Budi, el pequeño orangután de Borneo que se ha convertido en un símbolo de la amenaza de extinción que sufre esta especie, ha logrado esquivar la muerte gracias a las atenciones del equipo de la veterinaria española Karmele Llano Sánchez, directora de programas de la ONG International Animal Rescue en este país asiático.

La desgarradora historia de esta cría de unos dos años de edad, criada en Indonesia como mascota con leche condensada en una jaula para gallinas, ha conmocionado al mundo tras ser difundida en un vídeo en el que el pequeño gran simio grita de dolor cuando la veterinaria bilbaína trata de incorporarlo mientras descansa ya en el centro de recuperación de animales heridos que esta ONG tiene en la isla indonesia de Borneo.

El "bebé" orangután había sido adquirido como mascota por una familia de Borneo que, en diciembre de 2014, reparó en que el empeoramiento de su salud podía conducirle a la muerte y se puso en contacto con esta ONG británica.

"Con la ayuda de la policía forestal nos preparamos para su rescate en un poblado perdido al que se tardaba más de doce horas en llegar desde nuestro centro en coche y en barco", ha explicado esta veterinaria, que es también fundadora y presidenta de la agrupación local Yayasn IAR Indonesia.

"Durante un mes, le mantuvimos en cuidados intensivos durante 24 horas hasta que su vida dejó de correr peligro y, poco a poco, ha sido capaz de recuperarse por completo. Al principio, estaba demasiado débil y enfermo, pero cuando empezó a recuperarse comenzamos a juntarle con otros orangutanes", recuerda.

El pequeño animal, que tiene ahora una esperanza de vida de 40 años, convive en la actualidad con otros trece orangutanes también huérfanos en este centro ubicado en la provincia de Kalimantan.

Como el resto de los orangutanes acogidos, Budi será liberado en el bosque a la edad de siete u ocho años, cuando los animales de su especie acostumbran de forma natural a separarse de sus madres.

Una vez devuelto a la selva, la agrupación realizará un seguimiento monitorizado de su evolución durante otros dos años, por lo que Budi estará aún al cuidado de esta ONG durante al menos siete u ocho años más, estima esta veterinaria.

El pequeño orangután se ha convertido en un símbolo de la amenaza que sufre esta especie, de la que sólo quedan 40.000 ejemplares en la isla de Borneo (perteneciente en su mayor parte a Indonesia, aunque también a Malasia y a Brunei) y otros 6.000 en la de Sumatra (Indonesia).

Esta vizcaína afirma que el "serio peligro de extinción" de esta especie es consecuencia de la pérdida de su hábitat por la expansión sobre todo de la industria del monocultivo de palma aceitera, pero también por el aumento de la minería, la tala de madera y de otras explotaciones.

Actividades todas ellas destinadas a alimentar las necesidades de consumo de los países occidentales, lamenta esta veterinaria vasca, que recaló en Indonesia por primera vez en 2006, a la edad de 24 años, para trabajar como voluntaria en centros de recuperación de animales salvajes.

Ya en este país asiático, Llano Sánchez pronto entró en contacto con otros conservacionistas y juntos fundaron la ONG local Yayasan IAR Indonesia que, con el apoyo de Internacional Animal Rescue, creó las primeras instalaciones para la recuperación de macacos y Lories en la isla de Java.

En el año 2009, la agrupación inauguró el centro de orangutanes de Kalimantan Oeste en Borneo, del que esta veterinaria es directora, junto con el de Java.

Desde septiembre de 2009, el centro de Kalimantan ha rescatado a casi 150 orangutanes que, como Budi, han sido víctimas de la deforestación o de la insensatez humana que lleva a desear un animal salvaje como mascota.

"Las selvas de Indonesia se están deforestando para dar paso a las plantaciones de monocultivo de palma aceitera, utilizada en la producción del aceite vegetal más consumido en todo el mundo, sobre todo por su bajo precio, y empleada también para la creación de biodiesel", explica.

Con la vertiginosa desaparición de su hábitat natural, ha aumentado también la caza furtiva, que con frecuencia se salda con la captura de las crías de orangután para su venta como animales de compañía.

En ocasiones, las crías acaban en manos de campesinos de aldeas remotas que desconocen que la posesión de estos animales está prohibida y, en otras, son vendidos en la ciudad a familias pudientes dispuestas a pagar hasta 100 veces el precio por un ejemplar.

"Nuestro gran reto es ahora conseguir lugares donde poder liberar a los orangutanes porque sus bosques se están viendo diezmados con rapidez", se duele esta bilbaína.

International Animal Rescue mantiene en su página web la fotografía de un triste y enfermo Budi al poco de llegar al centro de Kalimantan, junto a las imágenes de otros bebés de orangután de ojos apenados como Monti o Rickina, con el fin de captar donaciones para sufragar sus cuidados.