Dado que hoy 6 de noviembre de 2012 se cumple el 37º aniversario de la famosa Marcha Verde, que tanta incidencia ha tenido en Canarias por cuanto significó un antes y un después en nuestras relaciones con la excolonia española del Sahara Occidental, he creído oportuno hacer una pequeña reflexión sobre ese hecho histórico; y todo lo que significó la trascendental decisión del rey Hassan II de Marruecos, padre del actual monarca, Mohamed VI, en lo que constituyó una de las más brillantes estrategias pseudomilitares, por lo incruenta, de la historia contemporánea. Y donde se puso de manifiesto la clarividencia del sucesor de Mohamed V, padre de la independencia de Marruecos, y la gran aportación de la dinastía alauita a la integración territorial marroquí y al engrandecimiento del Reino de Marruecos, cuya existencia milenaria es de las más antiguas de África. Téngase en cuenta que ya en 1777 Marruecos fue el primer país que reconoció la independencia de los Estados Unidos de América, lo que no fue en absoluto un hecho meramente anecdótico, sino que supuso un verdadero hito en la historia de la diplomacia mundial.

Así pues, dejando al margen los diversos intentos extranjeros (ingleses, franceses, italianos, belgas y alemanes) de ocupar ciertos puntos de la costa atlántica noroccidental africana, y haciendo abstracción de los relevantes acontecimientos históricos que llevaron a España a colonizar el Sahara Occidental y a su posterior abandono, hechos sobre los cuales existe una extensa y documentada bibliografía, sí debemos, en cambio, retomar la memoria histórica para reseñar siquiera someramente tan importante acontecimiento que, insisto, condicionó en gran medida el devenir de Canarias en muchos aspectos, llegando incluso a condicionar nuestro futuro.

La llamada Marcha Verde se inició con 350.000 voluntarios que partieron desde Agadir (donde Hassan II tenía su centro de operaciones) hacia el Sur para, a través de Tiznit, Gulimin, Tarfaya (antigua Villa Bens), llegar al paralelo 27º 40'', que marcaba la supuesta frontera entre Marruecos y el llamado "Sahara español". El 3 de noviembre de 1975 los gobiernos marroquí y español alcanzaron un "acuerdo tácito" para una penetración parcial de Marruecos en el Sahara. El 6 de noviembre, una vez que la avanzada de la Marcha alcanzó y pisó "territorio español", hizo un alto en el camino y se dispuso a dar gracias a Alá mirando hacia la Meca. La Marcha fue detenida el 9 de noviembre, cuando ya había penetrado varios kilómetros, llegando hasta las líneas de minas que el ejército español había colocado como medida disuasoria y "frontera española límite", y Hassan II había obtenido seguridades de que el Sahara sería marroquí, dando orden de regreso a la Marcha. En Tarfaya se quedaron entre 30.000 y 50.000 marroquíes, que serían trasladados posteriormente al Sahara, pasando a engrosar las listas del censo. El triunfo de Hassan II estaba garantizado.

Si bien es cierto que el éxito de la Marcha Verde dependía, en cuanto a Marruecos, de diversos factores: uno interno marroquí (logístico-ideológico), otro interno español y el externo (bélico-diplomático); significando el papel de EE.UU, que fue fundamental para el triunfo marroquí. En el aspecto logístico la marcha contó con el apoyo de 7.813 camiones, diez mil mandos para encuadrar los voluntarios, cuatrocientos setenta médicos, doscientas treinta ambulancias, diecisiete mil toneladas de alimentos, veintitrés mil litros de agua y 94.000 litros de combustible. Un cronista de la época contó: "Es sorprendente el orden y la organización que demuestran los marroquíes. Las tiendas de campaña no se han plantado de cualquier manera, sino formando calles perfectamente delimitadas y alineadas. Se cavan letrinas, se depositan materiales como si los marroquíes estuvieran dispuestos a permanecer ahí durante algún tiempo. Camiones de avituallamiento distribuyen víveres y agua a grupos de personas que se congregan en torno (...). Todo, ahí enfrente, se está llevando a cabo como una operación perfectamente planificada y sincronizada".

Según datos confidenciales revelados con posterioridad, estos confirmaban la autoría estadounidense de la Marcha Verde, que fue preparada por un cierto número de "consejeros" norteamericanos y una reducida participación de personal marroquí para evitar al máximo el riesgo de indiscreciones. El 21 de agosto del mismo año, Henri Kissinguer, responsable de la política exterior USA, habría dado luz verde desde Jerusalén a la misma (lo que revela que se había empezado a preparar mucho antes). Nadie dudó entonces en afirmar que la Marcha Verde fue planificada, organizada y ejecutada con ayuda norteamericana. La compleja maniobra logística de apoyo a los cientos de miles de personas (transporte por ferrocarril o carretera, tiendas, alimentos, combustibles, etcétera), todo perfectamente ajustado en el tiempo y en el espacio, en un país con insuficiente infraestructura vial, estaba, en aquella época, fuera de las posibilidades del Estado Mayor marroquí, según han reconocido conocidos analistas y politólogos.

Por lo que respecta al factor bélico-diplomático citado, el momento decisivo que fue la Marcha Verde puso de relieve la fragilidad de la política exterior española. Las relaciones internacionales de la España de entonces (hoy una nación decrépita y decadente, a punto de ser rescatada por la Troika) se basaban en tres pilares: Latinoamérica, Occidente (muy en particular los Estados Unidos) y los países árabes. Salvo el bloque latinoamericano, en el que existen graves discrepancias con algunos países muy conocidos, en la actualidad, los otros dos pilares de la política exterior española cayeron estrepitosamente.

El "Occidente", espacio claramente sometido a Norteamérica, dio la espalda a España en la crisis del Sahara. Parece que EEUU prohibió tajantemente a España la utilización de armamento norteamericano (prácticamente todo el que poseía) frente a Marruecos. Por lo demás, la diplomacia estadounidense consiguió el total aislamiento internacional de España y la falta absoluta de apoyos de los supuestos "aliados" sin que los dirigentes españoles supieran romper ese cerco. No podía esperarse otra cosa después de la actitud que tomó Franco (en cuya larga agonía se produjo la Marcha Verde) en la guerra del Yom-Kipur, en 1973, negando asistencia a los Estados Unidos. El apoyo de Francia podría haberse intentado, según ciertos conspicuos analistas españoles que barren para casa, persuadiéndola de lo "negativo a largo plazo que podría ser que exista una potencia autónoma de tipo medio, como Marruecos, que pueda desasirse de su tutela y aún neutralizar su influjo en otros países de la zona (Magreb, Mauritania, Senegal, etcétera)". En lugar de eso, España se encontró con que Valeri Giscard d''Estaing (el amigo de Bokassa, el que le regalara los diamantes) apoyó expresamente a Marruecos.

Así que estas breves notas nos han hecho rememorar la Marcha Verde, que hoy cumple treinta y siete años. He obviado a propósito toda la parafernalia de la agonía y muerte de Franco, las "hazañas" de algunos ministros del Gabinete de Arias Navarro y ciertas actitudes de significados militares destacados en el territorio del Sahara, así como la "perorata" del entonces Príncipe de Asturias, actual rey de la dinastía borbónica, a las fuerzas militares acantonadas en la zona. Acontecimientos de los que, por otra parte, han corrido verdaderos ríos de tinta y son superconocidos por todos.

El caso es que hoy en día el Sahara Occidental constituye las Provincias del Sur de Marruecos, que va logrando poco a poco su integridad territorial; y a pesar de todo lo que se diga, por unos y por otros, el Sahara Occidental es, indiscutiblemente, ¡¡un asunto interno de Marruecos!!, por mucho que le pese a Argelia, a su invento, el Frente Polisario, y a sus acólitos varios.

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