La joven acusada de asesinar a un hombre con que vivía en Gran Canaria en 2013 no tenía síntomas de sufrir violencia machista y era dueña de su voluntad, según los forenses que analizaron su personalidad, frente al parecer de un psiquiatra que la trató y que tacha su comportamiento de "patológico".

"Enfermedad mental como tal, que pudiera afectar a sus capacidades, no tenía", ha respondido, tajante, la doctora del Instituto de Medicina Legal de Las Palmas de Gran Canaria María Soledad Heredia al preguntarle hoy si la chica, Arantxa M.A., podía presentar, a su entender, algún mal que afectara a su discernimiento cuando, según ha confesado, apuñaló a quien era su pareja.

Basándose en la conclusiones de varias entrevistas que mantuvo con la acusada para evaluar su estado mental, esta facultativa ha dicho que su estado de conciencia estaba "bien" cuando ocurrieron los hechos, en repuesta a preguntas que le formuló la representante del Ministerio Fiscal durante la quinta jornada del juicio que se sigue en su contra en la Audiencia de Las Palmas.

En una sesión en la que Heredia ha comparecido con la psicóloga del mismo instituto forense Ruth Romero, junto a la cual elaboró en febrero de 2014 un informe sobre la procesada, la doctora ha contestado, sin dudar, con un "sí" al pedirle la fiscal si consideraba que la joven "sabía lo que hacía" y, además, "quería hacerlo", cuando clavó un cuchillo a la víctima.

Tanto una como otra han afirmado, además, no haber hallado indicios de que, como han dado a entender a lo largo del proceso el abogado defensor y una hermana suya que declaró como testigo, la acusada actuara condicionada por un supuesto maltrato de su pareja y por antecedentes de problemas mentales que había comenzado a tratarse desde la adolescencia.

En cambio, el psiquiatra que la atendió en su tierra de origen, Galicia, Manuel Arias, diagnostica esos problemas como un "trastorno mixto de personalidad" con combinación de "personalidad límite" y "trastorno disocial", según se recogía en su informe, en el que se concluía, en todo caso, que nada de ello explicaba el proceder de Arantxa M.A.

Manuel Arias, que también ha declarado en la vista como perito y como testigo, ha argumentado que el comportamiento de la joven "es patológico" y que "no es caprichosa", sino que "tiene un trastorno de personalidad grave".

Un trastorno que hace que quien lo padece, "de repente, está feliz y le llega una mala noticia y se pone alterado y luego al rato se pone a llorar", según ha expuesto, añadiendo que los afectados por un mal así tienen "un vacío que no consiguen llenar con nada", por lo cual se tatúan, cortan el pelo y autolesionan", como, de hecho, llegó a hacer la que fue su paciente, según ha destacado.

Arias no se ha pronunciado claramente, de cualquier modo, sobre en qué medida podría atenuar o no la responsabilidad de sus hechos el padecimiento de la joven, que ha afirmado que "es muy difícil de entender" y que se caracteriza porque, para quien vive algo así, "la inestabilidad emocional es tremenda".

Pese a todo, y a preguntas de la fiscal sobre si "un trastorno así justifica una conducta delictiva tan brutal como matar a una persona", la doctora María Soledad Heredia ha respondido de inmediato: "no".

Además, tanto Heredia como Romero han sostenido que no apreciaron características de una víctima de violencia machista al entrevistar a Arantxa M.A., aunque han asegurado que tampoco obtuvieron muchos elementos de juicio sobre su personalidad en los encuentros que tuvieron con ella debido a que "no tenía absolutamente ningún interés en contar nada", en palabras de la primera.

Romero ha respaldado esa conclusión de su colega, al declarar que la joven solo "iba a cumplir" cuando la citaron para evaluarla psicológicamente y que apenas habló con ella pese a que, según ha dicho, le preguntaron "por activa y por pasiva".

El juicio contra Arantxa A.M., de 26 años, proseguirá el martes próximo ante la Sección Primera de la Audiencia de Las Palmas, a la que la Fiscalía ha solicitado imponerle 19 años de cárcel por una muerte descubierta el 13 de julio de 2013, cuando la Guardia Civil encontró en el garaje de la casa que tenía alquilada la pareja en Arinaga el cadáver de Jordi, que había mantenido escondido casi tres semanas.