Margarita Morales definía el inmueble situado en el número 45 (o el 27, que también figura en su fachada) de la güimarera calle Calvario, como "un hogar para los mayores, no un centro de crónicos". Entonces era el 15 de enero de 2011 y defendía públicamente la legalidad del servicio y de las instalaciones que gestionaba como el Centro Residencial para Mayores Sor María de Jesús. En aquel momento, la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Canarias promovió un expediente de cierre cautelar que nunca se materializó.

En una casa de tipología canaria y de una planta, en el año 2000 comenzó la actividd de esta residencia de ancianos, reconvertida en el centro zen Dragonfly el 15 de marzo pasado y en un recinto de alquiler extrahotelero, como lo define ahora la misma Margarita Morales. Ya no hay ancianos en este lugar y las fuentes consultadas en el Ayuntamiento de Güímar y en el Gobierno de Canarias dicen que están en Arafo. A Margarita Morales se le ha escuchado decir, desde el pasado día 13, que el inmueble de Las Tanquillas es su casa. La titularidad oficial de la empresa se corresponde con la figura de su hija.

La historia vivida durante los últimos diez días está plagada de contradicciones y de denuncias cruzadas. Mientras Morales aseguraba la noche del sábado, 13, que en el recinto solamente había una anciana a la que su familia no quería llevarse, la nieta de esta mujer afirmaba ante la Guardia Civil que esa misma tarde contó a dieciséis anciandos allí dentro. Al día siguiente la Policía Local trasladó a otras dos anicanas del interior de la casa. En la mañana del domingo, autoridades municipales afirman que del lugar fueron trasladados a otro inmueble los mayores que restaban hasta completar la cifra de 16.

Margarita Morales se siente víctima de una "caza de brujas" orquestada por la concejala de Bienestar Social y por un trabajador municipal eventual al ser personal de confianza. La primera, Socorro González, ha centrado su trabajo en atender a familiares de los ancianos y a gestionar la reubicación de los mismos, mientras Víctor González actuó de portavoz municipal informando, especialmente en las redes sociales, de lo que sucedía en torno al inmueble de Las Tanquillas cronológicamente.

Al final de la semana, consta el realojo de cuatro ancianos, el paso por los juzgados de la directora del centro (como investigada) y de la concejala y el cruce de denuncias entre todas las partes.

Las historias

La decisión de la Consejería de Política Social de cerrar cautelarmente este inmueble derivó en un conflicto entre la dirección del centro y los familiares. Eso permitió exponer a la opinión pública situaciones vividas en el interior del recinto contadas por vecinos del lugar y por las familias de los ancianos. Dicen que los mayores no estaban bien alimentados, dicen que hasta suplicaban a los habitantes colindantes que les tiraran comida cuando estaban en el patio, explican que los levantaban a las tres de la madrugada para bañarlos, que les daban para desayunar agua y galletas, que algunos salieron del lugar con úlceras infectadas e infección de orina, que el centro cobró el importe íntegro de la última mensualidad y no ha devuelto la parte proporcional al servicio no prestado. Y la historia continuará.