A sus 54 años, Arnaud Montebourg afronta su segundo intento de convertirse en el candidato socialista al Elíseo con las mismas armas que cinco años atrás, las de un izquierdismo rebelde, convencido de que Francia puede liderar el final de las políticas de austeridad en Europa.

Natural de Borgoña, abogado de formación, Montebourg no ha conseguido nunca que sus tesis se impongan en su partido y su principal fuerza reside en el tirón electoral que ejerce en una parte importante de la izquierda francesa.

Gracias a él, ha ocupado cargos de forma ininterrumpida desde 1997, aunque su principal hazaña electoral sigue siendo su tercer puesto en las primarias socialistas de 2011, frente a dos dinosaurios del partido como François Hollande y Martine Aubry.

Entonces logró, contra pronóstico, convencer al 17 % de los electores gracias a una campaña de proximidad.

Y lo hizo con ideas de profunda reforma de un sistema político que considera agotado. Propone la fundación de la VI República y defienda una izquierda ortodoxa, que fomente la inversión pública a costa de incrementar el déficit y que defienda la producción nacional y a los más desfavorecidos.

Una imagen que contrasta con el porte casi aristocrático de este hijo de un inspector de impuestos y de una profesora de español, que habla con un tono engolado y que muchos comparan con el del expresidente Valérie Giscard d''Estaing.

Por eso, Montebourg ha dedicado buena parte de su vida tratando de encarnar la figura izquierdista que no se corresponde con sus ademanes nobiliarios.

Desde que aterrizó en París a principios de los 90 para ejercer como abogado procedente de provincias, Montebourg no ha dejado de cultivar su rebeldía, la misma que sugieren sus cabellos desordenados.

En 1997 ganó su primer sillón de diputado por su circunscripción, Saône-et-Loire, en su natal Borgoña.

Desde entonces, no ha parado de sacudir al aparato socialista y convertirse en uno de los principales críticos.

En 2001, cuando el entonces candidato socialista Lionel Jospin se quedó fuera de la segunda vuelta de las presidenciales, afianzó su perfil progresista y fundó la corriente "Nuevo Partido Socialista".

Desde la Asamblea Nacional no dejó de pedir que el presidente, Jacques Chirac, abandonara su inmunidad para ser juzgado por varios escándalos.

En 2006 se convirtió en portavoz de la candidata socialista a la presidencia, Ségolène Royal, antes de que su incontinencia verbal le obligara a abandonar el cargo, tras asegurar que "el principal defecto de Royal es su pareja", en referencia a Hollande.

Después de lograr el meritorio tercer lugar en las primarias de 2011, apoyó en la segunda vuelta a Hollande en detrimento de Aubry.

Éste le recompensó con un puesto de ministro de la Recuperación Productiva, una suerte de cartera de Industria.

Desde ese trampolín se erigió como un defensor del "Made in France", un programa proteccionista que, sin embargo, generó discrepancias en el seno del Gobierno.

En particular con el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, a cuya caída contribuyó en marzo de 2014, lo que le valió que su sustituto, Manuel Valls, le recompensara con el Ministerio de Economía.

Pero pronto sus tesis chocaron con las del jefe del Gobierno y tras criticar duramente la línea del Ejecutivo salió del gabinete cinco meses más tarde, sustituido por Emmanuel Macron, representante de un ala más liberal.