ENGAÑADOS como chinos por los chinos. Qué escándalo. La coladera sistemática de la aduana española en los puertos, la impunidad en el abuso comercial y laboral, el inexistente control en el movimiento de capitales y cuántas otras cosas. Además, ¿no enferman los chinos?, ¿no muere en España ningún residente chino? Un ejemplo cercano, en Santa Cruz, en el centro, hay un restaurante chino al que nunca entra nadie y no exagero, nadie en años, ¿de qué vive?, ¿cómo consigue pagar el alquiler y a los empleados? De servir arroz tres delicias no es, seguro.

Paraíso del fraude. Porque Spain is different. No es nada nuevo, eso ya lo sabíamos antes de conocer la operación policial que destapa esta red china trenzada para delinquir. Y no solo los chinos, aquí defrauda hasta el Tato. Porque la economía sumergida es el principal problema social en España, el origen de todos los males. El dinero sale del sistema y no paga impuestos; de los que trabajan en ella, muchos cobran subsidio y todos usan los servicios públicos por el ala; sufragar esos gastos genera déficit y ese déficit obliga a emitir deuda pública y a parar las inversiones; ese parón inversor frena la actividad económica, y sube el paro. El círculo vicioso fraude, déficit, deuda, no inversiones y paro. Si pagáramos todos no habría déficit, etcétera.

Un problema social porque en esta trama participan muchos cómplices necesarios. Todos los que saben y callan, por lo que sea, pero callan. Y esos pequeños fraudes cotidianos perpetrados por cientos de miles de personas, a pequeña escala, suman mucho más y perjudican mucho más que esa panda de chinos mafiosos. La lucha contra el fraude debe ser causa nacional. Sorprende que los que gobiernan no hayan llegado a estas simples conclusiones, aunque sea para defenderse de las encuestas que sitúan a los políticos dentro de los principales problemas de los españoles. Ningún partido lleva la lucha contra el fraude entre sus prioridades y ni siquiera Alemania la ha puesto como condición para el rescate; quizás ni se imaginan la magnitud del problema.

El exceso de funcionarios en aquellas áreas que regulan sectores que están paralizados se puede destinar a perseguir la economía sumergida; una sencilla convocatoria de cambio de destino, aunque sea provisional, con algún incentivo, sería más que suficiente. Y poner gente a pensar cómo actúa el defraudador, su modus operandi, en qué punto y cómo sería más eficaz el control fiscal. Y si resulta que las transacciones en efectivo son imposibles de controlar, a lo mejor hay que cambiar de estrategia, dejar de gravar las operaciones comerciales y pensar en otra manera más inteligente de recaudar impuestos o de pagar los servicios públicos.

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