeo que las contempló. Pero en el pueblo madrileño de Olmeda de las Fuentes lo tiene claro y reivindican que fue Pedro Páez, un vecino suyo, quien las visitó por primera vez en 1618.

Los 380 vecinos de Olmeda de las Fuentes, situado en la franja este de la Comunidad de Madrid, aseguran que Páez fue "un héroe de la época" y es de justicia que su nombre figure en los libros de historia de todo el mundo.

Así de tajantes defienden los residentes de este pequeño pueblo que los de su paisano fueron los primeros ojos "del viejo continente" que disfrutaron de aquel espectáculo, "donde las cataratas echan humo".

En este camino que han emprendido, Fuentes de Olmeda vuelve cada pocos meses a la palestra reivindicando el papel de Páez, a través de actos con los que muestra su vida y los viajes que emprendió o con la instalación de una ruta con monolitos repartidos por la localidad que explica su vida.

Además, después del verano se inaugurará un edificio cultural que llevará su nombre, según ha asegurado a Efe el alcalde del municipio, Miguel Ángel Alonso Juliá.

"Porque es inexplicable que en el libro de la historia falte una página", el pueblo madrileño aprovechará la celebración de los 400 años del descubrimiento de las fuentes del Nilo, que se cumplen hoy, para celebrar un encuentro al que asistirán, entre otros, el cónsul de Etiopía en España.

Con esta reunión se volverá a explicar y poner en valor que fue Páez y no el explorador escocés James Bruce, a quien se le atribuye el mérito, el primer europeo que estuvo en aquel cristalino lugar.

Páez vivió hasta los 16 años en Fuentes de Olmeda, desde donde en 1580 emprendió una serie de aventuras "legendarias" que le llevaron primeramente a Coímbra (Portugal) y Cuenca, hasta que en abril de 1588, con 24 años, partió para Goa (India), para no volver a pisar tierra española.

Después pasó por India, Etiopía, Irán y Yemen, entre otros países; fue jesuita y misionero, fue atacado por piratas y estuvo cautivo durante siete años. En 1607 vio cómo accedía al trono de Etiopía el emperador Susinios, con quien entabló una fuerte amistad y a quien acompañó en algunos de sus viajes.

Fue así como el 21 de abril de 1618 llegó a unos 100 kilómetros al sur del lago Tana, donde descubrieron el nacimiento de una de las fuentes del Nilo, el Azul, tras lo que dejó escrito que "se alegró de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el Gran Alejandro y el famoso Julio César".

Todas sus gestas las escribió en relatos que no vieron la luz hasta el siglo XX (se publicaron en Roma en 1903, aunque no se editaron en castellano hasta 2014), lo que le ha convertido en un completo desconocido durante años, pese a que fue "todo un personaje".

A ello se suma que su "rival" escocés sí contó con la suerte de aparecer en obras históricas, de forma que durante años se ha llevado una fama que, según subrayan desde el este de Madrid, no es merecida.

Además de su viaje a las fuentes, Páez narró "La historia de Etiopía", nunca antes relatada en primera persona.

Y lo hizo tras haber vivido allí durante meses, haber estado preso por los turcos durante siete años y de haber pasado por el desierto que colinda con la región de Hadramaut, en Yemen.

Tal es el desconocimiento que envuelve al personaje, que incluso en su propio pueblo reconocen que no fue hasta 2001, con la publicación de un libro de Javier Reverte, cuando supieron que este aventurero había nacido y vivido en la localidad, y desde entonces no han parado de buscar y aprender su historia.

Ahora, los habitantes cuentan orgullosos que también la ''Marca España'' se ha interesado por difundir la historia de esta "celebridad de película", especialmente talentoso con los idiomas (hablaba cinco) y de quien también se dice que fue de los primeros afortunados europeos que probó el café.

El alcalde de Oldema de las Fuentes ha asegurado que desde el pueblo que le vio nacer seguirán trabajando para que se sepa de su vida, con la ayuda de los vecinos, especialmente quienes tienen su residencia fija en la localidad y sienten "verdadera curiosidad" por conocer al que fue su vecino y a quien, aun sin conocerle, le consideran "entrañable".