NO es una crítica al Tenerife. Este equipo es casi irreprochable, por su rendimiento, por su unidad y por su actitud. También, obviamente, por sus resultados. Pero el partido de ayer y un tramo del que disputó el equipo de Álvaro Cervera hace dos semanas en Orense hacen coincidir conductas grises en el juego. En ambos casos, el Tenerife ha perdido el balón y ha terminado metido en su área. En Orense puso en peligro su ventaja y ayer volaron dos puntos. La primera vez, en O Couto, la causa fue la relajación; ayer no pudo salir de la presión con la que el Leganés consiguió desconectar a Cristo Martín, Luismi Loro y Chechu.

Es evidente que esa línea de media puntas es lo mejor de este equipo (y tal vez también de toda la categoría), pero volviendo la virtud por pasiva ¿qué queda del Tenerife cuándo estos tres no reciben suministro de juego? Ahí está el problema. Álvaro intentó proteger a su equipo añadiendo cantidad a la zona de pivotes con la entrada de Amado, lo que viene a representar una decisión que abunda en la idea de que el equipo es frágil en el medio, que no está construido para especular y que sufre mucho cuando lo dividen en dos bloques.

No voy a objetar la queja de los jugadores y del entrenador sobre el árbitro, porque tienen razón: es cierto que fueron sus arbitrarias decisiones las que privaron al Tenerife de dos puntos; y tampoco niego la realidad de que con un poco de acierto o un pelín más de suerte, el Tenerife se habría puesto 0-2 en la ocasión de Yeray, pero de la misma manera, espero que cuando se les pase el enfado, los técnicos hagan autocrítica (que ayer les faltó) para que este buen Tenerife deje de jugar con fuego.