Año y medio después de exiliarse en EE.UU., el disidente chino Chen Guangcheng no ve la distancia como un obstáculo para contribuir al cambio en su país, convencido de que es su deber "documentar la brutalidad" del Gobierno de Xi Jinping, según dijo en una entrevista con Efe.

La vida de Chen ha cambiado mucho desde mayo de 2012, cuando atrajo la atención mundial al huir de su arresto domiciliario y refugiarse en la embajada estadounidense en Pekín, lo que desató la mayor crisis entre EE.UU. y China en dos décadas y logró, tras tensas negociaciones de alto nivel, un billete de ida a Nueva York.

A punto de comenzar una nueva etapa en Estados Unidos, el disidente ciego, de 41 años, no olvida lo que dejó atrás: una familia "acosada" por las autoridades en su región natal de Shandong y una sociedad donde cada vez se erosionan más "las libertades fundamentales", según denuncia.

"Lo más importante que hay que defender en China es la libertad de reunión, de expresión y de prensa, incluida la libertad en Internet", declaró Chen a Efe.

Apenas entiende unas palabras de inglés y se comunica a través de un intérprete, pero ha empezado a aprender un idioma que considera "muy importante para vivir en Estados Unidos", al tiempo que trabaja en un nuevo proyecto: un libro sobre "violaciones" de derechos humanos en China.

"Es mi responsabilidad documentar la brutalidad del régimen chino, que quedó registrada en cómo fuimos tratados y que es parte de la historia", señaló.

El libro tendrá una parte autobiográfica en la que este abogado autodidacta relatará que su oposición a la política china de abortos forzados en Shandong le llevó a pasar más de cuatro años en prisión, seguidos por una vigilancia constante de las autoridades que hoy siguen sufriendo los familiares que dejó atrás en China.

Hace un mes que su hermano mayor, Chen Guangfu, no tiene Internet en su casa de Shandong, pero eso no le impide encontrar una forma de comunicarse con él.

"En esta era de la información, es imposible bloquear las comunicaciones. Si no hay Internet aquí, hay Internet allí", explicó riendo.

Su mayor preocupación es su sobrino Chen Kegui, condenado en noviembre a tres años y tres meses de cárcel por herir a uno de los guardias que custodiaban al propio Chen Guangcheng durante la huida de su domicilio.

El pasado 27 de septiembre, sus familiares pudieron visitarle y constataron que "sigue teniendo problemas" de salud y que los médicos de la prisión "no le están diagnosticando bien".

"Estoy muy preocupado por él", afirmó.

Cuando llegó a Estados Unidos para trabajar durante un año en la Universidad de Nueva York (NYU), Chen aseguró que le gustaría volver en un futuro cercano a China para continuar con su activismo.

Ese objetivo parece más lejano ahora, tras anunciar esta semana su vinculación hasta finales de 2016 con tres organizaciones estadounidenses, entre ellas el centro de estudios conservador Witherspoon Institute, que le mantendrán tres años más en EE.UU.

"Por ahora, no tengo planes de volver a China", confesó, pero negó que la distancia haga más difícil tener un impacto en su país.

"El ejemplo más claro está en lo que ocurrió en enero pasado. Un grupo de periodistas comenzó una protesta por la libertad de expresión y el ''Global Times'', una de las publicaciones del partido comunista chino, me señaló como la mano negra detrás de las manifestaciones", recordó Chen.

"Por supuesto, no instigué el incidente. Pero cuando lo dijeron aceptaron que la distancia geográfica no es un problema, que soy capaz de tener un impacto en China", agregó.

Recordando su refugio en la embajada de EE.UU. en China, Chen lamentó que las autoridades chinas no hayan cumplido "las promesas" que le hicieron entonces, bajo la presión de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, que se encontraba de visita en el país.

"Las autoridades prometieron resguardar y proteger la seguridad y libertad de los miembros de mi familia, investigar por completo los abusos que hemos experimentado mi familia y yo a lo largo de los años, y hacer que los funcionarios responsables rindan cuentas, sin importar lo alto que fuera su rango", afirmó.

Más de un año después, Chen opina que el Gobierno chino se ha basado en "excusas" como el juicio al exdirigente Bo Xilai para no cumplir esas promesas, y pide a "la comunidad internacional, especialmente Estados Unidos", que presione a Pekín para que lo haga.

Para el disidente ciego, la presión no tendrá el mismo efecto si no se involucra personalmente el presidente de EE.UU., Barack Obama.

"Espero que (Obama) pueda usar su influencia para pedir al Gobierno chino que mantengan sus promesas y detengan los abusos y el acoso contra los miembros de mi familia", declaró.