El tesón europeísta de Manuel Marín, fallecido hoy a los 68 años, hizo posible un gran paso en la integración continental: el programa de movilidad de estudiantes universitarios Erasmus, creado en 1987, que logró sacar adelante pese a la oposición del Reino Unido y Francia.

Marín está considerado como el "padre" de este programa, creado el 15 de junio de 1987, y que significó un "salto de gigante" contra el "aislamiento" académico pues facilitaba que los alumnos cursaran parte de los estudios superiores en otros países europeos con garantías de que esa formación sería convalida por las universidades de origen. En estos 30 años, 3,3 millones de europeos han ampliado estudios y experiencias en otros países de la UE.

Erasmus, que fue Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2004, se destina ahora a jóvenes de entre 13 y 30 años y concede becas para formación escolar, profesional, universitaria, adulta y hasta deportiva.

España es el país que más erasmus envía fuera cada año, pero también el que el más recibe, en torno a 40.000 en ambos casos.

El Colegio de Europa reconoció en 2006, a iniciativa de la asociación de alumnos, su promoción de los valores comunitarios a través del programa Erasmus.

En una ceremonia celebrada en el Parlamento Europeo, la prestigiosa institución concedió el premio "Alumno del Año" a Marín y a otros dos ex alumnos del centro, los belgas Bernardette Costers y Francois Vandamme, por el decisivo impulso que los tres dieron a la iniciativa universitaria.

"Sobre él recayó la difícil tarea de concluir las negociaciones del programa", explica un comunicado de la institución, que recuerda las maniobras que Marín debió llevar a cabo para lograr que el Consejo aprobara la iniciativa en diciembre de 1986, lo que permitió que comenzara a funcionar seis meses más tarde.

El Colegio de Europa reconocía así la fundamental labor desarrollada por Marín, vicepresidente del Ejecutivo comunitario y responsable de Educación en la época en que concluyeron las negociaciones finales y se aprobó la iniciativa Erasmus.

Marín recordó más de una vez las dificultades con que nació un programa que ponía fin a la "falta de convalidación de estudios", ya que, hasta entonces, el sistema de convalidación de formación superior era entre los diferentes Estados europeos.

"No había en ocasiones muchas posibilidades, cuando volvías a tu país de origen, de convalidar los créditos académicos o los títulos que habías obtenido en el extranjero aunque fuera un país de la UE", explicaba el promotor de un proyecto que fue muy bien acogido por las Universidades, "pero con enormes reticencias por algunos gobiernos de los Estados miembros".

De hecho, Marín tuvo que retirar el proyecto, "para que no se pervirtiera", pues la Presidencia comunitaria británica "no estaba interesada nada en que surgiera este programa" y los franceses "tampoco lo querían" porque entendían que la educación y la cultura eran políticas nacionales.

Alguna vez explicó que uno de sus mayores orgullos era comprobar que un proyecto que tuvo que enfrentarse a la oposición de la ex primera ministra británica Margaret Thacher sea hoy una realidad que aprovecha y enriquece a decenas de miles de universitarios europeos.

Se trataba de ceder la autonomía a la universidad, un ámbito en el que los ministros de Educación eran los que controlaban, incluso en algunos países, hasta los nombramientos de los rectores.

Parecía un reto insuperable que se aceptara el principio de la autonomía universitaria, para que las universidades establecieran su propio camino, así como el mantenimiento del principio de la reciprocidad internacional en la validación de los títulos y reconocimiento de diplomas por las universidades, "un disparate" para los ministros.

"Del Erasmus tengo un recuerdo imborrable y satisfacción de haber hecho un buen trabajo, no puedo decir lo mismo de todo lo que hice", confesó Marín.

Entre las vicisitudes para su aprobación y las dificultades que Francia y Reino Unido le tendían a su propuesta como comisario, Marín destacaba la noche en la que los ministros de Educación de la UE le hicieron "la envolvente" y querían aprobar el programa y con elogios, pero vaciando su principal contenido de intercambio de estudiantes, y su presupuesto.

Pero llamó al entonces presidente de la Comisión, Jacques Delors, y decidieron retirar la propuesta, siendo la primera vez en la historia que la Comisión retiraba una iniciativa en el Consejo de Ministros.

Un año más tarde, tras el paso por la Corte de Justicia Europea, cambios de gobierno en algunos países y otras circunstancias variadas, el programa Erasmus fue aprobado, con la intención de conseguir "universitarios cosmopolitas y con una visión generosa del mundo", decía Marín.

El pasado 9 de noviembre, las hijas de Marín representaban a su padre en la Universidad de Salamanca en la ceremonia de entrega del doctorado honoris causa a su padre, reconocido por ese legado a los jóvenes europeos que representa el Erasmus y que, treinta años después de su puesta en marcha, sigue vigente y, como el decía, "está íntimamente asociado con la idea de la integración europea" y es "el ejemplo de la buena Europa".