El Ministerio japonés de Transportes inspeccionó hoy la sede de Mitsubishi Motors en Tokio con motivo de la investigación en relación con el falseo de datos sobre el consumo de combustible que la compañía automovilística llevó a cabo en algunos de sus modelos.

Los funcionarios de Transportes, que ya visitaron las oficinas que el fabricantes posee en Okazaki, en el centro de Japón, para una primera inspección "in situ" a finales de abril, se desplazaron hasta la sede central de Mitsubishi en la capital tras considerar que el informe interno que presentó el miércoles es insuficiente.

En el texto la compañía del sector automovilístico explicaba que uno de sus encargados del área de desarrollo de producto indicó al gerente de una filial responsable de hacer las pruebas del kilometraje de combustible que utilizase datos mejores a los obtenidos para que cumpliesen objetivos marcados, según recogen hoy los medios nipones.

Ambos trabajadores analizaron los resultados de las pruebas en pista, que no cumplían con las metas marcadas por la empresa, y la subsidiaria procedió como se le pidió, aunque puso en duda que en el futuro se pudieran lograr objetivos más ambiciosos, según detalló la cadena pública japonesa NHK.

La implicación de un cargo de responsabilidad de la matriz plantea que el fabricante en sí, y no la filial, habría supervisado la manipulación, por lo que la Administración quiere "revelar la participación de la oficina central", dijo hoy en una rueda de prensa el ministro de Transportes, Keiichi Ishii.

El Gobierno ha dado además un nuevo plazo, hasta el miércoles 18 de mayo, para que Mitsubishi presente un nuevo informe interno.

Mitsubishi Motors admitió en abril que sus empleados modificaron la presión del aire de los neumáticos durante las pruebas para evaluar el consumo de cuatro modelos de minivehículos (coches con motores de menos de 660 centímetros cúbicos) de los cuales se han vendido unas 625.000 unidades en Japón.

En el curso de sus investigaciones para determinar el alcance del escándalo, la compañía ha reconocido que estas prácticas se han extendido a otros modelos y que, además, había empleado métodos para testar la eficiencia energética de sus vehículos con estándares que Japón no da por válidos desde 1991.

Como resultado, estos vehículos fueron vendidos bajo la falsa garantía de que su consumo -una de las facetas que permite a los minivehículos ser competitivos y que les permite estar sujetos a ciertas ayudas públicas- era entre un 5 y un 10 por ciento más eficiente de lo que en realidad es.