Save the Children representó ayer un cementerio en un parque junto a las Cuatro Torres de Madrid para simbolizar cómo sería el paisaje de una ciudad si perdiese a 16.000 niños por la guerra, como ha ocurrido en Siria en los seis años de conflicto.

Las lápidas tienen los nombres de los menores asesinados, como Bayan, una niña de 8 años que iba a una escuela de Save the Children en Alepo y que murió en un ataque aéreo dentro de su casa.

En el acto simbólico y de denuncia, participó una familia que llegó a España huyendo en la guerra en 2013, integrada por Omar y Nazir, de cuatro y dos años, que nacieron ya en España y forman parte de la generación de hijos de refugiados sirios nacidos en Europa. Su madre, Aza, dejó a sus padres y hermanos en Damasco para venir embarazada de su primer hijo a España junto a su marido y su hermana Wafaa.

"Seis años de guerra en Siria han creado una de las mayores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial. Casi cinco millones de personas, muchas de ellas niños, están atrapadas en áreas de difícil acceso para las agencias humanitarias, expuestos al peligro de morir en cualquier momento", alertó el director de cooperación internacional y ayuda humanitaria de Save the Children, David del Campo.

Además, el activista advirtió de que el conflicto está dejando secuelas en la salud mental de los niños que podrían ser irreversibles. "Vivir durante seis años sin saber si mañana será tu último día se cobra un peaje psicológico enorme. Al menos tres millones de niños sirios menores de seis años solo conocen la guerra y han crecido con miedo", añadió.