Unas antiguas imágenes de la fachada de la lagunera iglesia de Santo Domingo con unos árboles a su vera motivaron una investigación que acabó arrojando luz acerca de un espacio desaparecido y que pocos conocen: una alameda. "Era un jardín consolidado, de singular disposición, armónico, romántico y a la vez sobrio, casi austero. Su disposición en dos filas de plátanos de sombra caducifolios y una palmera como punto focal en uno de sus extremos, cerrado con un muro que servía de asiento y una valla, hacía de él un espacio que podría dar lugar al recogimiento, al ocio tranquilo y al paseo elegante, muy del gusto de la época de su creación".

El entrecomillado anterior corresponde al artículo "La alameda perdida de la plaza de Santo Domingo en La Laguna (Tenerife)", que firman en el anuario del Instituto de Estudios Canarios de 2014 los dos responsables de sacar del olvido aquel lugar. Se trata de Antonio García Gallo, profesor de Botánica de la ULL, y de Francesco Salomone Suárez, ingeniero agrónomo y jefe de Parques y Jardines del Ayuntamiento de La Laguna.

A través de la bibliografía consultada durante más de un año, la publicación recorre la historia de la plaza desde sus orígenes. "Según Rodríguez Moure, el muro que cerraba la plaza hacia la calle Santo Domingo fue derribado tras la primera exclaustración española en 1835 y el espacio quedó vacío hasta 1860, en que se intervino para llevar a cabo un plantío de árboles, los cuales la adornaron hasta mediados del siglo XX", explica. Las fotos de Ernesto Fernando Baena, en 1931, son las primeras que permiten observar la densa arboleda de la plaza. No obstante, prosigue, quizá la visión más clara la ofrezca el recordado fotógrafo Zenón, que en 1946 sacó una instantánea desde las laderas próximas a la ciudad en la que se ve perfectamente este enclave.

Apunta Salomone que detrás de este recinto subyace una moda. "Es a lo largo del siglo XVIII cuando, modestamente, en La Laguna y en los lugares públicos en general empiezan a haber jardines", señala al ser consultado por los entresijos de la publicación. "Los ciudadanos ilustrados quisieron repetir el esquema aristocrático privado, pero en lugares públicos, por ese deseo burgués de ver y dejarse ver". Y de ahí las alamedas. "La de Santo Domingo fue una de las que existieron en La Laguna, aunque hubo más".

"En la sesión ordinaria del Pleno del Ayuntamiento de La Laguna del 28 de abril de 1952, actuando como alcalde accidental don Juan Antonio Álvarez Castro, se discute la solicitud, mediante oficio de la Dirección General de Correos y Telecomunicación, de cesión gratuita de un solar para la construcción de un edificio adecuado para instalar los servicios de Correos y Telecomunicación", recoge el artículo. Por ahí empezó el final de la vieja alameda, dado que el consistorio acabó ofreciendo aquel terreno para ese uso. Desde Correos se llegó a emitir un escrito expresándole al consistorio la reticencia de su arquitecto, dado que en su visita a la ciudad consideró que se trataba de una plaza "de agradable sabor pintoresco". Tras distintos avatares, en 1961 se firmó el acta de recepción definitiva de las obras de construcción del edificio.

Hoy solo queda un ejemplar de plátano de sombra y una palmera canaria en la trasera de la plaza. También, en palabras de Salomone, ha habido una "feliz casualidad": la muerte de una acacia plateada en 2004 de la plaza delantera de Correos llevó a la sustitución de todos los ejemplares por plátanos de sombra. Faltaba aún una década para que supieran de la alameda, pero justo se eligió la misma especie que la integró.