Veintidós años son demasiados en un país. Al menos como para creer que, el día menos pensado, vas a ser rehén de un grupo terrorista islamista. Y todo ello un día cualquiera, mientras estás de compras en un centro comercial con tu hija.

Pero lo improbable no supone necesariamente lo imposible. Al menos eso debió pensar Silvia, canaria residente en Kenia desde hace más de dos décadas y que el pasado sábado se convirtió sin quererlo en protagonista de un asalto que hasta ayer mantenía en vilo a la comunidad internacional.

El grupo terrorista islamista Al Shabab, de origen somalí y marca de Al Qaeda en el denominado "cuerno de África", tomó un centro comercial en la capital keniata, Nairobi.

En la tarde de ayer el ejército había iniciado el asalto de las instalaciones, en las que permanecían entre diez y quince terroristas con una treintena de rehenes. Los muertos, según las autoridades, podrían superar los setenta.

"Estamos muy cerca de Somalia -explica Silvia en una conversación telefónica-, y hay alerta de vez en cuando. Esto ha sido un atentado terrorista y se me congela la sangre de pensarlo", añade.

Pese a que su nombre y los apellidos completos están desde el fin de semana en la mayoría de los medios de comunicación, incluido éste, no se utilizarán en este artículo por expreso deseo de la protagonista de los hechos por cuestiones de seguridad.

Silvia relata cómo se encontraba por la mañana con su hija en una de las tiendas de la primera planta del centro cuando "oímos un ruido, como si se hubiera caído una estructura -relata-. Luego supe que en realidad eran dos pequeñas explosiones. Después empezó ya el tiroteo", añade.

La decisión de Silvia de esconderse con su hija en los probadores fue clave para salvarse de la matanza que se produjo a continuación.

"Nos quedamos en la tienda escondidas en los probadores, donde estábamos. Otra gente hizo lo mismo en otras tiendas, en los lavabos, donde pudo... Sí pasó gente por delante con ropa de asalto, pero yo no pude verla desde donde estaba", asegura para explicar que estuvo en los probadores durante más de cuatro horas y media.

En la tienda se encontraban también "una persona del Banco Mundial, un trabajador de la embajada italiana y una periodista" a quienes el asalto cogió en el mismo lugar que a Silvia.

"Gracias a ellos nos enterábamos de que había rehenes, muertos... Mi móvil no tenía cobertura, pero ellos tenían conexión con el mundo exterior", relata.

"A la gente le iban preguntando por el centro comercial si eran cristianos o musulmanes y los mataban", asegura para añadir que fue sobre las 16.30 horas cuando las fuerzas de seguridad de Kenia "lograron tener bajo control la zona baja del centro comercial. Fueron tienda por tienda evacuando a la gente. Vinieron y nos sacaron", dice. "Solo sé que en el segundo piso mataron a un montón de gente", agrega.

Una parte de quienes fueron rescatados el mismo sábado del centro comercial fueron llevados y atendidos en las inmediaciones de "un templo indio, donde nos dieron de comer y de beber. Nos preguntaban todo el tiempo acerca de cómo estábamos", asegura.

Silvia asegura que el trato de la embajada española con su familia fue "muy bueno -explica-. Estuvieron en contacto permanente con mi marido, muy atentos".

Sobre las condiciones de seguridad en el país, y especialmente en su capital, asegura que "normalmente es de calma", aunque recuerda el atentado de Al Qaeda contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998.

"Tuvimos un coche bomba y se derrumbó un edificio. Murió gente", recuerda. Sin embargo, asegura que lo habitual es que Kenia se mantenga alejada de las convulsiones de la cercana Somalia.

Pese a la periódica actividad de Al Qaeda en ese país, es probable que Silvia y su familia no contaran con ser algún día rehenes de un grupo terrorista como la milicia Al Shabab, ni con estar en el lugar y el momento equivocado en un centro comercial.

Ni con ser parte de una historia que mantiene en vilo a la comunidad internacional. Sin embargo, la realidad es que lo improbable no está reñido con lo imposible.

Establecer mínimos

El ejército keniano comenzó anoche un intento de asalto final para neutralizar a los terroristas del grupo radical islámico que ocupa el centro comercial de Nairobi y liberar a una treintena de rehenes.

Un comando accedió al interior y, al cierre de esta edición, controlaba ya el sótano del edificio, donde el número de muertos confirmados por la Cruz Roja keniana asciende ya a 68.

El Ministerio del Interior confirmó que, entre las siete y las ocho de la tarde, se produjeron varias explosiones dentro del centro, sin aportar más detalles sobre el estado de los rehenes.