Cinco años de espera que valen la pena. Una cita de obligada para quienes nunca hayan vivido la recreación artística que anoche puso en escena, en el lugar de los hechos, el cineasta David Baute y su equipo artístico.

Cerca de donde ocurrió la erupción de 1706, poco antes de las diez de la noche llegaba en procesión desde la iglesia de Santa Ana la imagen del Cristo. Era el inicio de un piromusical que arrancó con bolas de fuegos, o ruedas como dicen algunos vecinos. Casi coreaban las bolas que residían más tiempo encendidas. O aquellas que hacían las piruetas de brincar sobre la orografía del lugar.

Poco a poco ganaba en intensidad la recreación de la erupción. El risco estaba prendido por la lava en forma de pirotécnica que, como dice la isa, caía desde la cumbre hasta la arena.

Al borde de la playa, donde la lengua de fuego en encontraba con el océano Atlántico, el diálogo lo personificó una joven que recitaba cantando la historia que ha hecho singular al pueblo de Garachico. Lástima esos segundos, que parecieron eternos, donde el sonido se contagió de la emoción y la joven quedó cantando a viva voz. Se hizo más si cabía el silencio. Y ganaba espectacularidad la recreación, hasta brotar del mismo mar el fuego, con una espectacular exhibición que, en dos oportunidades, fueron pletóricas, como así lo refrendaron con sus aplausos los miles de espectadores.

Revivía así Garachico la erupción que se convirtió en fiesta, y lustrales desde 1970. Solo así se entiende que cada cinco años los vecinos de Garachico sean uno. Y saquen a relucir su arte, como quedó de manifiesto en las seis carrozas -nunca antes habían desfilado tantas- que de manera artesanal elaboran las propias comisiones vecinales o grupos de residentes.

Una erupción de ingenio, creatividad y entrega: el ayuntamiento busca los chasis necesarios y destinó unos 4.500 euros de subvención para costear los materiales de unas carrozas que salieron la noche del sábado y ayer, domingo, por la tarde, en su despedida. Tanta maestría que comienza a tomar cuerpo con los primeros trabajos en febrero para acabar antes de 36 horas. Hoy ya son historia y solo queda de las carrozas las fotografías.

Digno es de mención la entrega de los vecinos desde febrero para hacer el más del millón de flores de papel con los que se han confeccionado los adornos, a los que se suma la decoración de las plazas que cada colectivo ha hecho suya. Si ya Garachico es una joya, de historia, limpieza y tradición, en sus fiestas lustrales, como ocurrió anoche, es un museo al aire libre, un paraninfo donde se muestra en forma de espectáculo la historia de un pueblo, de una comarca, de una Isla.

Y Garachico tembló anoche al ritmo del "rock del volcán" que puso en escena David Baute en una noche inolvidable.

Garachico; noche grande, ejemplo de entrega vecinal para vestir de gala la lava del volcán.