Entre esculturas del japonés neodadaísta Tetsumi Kudo y de ejemplares de grandes clásicos de la literatura, como Don Qujote de la Mancha o Drácula, desfilaron hoy las modelos de Loewe, convertida, gracias su diseñador Jonathan Anderson en una de las citas más esperadas de la Semana de la Moda de París.

El norirlandés de 34 años no esconde la pasión que siente hacia el arte que, como buen coleccionista, siempre trata de integrar en sus desfiles, ya sea mediante fotografías, decoración, pintura o escultura.

La novedad hoy, además de las figuras de Kudo y una serie de muebles del siglo XIX creados por el arquitecto Edward William Godwin, fueron las novelas con las que recibió a sus invitados.

Cinco obras mundialmente conocidas, reeditadas por Loewe en sus lenguas originales envueltas en fotografías de la campaña publicitaria de la marca, realizadas por el estadounidense Steven Meisel.

El ambiente, en la sede de la Unesco, quedaba así definido para presentar a una mujer sofisticada y culta, que cuida de cada detalle y piensa, sobre todo, en los materiales que viste.

El cuero de la histórica firma, creada hace 172 años, invadió tanto abrigos como vestidos y accesorios, en botines de tacón bajo.

"Cada temporada trabajamos la mezcla del cuero y el tejido, como es invierno quería que se apreciara como un choque de textiles", arguyó Anderson entre bastidores.

La suave piel de becerro se entremezcla con un vestido de algodón plisado, junto a románticas faldas de encaje donde el cuero recorre las mangas, los cuellos y envuelve la cintura.

Anderson defendió en su colección otoño-invierno 2018/2019 una cierta idea de austeridad y primitivismo, no solo por la gran presencia de materiales nobles, gesto habitual de una marca que reivindica su saber hacer, también a la hora de reducir las prendas a su mínima expresión.

Los jerséis de punto se consumen en tops cortos, con lazos y cuerdas de colores que envuelven la prenda en torno a la cintura. Lo mismo sucede con los maxivestidos, recortados ahora a la altura del muslo mediante aperturas.

El joven creador, premiado en 2017 con el reconocimiento a mejor diseñador del año en los Premios Británicos de la Moda, disfruta además del éxito de Loewe, de la firma que lleva su propio nombre y de dos recientes colaboraciones con marcas de bajo coste, Uniqlo y Converse, que le han permitido darse a conocer ante el gran público.

Para Issey Miyake su director creativo, el japonés Yoshiyuki Miyamae, continuó su aventura con el "baked stretch", la técnica que inició hace tres años para plisar los tejidos aplicando calor.

Es la manera que el joven creador ha elegido para continuar los famosos plisados del fundador nipón, trabajados ahora de forma inédita con punto y lana en voluminosos abrigos y chaquetas cuyos colores reprodujeron los tonos naturales de un paisaje.

Artesanía del siglo XXI: "es un proceso de seis meses pero no está hecho a mano, sino mediante un programa de ordenador de alta tecnología", dijo Miyamae tras el desfile.

A su modo, cada una de estas dos históricas firmas tiene el reto de recuperar y renovar el legado de la casa, mientras que la "maison" Balmain lo hizo en una pasarela pseudofuturista, prueba del ahínco del diseñador Olivier Rousteing en hacer de este sello una de los más atractivos para los jóvenes.

Conocido por sus siluetas ochenteras en minivestidos ajustadísimos y por sus pronunciadas hombreras, Rousteing prefirió mantener su reconocido estilo innovando en los textiles, fluorescentes y reflectantes, en una metáfora del mundo digital.

Balmain, una de las firmas más activas en redes sociales, donde cuenta con millones de seguidores, propuso a los asistentes al desfile, en el Ayuntamiento de París, usar una serie de filtros en Snapchat con los colores de esta temporada.

Para Rousteing, Balmain no es solo ropa o lujo, la firma debe ser por encima de todo una experiencia.