Científicos del centro de Baleares del Instituto Español de Oceanografía (IEO) buscan ejemplares vivos de nacra (Pinna nobilis), un molusco bivalvo afectado desde el otoño por un episodio de mortalidad masiva causada por un parásito, para abordar la posible supervivencia futura de la especie en las islas.

Este molusco endémico es el bivalvo de mayor tamaño del Mediterráneo y el segundo del mundo ya que puede alcanzar una talla de 120 centímetros. Habita en fondos de hasta 60 metros de profundidad, asociado a las praderas de posidonia y está afectado por una mortalidad masiva de origen desconocido que empezó a detectarse en septiembre en Formentera. Simultáneamente se hallaron nacras muertas en Almería y Murcia.

"En la actualidad se puede decir que la mortalidad es prácticamente del cien por cien en Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana y Baleares", explica en declaraciones la científica del centro oceanográfico de las islas Elvira Álvarez, que destaca que las poblaciones de Cataluña de momento no se están viendo afectadas.

El Centro Oceanográfico de Baleares, organismo coordinador de este episodio de mortalidad masiva a nivel nacional, ha recibido avisos en los últimos días de indicios de mortalidad masiva detectados también en aguas italianas, en Ischia y en Sicilia.

El causante es un parásito del grupo de los Haplosporidium, que afecta a las glándulas digestivas de la nacra, según averiguó el Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura (Limia) del Govern. Pero la mortalidad ha avanzado tan rápido que por el momento se desconoce la especie concreta que lo causa, detalla la bióloga del Centro Oceanográfico de Baleares.

Álvarez recalca que ha habido anteriores episodios de mortalidad que han afectado a otros bivalvos, como el ocurrido con la ostra americana en una bahía de Estados Unidos, pero lo anómalo en el caso de la nacra es "el alcance geográfico y el corto período de tiempo".

Pone como ejemplo lo ocurrido en el Parque Nacional de Cabrera, donde el centro balear del IEO hizo un estudio específico de esta especie en 2011, marcó 254 individuos, y constató una de las mayores densidades de población del Mediterráneo, con una media de 5,35 ejemplares cada 100 metros cuadrados.

En octubre del año pasado, los ejemplares de nacra de Cabrera no estaban afectados, en diciembre se detectaron los primeros indicios, en marzo la mortalidad afectaba a entre el 80 y el 90 % de la población y en mayo censaron "más de 500 nacras en seis días y ya no había ni un solo ejemplar vivo", detalla la bióloga.

Protegido a nivel europeo desde 1992 y catalogado como especie amenazada con la categoría de vulnerable, la nacra está considerada un buen indicador del estado del ecosistema marino porque responde a una gran variedad de impactos antrópicos y revela la calidad el agua y nutrientes, los efectos del fondeo de embarcaciones y la presencia de especies invasoras.

Ante la situación actual, el Centro Oceanográfico de Baleares ha propuesto al Ministerio de Medio Ambiente que pase a estar considerado en situación crítica, el grado máximo de una especie que está en peligro de extinción.

Además, se ha elaborado un protocolo de seguimiento para el estudio de las poblaciones afectadas, dado que lo que más preocupa ahora a los científicos es la dispersión que pueda tener en el Mediterráneo esta mortalidad que está en plena expansión.

"Nos interesa encontrar a los supervivientes, porque son los individuos que habrán conseguido superar al parásito y son fundamentales para la posible supervivencia futura de la especie", explica Álvarez sobre la investigación en Baleares.

Además del rastreo por parte de científicos, los investigadores han solicitado la colaboración ciudadana a través de la plataforma Observadores del Mar.

Los científicos esperan también a la detección de "reclutas" en otoño, aquellos nuevos bivalvos que logren asentarse, dado que la nacra ya había acabado la puesta el verano pasado cuando comenzó el evento de mortalidad y no se sabe cómo está afectando el parásito a las larvas que flotaban en la columna de agua y a los juveniles, algo que se comprobará en otoño.

El objetivo será favorecer la supervivencia de esos reclutas mediante jaulas de exclusión para depredadores y otros métodos y monitorizar las zonas donde habitan. Además estudian iniciar programas de cría en cautividad si es posible y avanzar en la investigación del patógeno y en cómo combatirlo.