Llegaron a la Isla para practicar su deporte favorito: la caza. Confirmaron pasajes, hospedaje, mandaron las autorizaciones... La cuadrilla, formada por quince personas, se desplazó desde Tenerife aprovechando el período en el que la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de La Palma autoriza la batida de arruís. Es de los viajes que hacen grupo, que unen, aunque en esta ocasión el desplazamiento no salió como estaba previsto y tuvieron que regresar sin disparar ni un tiro. Sin ni siquiera desenfundar sus armas.

Luis Eduardo estaba todavía ayer, cinco días después de la mala experiencia, indignado. El jefe de cuadrilla aseguró a EL DÍA que tramitaron toda la documentación por correo ordinario para participar en la caza mayor, además de contactar por teléfono con un técnico de Medio Ambiente para asegurar que todo estaba correcto: "Faltando diez días para el sábado de cacería, hablé con Carlos (técnico del Cabildo) para que me confirmara si todos los papeles que habíamos remitido estaban bien o si, por el contrario, nos faltaba algún documento por presentar. Íbamos a desplazarnos quince personas y solo queríamos que no hubiera ningún problema al llegar. Nos aseguró que no había que presentar nada más, que la cuadrilla estaba ya inscrita para el día previsto. Por eso viajamos".

El pasado jueves, día 10 de julio, los cazadores tinerfeños llegaron a La Palma en barco. Ya era por la tarde. "Teníamos todo en regla, seguros, permisos de armas... ese sábado (día 12) íbamos a cazar y nada hacía pensar lo contrario". Sin embargo, una vez en la Isla, un componente de otra cuadrilla "nos comentó que no nos iban a dejar cazar. Nos sorprendió lo que nos dijo. ¿Cómo iba a ser eso". Luis Eduardo, acompañado por otro compañero, se presentó a las 8.30 horas del viernes día 11 en la sede de la Consejería de Medio Ambiente, con el objetivo de certificar "que todo estaba bien y que lo que nos habían dicho de que no íbamos a poder cazar había sido un error".

La información no fue la que esperaban o, más bien, la que deseaban. El jefe de cuadrilla se encontró con Carlos, el mismo técnico con el que había hablado por teléfono, "y ahora nos dice que faltaba un papel, un simple papel, en el que teníamos que marcar la gente que iba a cazar. Le dije que si era solo eso, lo podíamos hacer sobre la marcha, pero no, ¡qué va!, nos contestó que ya estábamos fuera de plazo, que era imposible darnos la autorización. Le recordé las veces que habíamos hablado por teléfono y que me había dicho que no faltaba ningún documento, que todo estaba correcto... Ahora decía que ese no era su trabajo. Nos engañó. No entiendo por qué no nos dijeron desde el principio que nos faltaba un papel. Si nos lo llegan a decir, lo hubiéramos presentado igual que hicimos con el resto de la documentación. En la Consejería de Medio Ambiente nos atendieron fatal, nos llegamos a sentir humillados".

Luis Eduardo no sale de su asombro con lo vivido. Reconoce que el trato en la Isla, fuera de aquella Consejería, "fue exquisito, la gente muy bien", pero "fuimos a La Palma a cazar, no a ir de fiesta". Apunta que cada uno de los quince integrantes de la cuadrilla se ha gastado "unos 300 euros de media, entre pasajes, hospedajes y comida"; es decir, turistas, al fin y al cabo, a los que no se les trató con el tacto que la situación merecía.