Cuando un comercial de Telefónica llama a casa a las nueve de la noche de un sábado para ofrecer un producto que yo ya tengo contratado con ellos, me pregunto si el presidente de la compañía, su consejero delegado o el director general lo saben. No lo creo, estarán ocupados en sus cosas o en darle al señor Rato algo que hacer. Tampoco puedo pretender yo -un mero cliente del montón- que semejante elenco esté pendiente de estas impertinencias mías. Me fastidia un poco, es verdad, pero siempre puedo recurrir a la competencia. Cuando me entero de que una llamada de la misma empresa consigue colocar un módem inalámbrico a una señora de más de ochenta que no sabe ni lo qué es, entonces, entonces pienso mal. ¿Lo sabrán o gobiernan los objetivos de venta y la obediencia debida?

Fraude. No han entendido nada. La lucha contra el fraude fiscal en España consiste en revisar la última coma de las declaraciones de los que ya pagamos... se discuten los valores, las plusvalías, qué es deducible o no, con el método sutil de interpretar la ley, reclamar y esperar a que el sufrido contribuyente reclame o acate. Pero el sujeto obligado es el mismo, idéntico conjunto de individuos, qué gracia. ¿Sabrá el ministro de Hacienda que hay millones de ciudadanos que viven del sistema al margen del sistema? Seguro que no, que no lo sepa, porque la economía sumergida campa a sus anchas y no reacciona. Quienes no están fichados siguen tan campantes, con alegría y desparpajo, porque aquí no pasa nada. Es lamentable, todos estos que no pagan y se la clavan a usted.

Burocracia. Europa de la libre circulación de personas, bienes y servicios, y nosotros, en Canarias, con aduana. Cada movimiento de entrada o salida paga su DUA. Además, el arancel que se carga a la importación de ciertos artículos que también se producen en las Islas. Un rancio proteccionismo que contribuye a liderar el ranking de todo lo malo, lista que empieza con la tasa de paro. ¿Sabrá Paulino Rivero que todo este entramado tributario existe, que aísla a Canarias del mundo globalizado y que nos hace más pobres? Imagino que no, primero, porque es probable que nunca lo haya sufrido en carne propia -él se dedica a la política, no a los negocios- y segundo, porque si lo supiera y algún experto le hubiera explicado sus nefastas consecuencias, habría intentado que la modificación del REF (en trámite parlamentario) incluyera su paulatina eliminación. Alguien habló de simplificación administrativa: una entelequia.

Connivencia. Los médicos en Madrid practican huelga en oposición a la privatización de algunos centros sanitarios. Será que ven peligrar sus puestos de trabajo, sus salarios o sus derechos, aunque, con la Administración en números rojos, quizás sea esta la única vía para conservarlos, qué paradoja. Es triste, lo público no tendría por qué funcionar peor, aunque en ocasiones todos se empeñan y lo consiguen. La eficiencia en lo público es un deseo y en lo privado una necesidad, puede que esa sea la clave, pero no sé. ¿Sabrá la ministra de Sanidad que muchos médicos que trabajan en lo público, por la tarde, en sus consultas privadas, no emiten factura ni se retienen a cuenta del IRPF ni aplican el correspondiente impuesto indirecto? Puede que no, ella vive en otro planeta, aunque sea una práctica tan habitual y consentida. A lo mejor lo defraudado es suficiente para financiar el déficit; sería tan sencillo como permitir la desgravación de la factura del médico en nuestra declaración de la renta.

Resignación. He decidido que no, que no me resigno, aunque todos estos se hagan el loco. Denunciar el atropello y fijarnos quién rebuzna: ese será el que nos impide avanzar.

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