Ni voy a hacer un "obituario" ni es mi objetivo entrar en liza con los letristas de Bambones, capaces de engarzar perlas al ritmo de compases musicales. Pero siento la necesidad de descubrir mi boina ante quienes enseñan lo grande que son. Eso no solo se demuestra con un cartón en la mano, sino también cuando ves pasar desde la grada de la final 35 años de historia, precisamente la única edición que no sale tu cantera.

Si grandes son Bambones, mayor es su calidad humana. Más allá de un pasacalle que enamora y define el sentimiento de un murguero, "ser bambón" es que Primi te pregunte cuando acabó el concurso por el título de la crónica, le avances tu opinión y lejos de reproches, agradezca la valoración. Entonces, no te llama amigo. Pero lo sientes. Más o menos como aquel que va de invitado a la presentación de la murga que un día lo denunció hace ocho años, dice que no es rencoroso y sentencia: "Los felicito porque ya son grandes sin necesidad de denunciar".

Otros dicen que lo que vale es el cartón. Pero al final se queda colgado en la pared y con la humedad se pudre. Como los valores de aquellos que cuantifican la "amistad" de forma inversamente proporcional al número de elogios que leen en una crónica. Así, no es de extrañar que el amigo de ayer hoy te mande por whatsapp: "Ya estarás contento", como si su pase o no a la final dependiera de ti. Pero hay de todo. Hasta madres de algún letrista que faltan al respeto porque eres un "tarado". Como si fuera la bruja Lola, dice: "Yo sabía que él era así desde chiquito".

No todo vale. Sobran hipocresía y altanería en el Carnaval. Como aquel que dice: "En lo personal cuenta conmigo si un día te hacen falta 20 euros, pero para mí en Carnaval no existes". Luego, suben al escenario, cuatro brincos, una palmadita y somos una familia. Pues vale.

Es imposible abstraerse a la elegancia de Bambones. Llama la atención que, en las horas bajas vividas desde ayer, hayan salido hasta de debajo de las piedras cientos de sus seguidores como una piña. Eso es ser un bambón. Curiosamente, estaban en todas las quinielas, menos en las del jurado, que tenía que ser virgen y no traerse las puntuaciones de casa. Criterio de la organización. Por eso, mi vida es ser un bambón, o la murga que usted quiera.